Capítulo XIX: Nuevamente

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Jesy:

Era viernes. Mañana sería la fiesta de los mandriles. Estaba acostada en mi cama, con unos shorts, una camiseta de tirantes blanca, y el pelo atado en una coleta. Posé mi mano sobre mi muslo, y sentí algo que no tenía que estar sintiendo. Me senté flexionando mis piernas. Miré de cerca mi pierna, mi piel, y para ser todavía más especifica lo que salí de mis poros. Era línea pequeña, fina y negra. Era mi pesadilla. No, por favor, pensé.

Me mordí el labio inferior y me bajé de mi cama. Me acerqué a mi armario y miré mi ropa. Separé unos pantalones azules, una camiseta ajustada blanca, mis botas militares y las dejé a un costado. Me saqué la remera  y el short, y luego me cambié. Estos son los momentos en los que me gustaría ser mujer, pensé buscando en uno de mis cajones plata.

*_*_*_*_*

— Hola, señorita, ¿qué se le ofrece?  — la mujer detrás del mostrador era amable y sonreía de forma gentil.

— El lugar se llama “Centro de depilación” — señalé el cartel que se encontraba en la pared — Dígame, ¿qué se imagina que puedo venir a hacer?

— ¿Qué es lo que va a depilarse? —  sonrió aún más, como si eso fuese físicamente posible.

—  Cavado, pierna completa, axilas, espalda y pansa —  dije con poco entusiasmo.

*_*_*_*_*

— Loca desquiciada esa señora — le dije a Jara por el teléfono.

¿Qué pasó? — se escuchó su voz del otro lado de la línea. Parecía que la situación le causaba gracia.

— ¿Recuerdas a Margaret “Torturadora” Jones? — saqué las llaves de la moto del bolso. Escuché un ruido extraño del otro lado de la línea. — ¿Jara?

— Luego hablamos, es Dylan — no pude contestar, ella colgó antes.

Me subí a la moto y me coloqué el casco. Dylan, más te vale no volver a lastimar a Jara porque puedes darte por muerta, pensé mientras arrancaba la moto y comenzaba a andar. Tengo que comprar huevos, pensé antes de doblar en la calle para ir a mi casa. Seguí derecho por la misma calle, y estacioné la moto una cuadra antes del supermercado.

¿Qué me pondré esta noche? ¿Habrá algún chico lindo y decente? Ian. Su nombre fue como una respuesta a esa pregunta, pero sabía que él no estaría en la fiesta. Entré en el lugar y caminé por los pasillos buscando huevos. Nada de amor, no queremos repetir la misma historia, pensé tomando un maple de huevos. Me dirigí a la caja registradora, y pagué.

Al salir, noté qué había un hombre apoyado contra la pared, y luego sentí como su mirada se posaba en mí. Me tensé debajo de su mirada, pero continué mi camino. Escuché unos pasos, cada vez más cerca. ¿Estaría siguiéndome? No otra vez, pensé. Tomé mi celular de mi bolsillo y busqué entre mis contactos. Toqué el contacto y llamé. Un tono. «En extremo peligro, que sea una situación de vida o muerte.» Dos tonos. Esto no era una situación de vida o muerte. Tres tonos. Corté. Puedo yo sola. Guardé el celular en mi bolsillo y… me tomaron de la muñeca y me voltearon.

La sonrisa del hombre fue lo primero que vi, luego miré su barba de pocos días, sus ojos cafés, su pelo castaño y luego la impactante altura. Debía de tener alrededor de unos treinta y cinco años. Su mano se ceñía con fuerza alrededor de mi muñeca. Sujeté con fuerza el maple de huevos.

— A mi no te me escaparás — tiró de mí y yo me dejé llevar. Pelear en la mitad de la calle sería un poco llamativo, pensé. Dobló en una esquina y luego se adentró por un callejón, donde me soltó bruscamente, dejándome de espaldas a él. Escuché como le sacaba el seguro a un arma y luego su leve risa. Miré disimuladamente sobre mi hombro y vi que sonreía con victoria. No estábamos a gran distancia, si estiraba mi brazo, seguramente llegaría a tomar si codo.  — No sé porque al otro le costó tanto — y luego todo sucedió demasiado rápido. Me voltee y golpee con mi mano en su antebrazo, luego lo tomé de la muñeca girándosela. Los huevos se cayeron al suelo y escuché como se rompían. Levanté mi rodilla y lo golpee donde más le duele.

De ángel no tiene nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora