Capítulo XVI: Decisiones

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—Hola, Jesy — su voz era agradable, pero… ¿Quién era él? — Soy Ian. — Ian, ese nombre resonó en mi mente. Solté el aire y trague saliva nerviosa. ¿Quién era Ian? — ¿No vas a dejarme entrar?

¿Y él que pensaba? Acababan de perseguirme y él pretendía que lo dejara entrar a mi auto como si eso fuese “algo normal”. Lo miré confundida, escrutando su rostro en su rostro algún signo de broma.

— ¿Por qué haría eso? — Sabe mi nombre.

— Necesitas mi ayuda — respondió luego de unos segundos.

— No, no la necesi…

— J. T. me mandó — me interrumpió. El enmascarado. La imagen de sus ojos verde jade nubló mi mente. Él lo había mandado. Él me había dicho que corriera. Él me había dicho que me perseguían. Él me había dado el arma que salvó mi vida. Parpadee y detuve mi atención en Ian. ¿Será verdad?

— Conoces a J.T. — eso más que una pregunta, fue una afirmación. De alguna manera me parecía imposible de que las palabras de Ian fueran una mentira. De alguna manera que no terminaba de comprender. Los segundos parecían eternos. Ambos nos mirábamos fijamente a los ojos del otro. La tenue luz del poste iluminaba el lado derecho de su cara, donde con la poca luz se podía ver una cicatriz. Iba desde debajo de su cien hasta un poco más arriba de la comisura de la boca. No se podía ver con claridad, pero se notaba que era irregular y que estaba totalmente cicatrizada. Tenía el pelo castaño oscuro, o algún color similar, pero sus ojos seguían siendo un misterio. No podía llegar a verlos claramente. Su pelo hacía sobra sobre ellos y la poca luz del lugar no era de gran ayuda. Tomé aire y luego lo solté. Era decisión tomada. — Entra.

Él le dio la vuelta al auto y abrió la puerta del copiloto. Él esperó parado en la puerta unos segundos y antes de que él subiera, un perro entró. No logré verlo a causa de la oscuridad, pero estaba segura de que era un perro. Enarqué una ceja y luego Ian subió.

— ¿Un perro? — pregunté cuando ya estaba dentro del auto.

— ¿Algún problema?

— Yo no, mi mamá tal vez se queje luego — no podía creer que estaba bromeando con un extraño en estas circunstancias. Noté como sus labios se curvaban en una sonrisa, pero inmediatamente esta se borro y su mirada se dirigió a la parte trasera del auto. Yo sabía perfectamente que estaba mirando.

— ¿Te deshiciste de ellos? — preguntó mientras volvía su atención a mí, pero yo me volví a ver la parte de atrás. Miré como los huevos se hallaban rotos en el suelo, y luego el agujero que había en el vidrio trasero. ¿Cómo explicaría eso en mi casa? Podían ignorar varias cosas con respecto a mí, pero un disparo no era fácil de ignorar.

— Sí — pero inmediatamente me arrepentí de haber respondido de esa manera. Unas luces aparecieron en la esquina, para luego doblar. El poste de luz alumbró lo suficiente para que yo supiera que eran ellos, otra vez. Me volví a acomodar en mi asiento. — Ponte el cinturón — le dije a Ian, pero él no obedeció.

— ¿Por qué?

— ¡Solo póntelo! — grité desesperada y él finalmente lo hizo.

— ¿Qué esta pasan… —  Puse quinta y apreté el acelerador a fondo. El auto levantó una nube de polvo detrás de nosotros y luego escuché unos disparos. Doblé en la primera interjección que vi, y seguí derecho por esa calle.  Volví a doblar y me adentre nuevamente en las calles de asfalto. Pasé semáforos en rojo, al igual que el auto que nos seguía. Bocinas, gritos y un Ian sorprendido me rodeaban. — ¿Son ellos?

De ángel no tiene nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora