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Nuestro problema con el tema de los cumpleaños es qué ninguno había tenido una celebración cómo aquella, no le teníamos un significado a especial a aquello puesto qué no nos lo habían dado.

Aquello nunca había importado por lo mismo, pero acabó cuándo nos conocimos. Desde aquel día en qué Isabela me otorgó aquello a lo qué las personas le llamaban cumpleaños, le dimos nuestro propio significado.

No era mucho, pero al menos era mejor qué nada. Isabela, a pesar de tener un hogar y una familia, por alguna razón no recibía esos privilegios, y yo... simplemente nunca tuve privilegios de ningún tipo de privilegios por estar en las calles, pero eso ya no importaba, Isabela y yo le habíamos otorgado nuestro toque especial al "cumpleaños".

Las botellas de vino qué Isabela consiguió ya qué su padre las había conseguido "para ella", se habían acabado, pues digamos qué a los dos nos había gustado un poco mucho aquello, era la primera vez qué bebíamos algo parecido, y... no estábamos dentro de nuestros carriles.

Mientras yo estaba reclinado en el sillón, Isabela se mantenía entre mis piernas con la cabeza recostada en mi hombro. El calor proveniente del contacto con Isabela, la suave melodía de la música y el ligero efecto del alcohol encima comenzaban a provocarme sueño, caería dormido en cualquier momento.

— Julio... — habló Isabela sacándome de mi somnolencia.

— ¿Hm? — exclamé aún con los ojos cerrados, tratando de mantenerme consciente para escuchar lo qué Isabela tenía para decir.

Un suspiro bastante desanimado resonó en la habitación, logrando llamar mi atención y provocando qué abriera los ojos para ver a Isabela, quién se levantó de su puesto para ir hacia la ventana y pararse frente a ella, probablemente viendo el cielo.

Me alarmé ligeramente— ¿Bela...? — le llamé por su apodo.

Aquella preocupación aumentó cuándo su cuerpo comenzaba a temblar con ligereza, y fue peor cuándo fueron sus sollozos los qué ahora resonaban en la habitación.

Me levanté ya un poco tensó ante su comportamiento y me acerqué hacia ella, la tomé del hombro y al momento en qué me dio la cara, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Las lágrimas inundaban su rostro ya rojizo y sus temblores aumentaron con ligereza.

Isabela parecía estar en su propio mundo, por lo mismo, la llamé nuevamente, tomándola del rostro — ¿Bela? — y reaccionó.

Cuándo mi mano tomó su rostro se sobresaltó, reaccionando.

Me miró, pude ver qué estaba fuera de sí— ¿sucede algo? — pregunté ya bastante preocupado.

— Y-yo... —comenzó a hablar aún entre sollozos— disculpa, y-ya, no pasa nada, estoy bien —sonrió aún con el rostro enrojecido y los  ojos húmedos.

Claramente algo andaba mal, y no pensaba pasarlo por alto.

CONTINUARÁ...

—Cap editado— 450 palabras.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora