Capítulo XI: Miedo

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Estaba en el cuarto de paredes color durazno, con un sinfín de títulos colgados por las paredes demostrando cuanto sabe y cuanto debemos confiar en él. Yo no confío en el por todos esos papeles enmarcados demostrando cuanto estudió, mi confianza la tiene porque se la merece. Estaba sentada en el sillón color chocolate mientras esperaba a que él llegara. La puerta se abrió mostrando a un hombre alto, flaco con anteojos y pelo café, que llevaba unos papeles en una mano y una taza en la otra.

— ¿Te cortaste el pelo, Doc? — sonreí cuando levantó la vista de sus papeles.

— Eres la primera en notarlo, Jesy — me devolvió la sonrisa. — ¿Cómo empezaste el año? — se llevó la taza a los lab

— Choqué con mi auto, casi me matan, le disparé a un hombre, al que intento matarme previamente — solté y me recosté tranquila. Chuck, mi psicólogo, casi escupe todo el café.

— ¿Qué? — sus ojos estaba abiertos como platos y me miraba incrédulo. — Repitamos todo, pero esta vez explica.

— Está bien — rodé los ojos. — Estaba en una carrera, no me mires así, Doc — lo reprendí. — Bueno, estaba por terminar, cuando en el intento de pasar a alguien choco con un camión, mi auto no sobrevivió — me encogí de hombros, y vi que él escribía todo lo que yo decía. — Me desmayé, pero después uno con los que corría me dijo algo y me dio un arma.

— ¿Qué te dijo? — parecía interesado.

— No lo recuerdo — suspiré. — Déjeme terminar de una vez, Doc. — Sonreí y continué. — Luego salí del auto y agarré una moto que había por ahí, pero cuando me estaba por subir un hombre me agarró por el cuello y me dijo que me quería romper el cuello – no pude continuar porque Doc tenía una pregunta.

—¿Y cómo te liberaste del hombre?

— Le pegué donde más le duele — me reí. — Después me escapé en la moto, pero él me siguió. —  hice sonar mi cuello y luego seguí. — Luego le disparé a su rueda, pero yo me quedé sin gasolina, así que corrí como pude. Cuando estaba por llegar a casa, me di vuelta y le apunté con el arma. — El recordar lo que había pasado en ese momento me estremecí. —  Lo amenace, y como no se fue le disparé en la pierna, luego se fue.

— ¿Tienes culpa por haberle disparado? — miré el techo de la habitación. Apreté mis puños y cerré mis ojos con fuerza. La respuesta a esa pregunta no me gustaba, pero era la verdad.

— No — fue una simple palabra, pero esa palabra me asustaba en el contexto en el que se encontraba. El único sonido en la habitación era el ruido que hacía la lapicera al escribir. Luego de unos minutos de silencio decidí decir algo. — Me tengo miedo — confesé.  Escuché como abruptamente dejaba de escribir, para apoyar los codos en la mesa, y mirarme fijamente. Intentaba entenderme, pero nunca lo lograba, pero igualmente valoraba su esfuerzo.

— Te han aceptado en el hípico — noté como intentaba cambiar el tema. — Me han preguntado si estabas apta para darle clases a una niña.

— Malcriada — agregue.

— El padre había pedido que a su hija le enseñara el mejor — continuó, ignorando mi acotación. — Pero él quería lo mejor en todos los sentidos — explicó. — Pidió que no la complacieran.

— No es algo que tengas que aclararme. — Pasé mi mano por mi cabello. —¿Cuándo empiezo?

— En dos días — y antes de que pudiera hablar. — Ella ya tiene caballo.

— ¿Cuál es su nombre? — me levanté del sillón.

— Megan.

Salí de la habitación y le mandé un mensaje a Carter.

De ángel no tiene nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora