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Ya estaba totalmente cubierto por la lluvia para mi mala suerte y, aún así, seguía caminando sin rumbo.

Crucé en una calle específica qué nunca había visitado, pero aún así, a pesar de estar de casa en casa, no obtenía resultado alguno.

Para entonces ya estaba al fondo de la avenida, y la fila de casas ya habían acabado, a excepción de una ubicada al fondo del lugar, alejada del resto.

— Ding dong... — sonó el timbre, y la puerta de abrió.

Me recibió un hombre... y con toda la amabilidad que pude, le expliqué mi situación para pedirle el permiso de poder quedarme bajo el techo en su cochera mientras la lluvia pasaba y así, evitar un resfriado.

El hombre no era muy de agradar qué digamos.

— ¡Lárgate de acá niñato! — dijo, cerrándome la puerta con fuerza en toda la cara.

Definitivamente mi suerte del día de hoy, no era nada buena.

Sin más, me alejé un poco para reposar bajo la lluvia, mis pies ya no daban para más y me sentía débil cómo para seguir caminando.

El dolor en la garganta aún molestaba un poco, pero ya no tanto cómo antes gracias a que aprovechaba las gotas de lluvia qué caían en mi rostro — clic — escuché aquel sonido, significante de que una puerta se había abierto.

Una emoción repentina recorrió mi cuerpo, haciéndome paralizar por un segundo, pero rápidamente me repuse para darme la vuelta, feliz de qué alguien por fin tuviera consideración.

La emoción desapareció al instante cuándo divisé a una niña en la entrada de la que había salido aquel hombre.

— Hm... hola... — saludó en un murmuró casi inaudible.

No respondí, estaba ocupado delineando su aspecto: piel morena, cabello castaño hecho entre pequeñas ondas y sus ojos de iguaL color... tan oscuros e hipnotizantes qué si quisieras, podrías perderte en ellos.

Era primera vez qué me mantenía tan de cerca de una niña, estaba... en cierto shock.

Isabela era muy bonita... y pude seguir admirándole, pero me detuve en su mano, la cuál sostenía una bolsa de basura qué contenía lo que parecía ser... comida.

Al instante sentí a mi estomago rugir ansioso; devolví mi mirada hacia la de ella para pasarla a la bola de nuevo sucesivas veces — ¿Co... mi... da? — pregunté, complicándome un poco al hablar, pues quería y necesitaba qué ella entendiera, y digamos qué... mi habla no era la mejor, así que señalé la bolsa.

Frunció el ceño de forma notable, supongo que intentando entender de qué hablaba, hasta que giró hacia dónde señalaba — Ahm... si, venía... a botarla — miró el bote de basura a mi lado y yo seguí su mirada.

Ah... claro —murmuré—

Era ahora o nunca.

CONTINUARÁ...

—Cap editado— 450 palabras.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora