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—Julio—

—Dios... ¿no podrías acelerar aunque sea un poco? — le pregunté a aquella desconocida mientras el desespero me carcomía lentamente.

—Déjame pensarlo... —respondió entre una carcajada por lo bajo, haciéndome perder la paciencia notablemente.

Resoplé, su actitud pesada comenzaba a molestarme en serio.

Apoyé el codo sobre la ventanilla, de manera qué el viento dio contra mi cara, dando un aire qué me relajaba, aunque, aún así, los nervios no aplacaban.

Se notaba la tensión en el auto, al menos por mí parte, y claro, la desconocida tuvo qué romperlo.

—Calle 1110 ¿no es así? —preguntó en un vago intento de "confirmar" la información qué le había dado antes de parar acá en su auto.

—Mhm. —respondí ya sin una pizca de carisma, estaba inquieto, sumamente preocupado por... —nuevamente, el silencio de mis pensamientos fue interrumpido.

—Estás... compartiendo vehículo con alguien qué apenas te ha dicho su nombre siquiera, ¿cómo se supone qué puedes preocuparte más por... una chica? —me preguntó, incrédula ante mi comportamiento.

Y en realidad, era cierto, aquello no me inmutaba para nada, mi preocupación era todo lo relacionado con la chica inestable qué había dejado atrás.

—Isabela. —comenté, aclarando el nombre de aquella chica.

Una sonrisa baja se posó en sus labios— Isabela... —murmuró— claro. —rió.

De nuevo aquel silencio placentero, qué nuevamente interrumpió.

—Eres demasiado confiado, hijo... —habló.

¿Eran ideas mías o acababa de decirme hijo? qué incómodo.

—Esa podría ser una de tus tantas debilidades... porqué... no te veo preocupado en lo más mínimo, pero de lo qué estoy segura, es qué ella es la primera y más profunda de todas ellas. —sentenció, bastante segura de lo qué decía.

—Supongo qué es normal... a fin de cuentas, ella... —sonreí un poco— es mi amiga, mi mejor amiga, y... ah, le agradecería qué no utilizara apodos cómo el de hace rato —comenté.

Se quedó callada ésta vez, pero una sonrisa de boca cerrada invadía sus labios a pesar de su silencio.

—Llegamos... —avisó.

Antes de bajar, miré con cierto temor la casa qué tenía enfrente, luego reaccioné y bajé del carro rápidamente para ir tras el patio, hacia su ventana, pero aquella mujer, Lucia, interrumpió mi plan.

—¡Julio...! —gritó para llamar mi atención.

—¿Qué? —dije con cierto desespero en mi tono.

—Esto qué haces... créeme, no es de simples amigos, sólo... tenlo en cuenta. —dijo tras guiñarme el ojo para por fin arrancar e irse.

Mi ceño se frunció al procesar sus palabras.

¿Qué insinuaba..?

CONTINUARÁ...

—Cap editado— 415 palabras.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora