Capítulo X: Sin problemas

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Sentía los músculos tensos y al moverlos era imposible no sentir dolor. Gemí de dolor e intenté sentarme en la cama. Recordé lo que había pasado ayer, intenté abrir los ojos, pero hasta hacer ese simple movimiento precisaba un gran esfuerzo de mi parte. Al abrirlos, noté que la habitación estaba iluminada únicamente por un velador, y que en la punta de la habitación había alguien sentado. Era el doctor Hennigs.

– ¿Cómo te sientes Jesy? – se levantó de la silla y se acerco a donde yo estaba.

– Me duelen un poco los músculos y la cabeza – ¿Qué había pasado después de que llegué a casa? – ¿Qué hago aquí?

Era mi habitación, pero lo último que recuerdo es haberme sentado en el sillón, después de eso no recuerdo nada más.

– Te desmayaste – mis ojos se abrieron como platos. – Tranquila, solo te abriste un poco la cabeza, pero no necesitó puntos. Y tienes un corte en el brazo, pero nada muy grave. – Me guiño el ojo. – Ambos sabemos que has estado peor.

Me reí, era cierto. En algunas ocasiones había llegado a su casa a la mitad de la noche herida. Ese hombre me había ayudado varias veces, y como Jake ya no estaba, él era mi número de emergencia. Me saqué las mantas y bajé los pies. El piso estaba frío, y sentí como algunos músculos se contraían por el esfuerzo.

– ¿Te ayudo? – preguntó. Negué con la cabeza y me apoyé en la mesa de noche que había a un costado de mi cama. Me levanté y al instante sentí que mis piernas flanquearon.

– Mejor si – me reí y pasé mi brazo por arriba de los hombros del doctor. Me ayudó a caminar hasta la planta baja, y cuando terminamos de bajar vi que los chicos estaban dormidos en el sillón. Sonreí al verlos. – Despiértense, holgazanes – grité para que se despertaran. Todos se removieron en su lugar, pero luego giraron la cabeza en mi dirección.

– ¿¡Que haces parada!? – preguntó Carter con los ojos abiertos como platos.

– Ni que fuese cuadripléjica, idiota – me reí. Me senté en uno de los sillones individuales con la ayuda de Hennigs.

– ¿Qué pasó? – preguntó Derek.

– Choqué contra un camión mientras corría – comencé a explicar. Los ojos de todos se abrieron como platos y Carter no me dejó continuar.

– ¿Por qué no esperaste a la ambulancia? – pensé que la respuesta era obvia, pero tuve que explicarle igual.

– Carreras ilegales, si me atrapaban iba a la cárcel – rodé los ojos y continué explicando. – Además de que alguien me intentó matar. Cuando estaba por subirme a una moto que conseguí, un hombre me tomo del cuello y me dijo que me iba a romper el cuello. – me acomodé en el sillón. – Fue una persecución muy interesante, hasta terminé disparándole en la  pierna.

– ¿¡Le disparaste!? – Adam parecía asombrado.

– Matar o morir – miré el suelo. – No tuve elección, pero no lo maté, solo lo herí. – Recordé el momento en el que había disparado. No había dudado ni un segundo, no tenía remordimientos. Pensar en cómo me comporté me asustaba, era como si no fuese yo. Me levanté como pude. – Me voy a mi cuarto. – Comencé a caminar para ir a mi cuarto, entonces escuché que alguien se levantó.

– Te ayudo – era la voz de Derek.

– Puedo sola – no quería compañía, quería estar sola. Yo y mis dolores. Después de mucho esfuerzo, logre llegar a mi cama. Me tiré sobre ella, y vi mi mesa de noche. En ella estaba mi reloj como de costumbre, pero también había un pote de crema y una nota. Tomé la nota y leí.

Para tus heridas. I.

¿Será del chico que me había ayudado? ¿Cómo la había dejado en mi cuarto? Me acomodé en la cama, y miré la hora. Las cuatro y cuarto de la madrugada. Cerré mis ojos, y no tarde en dormirme.

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Estaba acostumbrada a dormir poco, pero dormir poco después de un choque no era mi especialidad. No pensaba faltar al colegio, no pensaba dejar que esto me detenga. Me levanté de la cama y sentía que cada musculo del cuerpo me tiraba. Caminé hasta el baño, y me di una ducha. Cuando salí, envolví mi cuerpo en una toalla violeta y miré el espejo. Tenía ojeras debajo de los ojos, un corte en el límite entre el pelo y la frente y en el brazo tenía otro corte. Me puse un vendaje en el corte del brazo derecho, me cepillé los dientes usando el brazo izquierdo y luego me miré muy fijamente en el espejo y me dije lo mismo que todas las mañanas.

– Es solo otro día, sonríe, enójate, ignora o responde – sonreí luego salí del baño.

Me puse una musculosa azul, unos pantalones negros y unas Converse, porque no me veía capaz de usar tacos hoy. Busqué en mi armario mi chaqueta de cuero negra, pero no estaba. ¿Dónde estás? ¿Estaba abajo? Gruñí y salí de mi cuarto con la mochila colgada de mi hombro. Caminé derecho por el pasillo, y entré en el cuarto de mis papás. Tomé la llave de su auto y luego bajé. El olor a huevo revuelto inundaba el lugar. En la mesa estaban todos los chicos desayunando, y Mason estaba haciendo los huevos. Me dirigí a la cafetera, y me preparé un café sin nada. Me senté en una de las sillas y noté la mirada de todos los que estaban sentados sobre la mesa.

– ¿Qué? – pregunté.

– ¿Vas a ir al colegio? – Carter parecía sorprendido.

– ¿Qué haces con esas llaves? – Adam intentó quitármelas, pero no pudo.

– Si, voy a ir al colegio – contesté. – Y las llaves las va a usar Carter, vamos a ir juntos al colegio.

– ¿En serio? – se atragantó con su jugo de naranja.

– Solo porque no puedo manejar, en un par de días olvidate de esto. – Hoy era miércoles. – Y hoy a la tarde me vas a tener que llevar al psicólogo.  – Terminé mi café y le lancé las llaves. – Vamos.

Terminó su jugo, yo agarré mi chaqueta que estaba colgada en el perchero,  y ambos salimos de la casa, dejando a sus amigos dentro. Eso era raro.

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Carter manejaba horrible. No entiendo como no chocamos en la mitad del camino.  Estaba agarrada del asiento con tanta fuerza que la herida del brazo me dolía aún más.

– Carter, recuérdame que te enseñe a manejar – mis ojos se abrieron como platos cuando estacionó el auto y casi lo choca  contra el que estaba a nuestro lado. Abrí la perta del auto y aunque las piernas me dolieran, salí de ahí lo más rápido que pude. Cuando estaba por salí del estacionamiento, me choqué con Zack. No sabía si sonreír, gritarle o ignorarle. Opte por sonreír, él no había tenido la culpa. Él me devolvió la sonrisa y sin previo aviso me abrazó. Hundió su rostro en mi cuello y lo escuché susurrar.

– Pensé lo peor – cada vez me apretaba más, haciendo que todo me doliera aún más. Luego de un rato, se separó y me miró de pies a cabeza buscando indicios de alguna herida. – ¿Cómo estás?

– Bien, me duele cada músculo del cuerpo, en el brazo tengo un corte y me abrí un poco la cabeza – señalé el corte de la cabeza.

–  Me preocupé mucho cuando me dijeron que habías chocado –  ahora lo abracé yo.  

– Tranquilo, no me pasó nada – susurré contra su pecho.

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Perdón, sé que es corto!  

Un Kiss, SamNovels

De ángel no tiene nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora