Capítulo XX: Confianza

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Confianza. Nadie podía confiar en mí. Sabía que generalmente no era responsable, que solía ser problemática, que amaba desobedecer y que mis acciones no daban ninguna razón para confiar, pero de alguna manera esperaba un poco de confianza de parte de Ian.

Él no confiaba. No en mí. Pensaba que era como una caja de cristal a la que hay que proteger constantemente, que con el simple toque iba a romperse en miles de pedazos. Pero no era así. Las cosas no funcionaban así. Había tenido "toques" más fuertes en mi vida, y no me había roto. Necesitaba que él entendiera eso, necesitaba que él confiara en mi capacidad  de resistencia.

Mi computadora, ya encendida, sonó, advirtiéndome de un nuevo mail. Miré el reloj; eran las ocho de la noche. ¿Quién me enviaría un mail a esta hora? Tal vez era un mail publicitario. Me acerqué y me incliné sobre la computadora. Miré mi casilla, y vi el nuevo mail. Tenía por asunto la palabra "Ángel" y el destinatario era «kei.nor@soc.org». Nunca había recibido un mail con esa dirección de e-mail, y mucho menos con ese asunto. Hice click sobre el inusual asunto, y abrí el mail.

«Solo faltan unos pocos más, esto pronto terminará y podrás recuperar todo lo perdido.

Cuídate, Ángel. »

El mensaje únicamente contenía esas dos oraciones. ¿"Recuperar lo perdido"? ¿"Solo faltan unos pocos más"? ¿"Esto terminará"? ¿Qué era este mail? Algo raro sucedía, pero no lograba terminar de comprender la situación. ¿Qué significaba este... Mi celular comenzó a sonar, distrayendo mi atención de la pantalla del monitor.

— ¿Hola? — atendí sin mirar quien era.

— ¡Jesy! — la voz de Zack se escuchó fuerte y clara del otro lado de la línea. — ¿Vamos todos para tu casa?

— Sí, de acá nos vamos todos, así llegamos todos al mismo tiempo.

— ¿Cada uno con su auto o moto?

— Exacto — me acerqué a mi armario con el celular entre mi oreja y mi hombro. — Voy a ver que me pongo, nos vemos en un rato.

Colgué sin esperar respuesta y luego dejé el celular a un costado. ¿Qué me pongo? Tomé unos pantalones negros ajustados, unos tacos negros cerrados y un top dorado que dejaba a la vista gran parte de mi abdomen. Me deliñé los ojos, me pité un poco los labios, me peiné y salí de mi habitación. Carter y Derek estaban abajo, hablando, pero cuando comencé a bajar la escalera ambos se voltearon. Al llegar al último escalón, me paré delante de ellos.

— ¿Dónde irás?  — Derek me miraba de pies a cabeza.

— A la fiesta de... — me mordí el labio; no recordaba su nombre —, el mono tití. — Ambos me miraron confusos, sin entender a quien me refería. Rodé los ojos. —La chica con trasero de mandril con la que ambos tuvieron sexo.

Vi en sus rostros que ya habían comprendido a quien me refería. El timbre sonó, y yo me acerqué a la puerta. Deben de ser los... Mis pensamientos se vieron interrumpidos por las voces chillonas de dos... ella no eran ni mandriles.

— ¿Quién eres? — hice una mueca.

— La dueña de la casa, ¿ustedes son el par de prostitutas que vienen a complacer a este par de ninfómanos?

— Yo no soy ninguna prostitu... — no la dejé terminar, y llamé a los chicos. Cuando estuvieron a mi lado, las dos... ¿chicas? paradas en la puerta sonrieron tontamente.

— ¿De qué burdel las sacaron a estas? —  la duda me estaba matando. Los chicos me miraron sorprendidos y luego tuvieron que contener las ganas de reír. Una de las chicas, la pelirroja, iba a decir algo, pero en ese momento llegaron mis amigos. Sonreí de oreja a oreja y me despedí con la mano.

De ángel no tiene nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora