「10」

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Pasaron cuatro días de la salida en auto, el paseo y los momentos que compartieron en la cafetería. Inversamente de esto, Lan JingYi se mantuvo desierto en la habitación. Sin antojarse hablar, y solo probando jugos naturales con una galleta o un pan con cacahuete.

Y sus cambios de actitudes empezaban a preocupar a Wen Yuan, que a dos velas, se sentaba en la sala y calentaba agua en una olla arrocera para una sopa instantánea. El trabajo de bases de software y el mantenimiento general de los procesadores en la empresa, completando que desmontó dos veces una laptop que había olvidado de una reunión con su tío; lo mantuvieron tan ocupado, que se sintió realmente mal cuando en un instante pudo respirar y recordar que su cómplice no había estado divagando en su medio. Curioseando, mientras se sentaba o andaba por la cocina conversando por video chat con sus pacientes.

Apretó los puños, marchando a la puerta de Lan JingYi que se recluyó como un criminal con un mar desatado en el fastuoso y melancólico iris de sus ojos. Golpeó tres veces la puerta de madera, no consiguiendo respuesta.

–¿A-Yi? —habló muellemente, tornando a golpear la madera. –¿A-Yi estás vivo?

Nada.

–JingYi. Me estás alarmando. Por favor, sal. —pegó insistentemente, pero antes de regresar al ritmo, la puerta se abrió.

JingYi manó en la rendija de la puerta y el marco. No simpatizo un hombre que sigue aprendiendo para obtener por acabado su reválida, sino un niño tapado de pie a cabeza con un edredón rosado. Con los ojos tumefactos y las mejillas remendadas fruto de mares que derrocaron a su paso la piel lechosa del joven.

–A-Yi... —balbució. Bajando el puño y sintiéndose terrible.

Avanzó, empujando con sutileza la puerta y rodeando con sus brazos el cuerpo de su cómplice. Se sentía tan pequeño, que por unos segundos apreció que de verdad bordeaba a un niño que esperaba a tercero. No caviló mucho cuando de un minuto a otro lo cargó de manera marital, caminando a la cama de JingYi y sentándose en ella. Amoldando a JingYi en sus muslos.

–Me siento frágil cuando hacen esto. —dudó JingYi, sacando los brazos de la manta y pasándose por el cuello de Yuan, que en estos momentos le transmitía protección calurosa.

–No te sientas de esta manera... —dijo, moviendo su mano de arriba abajo en el brazo de JingYi.

–Cuando yo nací... —habló bajo, una larga historia que eligió reducir. –Una de mis madres prometió ser la estrella de mi cielo oscuro; pero al final, acabó siendo la piedra que me hace tropezar y recordar que las ilusorias sonrisas y las palabras de aire son las que brotan de la boca de una persona que promete mucho... Pero termina siendo las que más te vulneran. —profiero con un dolor patente. Comenzó a sollozar en silencio, con voz quebrada: —Yo no quería llegar a esto, pero tener una familia en donde las reglas tienen que seguirse y no la felicidad... Es la peor forma de matar tantos sueños planeados. —se ocultó en el hueso largo y delgado que conecta el hombro y el pecho de Yuan, derramando agua de sus ojos.

–... —no respondió. Ya que a veces el silencio concede, y las decisiones son tomadas. Y su decisión fue abrazarlo. Abrazarlo de mil gentilezas, ansiando transferir el afecto desarrollado en las semanas y la protección de alguien que te sabe oír, y que aunque no entienda del todo las razones de tus lamentos y un pasado que no ha vivido. Te afirmará, venga lo que venga, su protección no será inquebrantable.


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9/Meses | WY/LJY.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora