El sonido de las sirenas me despertó. Se escuchaban alejadas o simplemente yo las escuchaba así. No sabía, todo era confuso. Alguien me movía de un lado a otro, había humo en el aire y cuando logré abrir los ojos, vi que mi auto estaba estrellado contra un camión. Todo se veía nublado y medio borroso. Un constante pitido destrozaba mis tímpanos, pero este poco a poco fue desapareciendo, dejándome escuchar la voz del que me movía. Dirigí mi vista hacia esa persona y me encontré con los ojos verdes del enmascarado.
– Jesy, Jesy – su mirada estaba teñida de preocupación. – Toma esto, y corre, te persiguen.
Por alguna razón, hice lo me pidió. Salí del auto, cada musculo me dolía, pero me obligue a pararme y salir de ahí. Me tambaleaba, mi vista era un poco nublosa y sentía un dolor insoportable en el brazo y en la cabeza. Tosí por el humo y algunas lágrimas salieron de mis ojos sin previo aviso. Divisé una moto vieja, y arriba para mi suerte, estaba el dueño. Me acerqué como pude a él, y noté que automáticamente su mirada se desvío al objeto que tenía en la mano. Sin que dijera nada, me entregó las llaves y salió corriendo. Miré mi mano, y vi que un objeto negro con forma en L estaba siendo abrazado con fuerza por mis dedos. Era una pistola. Le puse el seguro, y levanté la pierna para subirme a la moto, pero alguien me lo impidió. Sentí un brazo alrededor de mi cuello apretando con fuerza, impidiendo que respire bien. Mis manos rodearon en antebrazo de mi atacante, intentando impedir que me matara, pero fue inútil, estaba demasiado débil en esos momentos.
– Romperte el cuello va a ser tarea fácil, amor – escuche la voz de un hombre en mi oído. Es hombre, pensé. Una de mis manos viajo con fuerza hacia la parte baja de hombre, haciendo que su agarre desapareciera y yo pudiera subirme a la moto. – ¡Perra!
No me moleste a responder, arranqué la moto, y rodeándolo me fui en dirección contraria de donde el accidenta había tenido lugar. No había podido recorrer media cuadra, cuando un auto comenzó a seguirme. Aceleré un poco más, aunque ya le llevaba un gran tramo. Estoy cerca. Ese pensamiento me calmaba un poco. Sentía que en cualquier momento me caería al piso y no podría volver a moverme. Solo un poco más. Ingresé en el camino de tierra. Me di la vuelta y vi que todavía me seguía. Mi mirada se desvió un segundo al arma que todavía estaba en mi mano, y luego pensé en la persona que me seguía… Saqué el seguro del arma, y me miré para atrás unos segundos para apuntar. Apreté el gatillo, el conductor no pudo esquivarla, y le dio en la rueda. El hombre paró el auto luego de un rato de continuar persiguiéndome, dejándome ir… hasta que vi que el hombre corría detrás de mí, y luego noté que la moto se estaba quedando sin gasolina. Esto solo me pasa a mí, pensé parando la moto bruscamente y bajando. Eche a correr lo más rápido que pude, enseguida escuche la respiración de mi atacante. Sentía las piernas débiles, el dolor de cabeza volvió y tenía la sensación de que el brazo me palpitaba. A pocos metros vi la tranquera para entrar en mi propiedad. Me paré en seco, y me di vuelta, mirando como el otro se acercaba. Levante el arma, y le apunté. Él se paró y miró fijamente el arma.
– Vete, o te disparo – grité para que me escuchara. Dio un paso más. – Te voy a disparar.
– No, no lo harás, no eres capaz – sonrió y dio otro paso. – Eres deb… ¡Perra!
Le había apuntado en la pierna, y sin titubear, le disparé. Mi mente estaba en frío, y sostener y apretar el gatillo me parecía natural, aunque muy pocas veces lo había hecho, y nunca había tenido que dispararle a alguien.
– Vete – no parecía mi voz. – No sobrevivirás el siguiente disparo.
Se sostenía la pierna intentando parar la hemorragia, pero era imposible. Retrocedió como pudo y luego, pareció olvidarse de la herida y salió huyendo. Bajé el arma, y luego intenté volver, pero sentía que di daba otro paso, caería. Cada uno de los dolores se volvieron intensos, y mi vista se nublo a causa de dolor. Escuche el ruido de un motor, y luego nada. Noté que una luz alumbraba el camino y luego de unos segundos, la puerta se abrió. Intenté correr, pero fue imposible, casi caigo. Algunas lágrimas cayeron por mis mejillas. Sentí que unos brazos me rodeaban la cintura y luego me obligaban a apoyarme contra su cuerpo.
– Tranquila, no te haré daño – su voz era suave y no era la del enmascarado. Me levantó del suelo y me cargó en sus brazos. Abrió las puertas de la tranquera, entró. Solo hicieron falta un par de pasos para que luego escuchara el conocido paso de Arturo. Escuche como suspiraba cerca de mi cabeza.
– Vete, Arturo – susurré, y luego escuché como galopaba lejos, pero este sonido se vio ahogado por la suave risa del que me cargaba. Vi unas luces, que pertenecían a la casa. Cada vez nos acercábamos más, y pude notar que las luces de adentro estaban apagadas, pero las de afuera no. Cuando llegamos a la puerta, el extraño me bajo, y me sostuvo de la cintura. Nos acercamos a la puerta y yo estaba por abrir, pero él me paró.
– Deja que me vaya, y luego entra – me pidió. No le miré el rostro, no podía. Cada vez me sentía más mareada y mi vista cada vez era menos clara. Me apoyé con cuidado contra la puerta, y esperé unos minutos. Cuando ya creí que había pasado suficiente tiempo, me di la vuelta, y apoyé mi mano en el picaporte. El tacto era frío y me causo un escalofrío por todo el cuerpo. No me vi capaz de girarlo, así que como pude, toqué la puerta. No sabía si me habían escuchado, pero no podía moverme mucho más. Después de algún tiempo, sentí como la puerta se despegaba de mi mano, y me dejaba sin apoyo. Escuche un sonido de exclamación y luego…
– ¡Jesy! – la voz de Carter por primera vez me pareció agradable de escuchar. Sin poder sostenerme más, caí y sus brazos me rodearon.
– Ayúdame a ir al sillón – susurré y el asintió nervioso.
Fuimos a la sala y pude escuchar como los chicos preguntaban qué pasaba y que me había sucedido. Tenía ganas de gritar que se callasen, pero no podía. Me había olvidado de agradecerle a hombre que me ayudó a llegar.
– Gracias – susurré, pero no era para ninguno de los presentes. Carter respondió con un “no me agradezcas, no aún.” Él no entendía que no era para él, sino que para el hombre misterioso que me había ayudado a llegar.
Me senté en el sillón con la ayuda de Carter, pero luego una punzada de dolor se apoderó de mí. Dejé de pensar, dejé de sentir cualquier otra cosa. Solo había dolor y agonía. Me escuché gritar y luego todo se volvió del mismo color: negro.
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De ángel no tiene nada
Roman pour Adolescents❝Piensa en las ecuaciones. De un lado del igual, tienes una operación, y aunque sea negativa, positiva, con más de una letra o con fracciones, esa operación siempre será igual a lo que hay del otro lado del igual. Siempre. Pero ahora intentemos hace...