- Epílogo.

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La había perdido. Daba ya más de un año desde que la había perdido en aquella tarde donde se suponía tendríamos nuestro pequeño final feliz de cuento de hadas... pero nada es lo qué parece, ¿no es así?

Isabela podría... ser descrita en nuestra historia cómo lo que todos conocen cómo primer amor. Aún así, ella fue más. Ella siempre fue más.

Isabela fue aquella chica de la que podría decir me enamoré profundamente. Y... eso, a fin de cuentas, es lo que más duele realmente en comparación a cualquier otra cosa que hubiera experimentado a lo largo de mi vida.

Durante... la gran mayoría de mi infancia, solo conocí el desprecio, el odio, y la poca compasión y entendimiento de las personas hacia aquellas que no están "a su nivel".

El sentimiento de abandono, gracias a mis padres.

Las críticas, de las personas ignorantes a mi situación.

El frío de la noche, a falta de un hogar e incrementando gracias a la soledad, el hambre, y la sed.

Y solo ella fue capaz de marcar la diferencia.

Ella me dio calor en mi noche más fría.

Pude conocer el amor, la calidez de un hogar, el cariño humano, y la felicidad.

Soy consciente de que, gracias a ella, pude vivir todo eso y más, estando a su lado.

Y ahora la había perdido para siempre.

Aquella calidez que conocí algún día ahora solo abrigaba en mis recuerdos.

Y no. No era suficiente saber qué, al menos, pude hacerla feliz por el  tiempo que estuve con ella, simplemente, no lo era.

No había podido sacarla de aquel caos en el que vivía constantemente, no había podido cumplir la promesa que le había dicho de calmar sus dolencias, y ahora era tarde. Pues ella ya no estaba, se había ido para nunca más volver. Y de... poder hacerlo, de estar aquí realmente, lo mucho que me estuviera mimando en este preciso instante entre pequeños regaños por estarme sintiendo así de mal, aunque fuera por un segundo.

— ¿Padre? — escucho decir a mi hija, quién me saca de entre mis pensamientos en los que había quedado inmerso al ver el cuadro junto a Isabela enfrente mío.

Nuestra primera y ultima foto juntos.

¿Qué sucede, Bela? — murmuro, mi mirada sobre el rostro de Isabela en el cuadro, detallándolo.

Comenzaba a olvidarla.

Y sí, mi hija. Mi pequeña Bela. En honor a ella.

¿Siendo sincero? No, no había podido superarla aún tras tanto tiempo, no podía, no aún.

Y tal vez, solo tal vez... podría hacerlo... en unos años más.

Dicen qué, al final, el primer amor, nunca se olvida. Y no quería hacerlo, no podía olvidarla.

No dejaría que eso sucediera.

— Llegó un grupo nuevo, papá — me avisa Isabela en cierto tono eufórico, esperando a que le acompañara, pues sin embargo, era bastante penosa.

— Pues venga, vamos — una sonrisa sobre mis labios, mientras comienzo a pasar a la siguiente habitación.

— Sean bienvenidos, chicos.

No dejaría que quedara en el olvido.

— Soy Julio Peña.

Isabela Souza no sería solo un recuerdo feliz en mi memoria.

— Es un gusto decirles qué... están a salvo ahora, ¿está bien?

Isabela no solo había sido mi primer amor.

Estoy orgulloso de darles la bienvenida, a su nuevo hogar...

Ella había sido aquel pequeño destello de luz al final del túnel. Ese colorido cielo azul en mi mundo gris.

Ya no son solo ustedes...

Isabela había sido la razón de mis alegrías.

Somos todos, ya ninguno está solo, están bien; estamos bien... — miro a cada uno de los niños atemorizados enfrente mío, mi mirada cae en mi pequeña, mi Bela.

Isabela no sería nada más la razón del pequeño e indefenso Julio Peña.

— Siéntense, les contaré una pequeña historia, no tengan miedo...

Isabela haría llegar esa calidez embriagadora a cada niño indefenso, a cualquier Julio Peña regado por el mundo.

— ¿Ven a esa chica de allí...? — señalo el cuadro, dónde es Isabela quién resalta, mientras los chicos alzan la vista atentamente.

Aunque no estuviera presente...

— Ella hizo todo esto posible... — susurro entre una sonrisa.

Isabela haría llegar esa calidez no solo a mi, sino a cualquier pequeño que necesitara de ella.

Sé que ella hubiera estado feliz de compartir aquí con ustedes para consentirlos al máximo... — mi tono toma cierto ápice melancólico.

Y lo siento, en ese preciso momento lo siento, una calidez que reconozco al instante. Pero sé qué ella ya no está.

Y aún así... sé qué ella está sonriendo desde allá arriba.

Y allí, en ese pequeño edificio que había tardado unos años en lograr construir... le contaba a esos niños ya no desprotegidos, mi historia junto a Isabela.

Cómo aquello, que antes había sido solo un sueño infantil, había podido hacerse realidad.

El cómo Isabela me había ayudado a crecer cómo persona. El cómo ella, me había hecho sentir en casa...

El cómo mi felicidad había sido, e iba a ser siempre: ella.
                                   ...

— Julio... —escucho llamarme a Isabela entre recuerdos— cuándo crezcamos, y logre salir de aquí... ¿ayudaremos a todos esos niños qué estén en las calles? —ella me mira— ¿cómo... un centro especializado para cuidarlos?

— De hecho, no estaría nada mal, Bela.

— Entonces... ¿lo haremos? —me pregunta en cierto aire ilusionado.

— Es una promesa.

FIN.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora