Jesy:
¿Quién era aquella mujer? Sabía que era la mujer de mis sueños, pero... ¿de dónde me conocía? O mejor dicho, ¿de dónde la conocía según ella y por qué no la recuerdo? Algo me decía que la conocía, pero no recordaba de donde.
Después de una hora de caminar por las calles oscuras, entré en un restaurante. No era muy grande, era limpio y no había mucha gente. ¿Quién iba a estar acá a las dos de la madrugada? La campanilla del lugar sonó cuando entre, y la luz blanquecina hizo que mis ojos se cerraran. Camine derecho hacia una de las mesas vacías. Noté que mis botas hacían contraste con el piso de cerámica blanco, como una mancha sobre un guardapolvo.
Me senté en uno de esos sillones viejos y verdes que se parecían a esos que había en las cafeterías de los ochenta. Miré la mesa de madera, limpia pero vieja. Junté mis manos sobre ella; las noté más blancas y temblorosas que de costumbre. No parecían mis manos, no del todo. Me las imaginé manchadas de rojo, como si hubiese acabado de sacar una vida. Cerré mis ojos.
— ¿Qué vas a ordenar? — la voz de aquella mujer me sobresaltó. Miré hacia arriba y me encontré con una mujer robusta que vestía su uniforme de camarera blanco. Parecía cansada y con ganas de irse de ahí.
— Un café — respondí y luego de que ella garabateara mi orden se fue, dejándome nuevamente sola.
Repasé cada una de las pesadillas que había tenido, cada una de las víctimas de esa niña. Repasé la imagen de la niña, luego la de la pelirroja. Ninguna de las dos tenía nombre. La mujer que se había presentado hoy en el bar decía conocerme, y que yo... no la recordaba. ¿Pero cómo?¿Cómo olvidar ese rostro? ¿Cómo olvidar esa forma de hablar? ¿Cómo olvidar los momentos...
Me tiré sobre el respaldo. La mujer había dicho que no nos veíamos hace ocho años, once meses y veinticinco días. ¿Qué había pasado hacía ocho años, once meses y veinticinco días? Cerré mis ojos y me metí en esa habitación blanca. Repasé cada una de las cosas que podía recordad, desde el mas reciente hasta el más antiguo... Mi cumpleaños número nueve. No lograba recordar nada antes de ese día. ¿Qué había hacho el día anterior? ¿Cómo había sido mi cumpleaños número ocho? ¿Y el número siete? ¿Cómo es que no había fotos sobre lo que había sucedido antes de esa fecha? ¿Cómo era posible?
¿Quién es la niña? ¿Quién es la mujer pelirroja? ¿Qué me sucedió antes de los nueve años? Esas tres preguntas taladraban mi cabeza. La única vez que había visto había sido junto a esa niña, no recordaba haberla visto en otro lugar fuera de esos sueños. Recordaba.
Y si... ¿Y si la niña era... yo? No podía ser, yo no haría eso. No podría, me sería imposible... ¿Y si no me era imposible antes? Pero es obvio que no has cambiado su forma de ser. Era yo. Cerré los ojos con fuerza y me mordí el labio para evitar el grito que quería salir por mi garganta.
Si la posibilidad de que esa niña fuera yo fuera... acertada, entonces... ¿Cómo había sido capaz de hacer todo aquello? ¿Cómo había podida jalar del gatillo o clavar el cuchillo? ¿Cómo lo había hecho? ¿De dónde se puede sacar la voluntad de hacer esas cosas? Un escalofrío me recorrió el cuerpo. ¿Cuántos más había matado?
Solamente una bestia sin alma podría hacer todo eso. Y de alguna manera yo sabía que era una especie de bestia. La oveja negra de mi familia, la reencarnación de Satán, la peor pesadilla de cualquier chico, un dolor de cabeza para cualquier director, un enigma para los psicólogos. Eso le había dicho a Zack ese día durante el almuerzo. Un enigma para los psicólogos. Cualquier persona que no recuerde nada antes de los nueve años es un maldito enigma. La reencarnación de Satán. Cualquiera que lograra hacer eso era la reencarnación de Satán, o cualquier cosa similar a esta.
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De ángel no tiene nada
Teen Fiction❝Piensa en las ecuaciones. De un lado del igual, tienes una operación, y aunque sea negativa, positiva, con más de una letra o con fracciones, esa operación siempre será igual a lo que hay del otro lado del igual. Siempre. Pero ahora intentemos hace...