Capítulo IV: Recordado un poco sobre él.

202 19 1
                                    

Y las sonrisas falsas continúan… Ahora Carter y yo estamos parados como unos buenos hijos (o sobrinos) en la puerta de la casa, saludando a nuestros padres, agitando nuestra mano de un lado al otro, como si los echáramos de alguna manera, con nuestras sonrisas falsas  adornando nuestras caras. El auto se alejo, y nosotros entramos. Primero él, y luego yo. Seguí caminando, decidida a volver a mi cuarto, pero Carter me tomo del codo.

– Ni se te ocurra cumplir las cosas  que Stella dijo – su tono pretendía ser amenazante y asustarme, pero lo único que logró fue sacarme una sonrisa.

– Tranquilo, no te voy a molestar – dije, pero entonces mi expresión se volvió seria y agregué –, pero si me molestas, el resultado no va a ser placentero.

No deje que respondiera, porque escuchar su intento de respuesta lograría irritarme. Subí las escaleras y entré a mi cuarto. Abrí mi armario, y agarre ropa más cómoda y mi computadora. Me cambié, y luego me senté en mi cama con la computadora sobre mis piernas.

Ashton Perkins. Ese nombre inundo mis pensamientos en cuanto la pantalla se iluminó. Recuerdo como entre dolor y sufrimiento, Jake me había dicho este nombre. En ese momento no comprendía lo que significaba, pero ahora sí. O al menos tenía una idea. Buscar en el buscador de Google “Ashton Perkins” no me dio la respuesta que quería, pero tampoco fue inútil. No sabía quién era él o que parentesco tenía conmigo. Desconocía la relación que mantenía con mi tío.  Lo único con su nombre que encontré fue una carta, que tan solo decía “Esta bien, lo haré. Ashton Perkins”. No sabía que significaba, pero por algún lugar tenía que empezar. Luego de su muerte, ese nombre fue una de las cosas que me dejo, y cuando me encontré frente a mi computadora buscando ese nombre, luego de unos días de su muerte, hasta yo me sorprendí

Pero luego, me vino a la mente todo lo que había averiguado del choque que tuvo mi tío, que resultó no ser accidental. Me vinieron a la mente todas las veces que vi un Jeep Comander azul con desprecio, sabiendo que había una posibilidad de que fuera el que lo mató.

Todo era demasiado, todo lo que había en esa computadora era importante. Cada palabra, cada digito e imagen. Nada se podía perder. Pero también ver toda esa información, significaba que constantemente tendría que revivir su muerte, y era algo que no me agradaba. Sentí mis ojos arder, y cerré la computadora de repente. Tragué el nudo que lentamente se había formado en mi garganta, y luego me levante decidida a dejar la computadora y bajar para hacer algo para comer.

Cuando estaba en el último escalón de la escalera, me di cuenta de que Carter estaba caminando por toda la sala viendo las fotos colgadas o de los estantes. Se detenía en cada una y la miraba con detalle. Entonces levantó uno de los marcos del estante, y se quedó viendo muy atentamente la foto que había ahí. Yo sabía perfectamente que foto era. Me acerqué y logré ver la foto. Estábamos mi tío y yo, bañando a Arturo con baldes de agua, y él me había tirado un balde lleno de espuma, y yo le había tirado uno a él. Estábamos empapados y sonriendo, mirando la cámara sosteniendo los baldes en alto, cada uno a un lado de Arturo, que también estaba mojado y con un poco de espuma. Sonreí al recordar ese momento, y cuando mamá vino a sacarnos la foto. Yo tengo la misma guardada en mi billetera, para que siempre esté conmigo. Carter se volteó a verme y abrió la boca y habló.

– ¿Quién es él? – preguntó refiriéndose a Jake, nuestro tío.

– Alguien que no te importa – no quería hablar de él.

– ¿Dónde está? – no respondí, solo me di la vuelta y me fui a la cocina. Él me siguió – ¿Dónde está él, Jesy? – no hubo respuesta de mi parte. Mis ojos se empañaron, pero estaba de espaldas a él. – ¿Jesy?

No lo aguanté más.

– ¡Callate, Carter! ¡No entiendes que cuando alguien no te responde algo y luego se va, es porque no quiere hablar de aquello! ¡No te importa quién es! – sentí como algunas lagrimas caían por mis mejillas mientras gritaba.

De ángel no tiene nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora