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Con los ojos ligeramente apretados mientras dejaba sus lágrimas correr libremente, Isabela levantó su blusa por el doblez; dejando ver específicamente de la costilla hacia la espalda.

Al verle, mis ojos se abrieron mucho más qué antes; no había lugar en el que no tuviera alguna marca,ya fuera vieja o reciente, estaba totalmente llena de moretones y cicatrices.

Yo la veía horrorizado mientras ella comenzaba de nuevo con aquellos sollozos frenéticos e inevitables.

De repente tuve reacción y la furia comenzó a correr por mi cuerpo, en ese instante, apreté tanto los puños hasta el punto de que mis nudillos comenzaron a dejarse ver blancos.

La impotencia nublando mi mente.

Isabela dejó caer su blusa nuevamente, cubriendo aquellas marcas, intentando ocultar lo ya imposible.

—¿Quién? —pregunté de golpe tras un largo silencio en el qué intentaba, cómo mínimo, poder dar un tono decente en comparación a mi enojo.

Todo me era indescriptible; era alguna mezcla de impotencia y culpa, en conjunto con el enojo. Isabela solo sollozaba, acortando mi poca paciencia, y al mismo tiempo, confirmando mis sospechas.

—Lo preguntaré... —me interrumpí a mí mismo y exhalé profundamente, tratando de controlarme frente a ella.

—Lo preguntaré... solo una vez más, y luego, me iré tras esa puerta antes de cometer una locura —carraspeé, intentando bajar mi tono— ¿quién te hizo eso, Isabela? —acentúe el "quién" apretando los dientes en el intento.

Isabela solo levantó la vista dejándome apreciar aquel rostro que me desarmaba cada vez más con cada lágrima que corría.

Al ver qué no pensaba decir nada, me levanté, suspirando pesadamente para dirigirme a la puerta e irme de allí, pero me detuve.

—Mi... padre. —escuché decir de repente en un susurro casi inaudible, qué por suerte, logré distinguir.

Mi cuerpo se tensó al escucharle.

—¿Qué? —Pregunté, dejando notar el tono malhumorado, y apretando mis puños cada vez más.

—No... hagas una locura. —murmuró— p-por favor... —terminó por decir en un susurro bastante débil.

—Tu padre. —repetí incrédulo.

Carcajeé irónicamente por lo bajo, pues ahora, todo tomaba sentido...

El entrar a escondidas, el miedo repentino, el secreteo...

Todo.

Lo peor... era qué mi enojo, no era por aquello, sino por el tenerlo frente a mí todo el tiempo, y no haberme dado cuenta.

Ella... se encontraba mal gracias a mí, era un tonto, me mataba el no haber caído en cuenta de todo esto... y por eso, ahora sufría las consecuencias.

Me distraje de mis pensamientos cuándo alguno qué otro ruido aumentando constantemente, llamó mi atención.

No pude pensarlo demasiado.

—PUM...!

CONTINUARÁ...

—Cap editado— 430 palabras.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora