Capítulo XVIII: Cosas que salen a la luz

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Jesy:

Mis labios estaban curvados en una sonrisa. Había pasado toda la tarde con Zack, y todos los problemas se esfumaron como el humo. Abrí la puerta de la casa y noté que Carter estaba sentado en el sillón. Al verme se paró. ¿Qué quería ahora?

— Jesy, ¿podemos hablar? — frotó las manos en su pantalón y se mordió el labio inferior. Parecía nervioso.

— Claro — me encogí de hombros y me senté en el sillón donde él había estado segundos antes. — ¿Qué pasó? — se sentó a mi lado.

— Derek — ¿Y ahora qué?

— Carter, no pienso complacerlo ni nada por el estilo — le advertí.

— No, simplemente quiero que le des una oportunidad. — Iba a decir algo, pero él me interrumpió — Derek está desaminado desde ese día en el pasillo, no hace nada, solo se queda en casa. Lo que le dijiste le afectó mucho, ya no parece el de antes, solo quería pedirte que le dieras una oportunidad. No necesariamente como novios, pero si como amigos.

Amigos. Esa palabra resonó en mi mente. Yo tenía mucha gente a la que conocía, pero… ¿amigos? De esos tenía pocos. Imaginarme a Derek como un “amigo” era difícil, pero… todos merecen una oportunidad. Me mordí el labio inferior y luego miré los ojos color esmeralda de mi primo.

— Está bien — acepté. Luego de eso, fui directamente a mi habitación. Había sido un día largo, y quería descansar.

Entré en mi habitación y me tiré en la cama. Cerré los ojos y dejé que los pensamientos me llevaran a esa conocida habitación de paredes blancas. Las imágenes comenzaron a recorrer las paredes. Las de Jake, de Carter, de mi padres, de Zack, de Ian… Ian. Las imágenes se detuvieron en él. Recorrí su imagen con cautela.

El pelo castaño oscuro cayéndole sobre los ojos, sus ojos color chocolate, la cicatriz del lateral de la cara. Sus labios rosados y la barba de pocos días a lo largo de su mandíbula. Sus hombros anchos y sus caderas estrechas. Era imponente, de esos hombres que parecen entrenados para la guerra, pero su imagen era tan feroz como hermosa. Sentí esa mirada penetrante como si la estuviera sintiendo en ese  preciso instante…

— Espero que no estés dormida — esa voz… Abrí mis ojos de repente y miré por toda la habitación. En la ventana estaba él. Tenía una chaqueta de cuero marrón, unos tejanos negros y una camiseta blanca lisa. Pero mi atención se centró en sus ojos. Esos ojos…¡Jesy, concéntrate!, pensé.

— Es temprano — ¿Esa era mi respuesta? ¿“Es temprano”? Qué inteligente, Jesy, pensé. — ¿Qué haces aquí?

— Vine a ver si estabas bien. — Por un segundo me sentí feliz al escuchar eso, pero luego recordé a los hombres que casi nos matan anoche.

— Sí, estoy bien — No tiene interés en vos, olvídalo, pensé mientras lo miraba. Él se sentó en el marco de la ventana abierta, mirándome. No podía descifrar su mirada, esa mascara estaba en su rostro. Esa maldita mascara invisible que él había puesto. — ¿Quieres cenar algo?

— ¿Aquí? — pareció dudar. — Prefiero no cruzarme con tu… amigo. — Inmediatamente comprendí de quien hablaba. Comencé a reírme sin poder evitarlo.

— Carter es mi primo — me levanté de mi cama, y tomé mi chaqueta. Cuando Ian se volteó para salir, tomé un fajo de billetes de mi cajón. Nadie sabe con que vamos a encontrarnos. Los metí en mi bolsillo. —, pero también prefiero no cruzarme con él.

Me acerqué a la ventana, e Ian comenzó a bajar. Al costado de mi ventana había una enredadera, no era lo más seguro, pero con un poco de práctica era simple. Me asomé por la ventana y vi que ya estaba en el suelo. Volví a meter la cabeza y comencé a salir y luego a bajar. A los pocos minutos ya estaba en el suelo al lado de Ian. Le sonreí y luego comencé a caminar.

De ángel no tiene nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora