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-Julio-

Me armé de valor. "Recuerda qué haces esto por ella, por un vosotros."

Y con eso en mente, decidido, tomé una de las piedras sin darme mucho tiempo de duda, ya la lancé.

-¡Auch! -escuché un quejido.

Fruncí el ceño, extrañado por aquello, hasta qué subí la mirada y logré entender la situación.

Carcajeé; muy pero muy estruendosamente.

Resultaba ser qué aquella piedra había pegado, no en la ventana, sino en la frente de a quién tenía intención de llamar con aquello: Isabela.

-Julio... pero, ¿qué? -preguntó aguantando una risa, confundida notablemente.

-Yo... lo siento- dije interrumpiéndola, aguantando una risotada.

-¿Qué se suponía qué hacías? ¿Eh, tonto? -preguntó curiosa- Ya, déjate de estupideces y sube, a menos qué ahora tengas miedo de mi venganza...! -dijo entre una risa llena de malicia fingida.

No respondí.

Por un segundo, me quedé inmóvil.

Su sonrisa, aquello me había distraído.

Mi mirada se mantenía sobre su sonrisa para subir hasta su nariz, luego a sus ojos para al final, admirarla por completo; confirmándome qué aquella decisión era todo lo correcto qué podría existir.

Gracias a mi ausencia, noté cómo Isabela desaparecía su sonrisa para fruncir el ceño en notable confusión.

-¿Julio...? -llamó, haciéndome reaccionar.

Si, bueno, me había perdido en un mundo llamado la sonrisa de Isabela e Isabela.

Hasta qué recordé mi propósito.

Bajé la mirada, retorciendo mis manos un poco, ansioso. Me mentalicé un poco antes de hablar, y finalmente, comencé:

-¿Recuerdas... qué día es hoy? -pregunté.

Sin dejarle tiempo a dar alguna respuesta, puesto qué ya sabía cuál era, seguí.

-Isabela... -sonreí- tú y yo, nos conocimos de la manera menos esperada, de una forma qué nunca hubiera imaginado, y, cuándo menos creo tener oportunidad alguna, tú lograste dármela. -mi corazón latía fuertemente entre recuerdos.

Con el pasar del tiempo, a pesar de querer negarlo, a pesar de intentarlo durante un buen rato, probablemente por miedo... -carraspeé- y de hecho, hasta cierto punto, haberlo logrado... todo el rumbo qué tenía en mente, cambió.

El escondite en el qué alguna vez... guardé aquellos sentimientos, qué en realidad, creía estaban mal, se hizo cenizas cuándo creí perderte.

En ese momento... cuándo apareciste y me di cuenta de qué aún tenía oportunidad, me di cuenta de muchas cosas qué hubiera querido ignorar, pero... sin duda alguna, es algo qué no es posible, por qué... quizás no tenga demasiado sentido, lo sé y lo entiendo, es algo disparatado; pero... tú eres esa luz qué ilumina cuándo creo estar atrapado en una oscuridad permanente,eres aquella qué, con su simple sonreír, hace de mis días los mejores. Tú eres aquella a la qué quiero ver cada mañana al despertar, y... sobre todo, eres aquella mujer a la qué quiero hacer feliz estando a lado, igual a cómo haz hecho conmigo hasta ahora -recuperé el aliento antes de continuar.

Y, también lo sé- carcajeé -tal vez suene cómo algo extremadamente cursi, pero a fin de cuentas, lo admití, pues es la pura realidad. Y, la cuestión es... qué eres tú a quién quiero a lado hasta el fin de mis días, Isabela.

Hoy fue el mismo día en qué creí qué todo había terminado, aquel en qué todo este sentimiento alocado comenzó, y será hoy el mismo día en qué grite a los cuatro vientos: qué te amo con locura, Isabela Souza. -tomé una bocanada de aire- y de todas las maneras qué podría pasar, quiero qué sea de la más simple. -me arrodillé, tomando entre mis manos la pequeña caja color rojizo aterciopelado de mi bolsillo, abriéndola hacia ella.

-Entonces... ¿Te casarías conmigo, Isabela?

CONTINUARÁ...

-Cap editado- 600 palabras.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora