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—Julio—

Ese día me lo contó todo.

                              —~—

Sus sollozos fueron cesando poco a poco hasta simplemente desaparecer, sin embargo, no pensaba dejar de aferrarme a ella; la mantenía firme contra mi pecho mientras acariciaba con delicadeza su cabeza, aún temeroso.

—Mi madre... —habló— ella está muerta, él fue quién la mató. —soltó de repente.
                 —~—

A partir de ahí, todos los secretos salieron a la luz.

Y con ellos; surgió una nueva promesa: la sacaría de ese infierno.

Ella sería feliz; si ella podía ser mi felicidad, de la manera qué fuera, yo también sería la suya.

En ese entonces, en ese preciso momento, me enteré de cosas inimaginables y dolorosas de oír.

Ella había pasado por tanto a tan corta edad, y había sobrevivido.

Y acá estábamos, cada vez más cerca de poder arreglarlo.

En fin; una vez más, el tiempo hizo efecto y terminó por alcanzarnos también.

Ahora, Isabela tenía 21 y yo 23; ya éramos adultos y para ese entonces, todo había cambiado de forma radical, o al menos así lo veía yo.

Con el pasar de los años, las cosas se volvieron a una realidad distinta pero nos mantuvimos en pie, ayudándonos mutuamente y sin importar qué, yo cumplía con mi promesa e Isabela, de cierta forma, me devolvía el favor.

Isabela...

Ella se hizo mucho más hermosa y radiante que antes, lo cuál me impedía dejar de lado mi sentir por ella, y la cosa era... qué a ella le pasaba igual.

Tras el incidente... reconocimos ciertas cosas, y gracias a ello... ahora éramos pareja.
                —~—

—Isabela, sé... mi novia. —carraspeé ante mi propia y directa forma de ser.

Cada uno estaba recostado en el otro, descansando.

Y entonces, sus ojos, antes cerrados tranquilamente, se abrieron de golpe, e Isabela se incorporó en menos de un segundo, provocando un quejido de mi parte.

—¿Qué? —preguntó, mirándome estupefacta, mientras yo mantenía la vista perdida.

Mi mirada se posó sobre ella de nuevo, dejando la cobardía de la di.

—Qué si... puedo ser tú novio. —desvíe la mirada nuevamente— claro, si quieres. —carraspeé, nervioso.

El silencio reinó entre aquellas cuatro paredes, haciendo qué los nervios me dominaran, hasta qué escuché un pequeño susurro.

—Si... si quiero. —dijo.

Aquello captó mi atención rápidamente.

—Qué si quiero, Julio. —sonrió con un ligero sonrojo pintando sus mejillas.

CONTINUARÁ...

—Cap editado— 400 palabras.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora