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Isabela comenzó a reír cabizbaja, intentando ocultar aquella tristeza desesperadamente, algo qué no estaba funcionando.

Pensaba decir algo, pero... ¿qué podría decir ante una situación así?

No tuve qué hacerlo, pues la risa de Isabela comenzó a distorsionarse poco a poco hasta volver a aquellos sollozos cada vez más frenéticos que pronto se volvieron en un llanto imparable.

Mis ojos se abrieron en sorpresa, ella lo notó, y sus manos volvieron a cubrir su rostro, haciendo presión en el mismo con ligereza.

No sabía qué hacer y lo cierto era qué no quería empeorar la situación, así qué lo mejor qué se me ocurrió, fue tomarla de los hombros para apoyarla en mí nuevamente y rodearla en un abrazo.

—Puedes llorar todo lo qué quieras ¿está bien?— ella asintió, buscaba hacer qué Isabela se desahogara y a mi parecer estaba funcionando, era un mar de lágrimas.

Comencé a acariciar su espalda con cariño y al mismo tiempo, murmuraba ciertas palabras de aliento, hasta qué su llanto comenzó a aumentar repentina y exageradamente; aquello me provocó, por primera vez, un nudo en la garganta, sentía cierto vacío al ver a Isabela de esa forma, y no sabía qué hacer siquiera.

La versión de Isabela qué conocía, era aquella chica bonita y sonriente de siempre, pero ahora, el ver esta faceta, algo se quebraba, el verla tan... rota, dolía.

No sabía qué hacer así qué preferí quedarme dónde estaba, abrazándola, mientras ella me destruía poco a poco con su llanto.

Hasta qué luego de un rato, aquellas lágrimas fueron cesando hasta el punto de qué aquellos gemidos ahogados, se volvieron nuevamente a esos débiles sollozos de antes.

—Lo... siento— habló recuperando su tono de voz habitual.

—No. — sentencié, interrumpiéndola.

—¿No...? —Preguntó dudosa para luego sorber un poco de su nariz.

—No tienes qué disculparte, si quiera tienes una razón, te dije qué estaba bien y así es— dije con seriedad en mis palabras.

Isabela suspiró por lo bajo y volvió aquel silencio en el qué nuestras respiraciones eran lo único qué se distinguía alrededor.

—¿Vas... —inicié— a... contarme lo qué sucede, o... voy a tener que adivinar?— necesitaba saber que sucedía sin rodeo alguno.

Después de aquello, no me quedaría tranquilo, Isabela era una de mis prioridades, me preocupaba, y para su reacción ante lo que sea qué estuviera pasando... no debía ser nada bueno.

El problema con eso... es qué siempre lo tuve frente a mis ojos, y era muchísimo peor de lo qué imaginaba.

CONTINUARÁ...

—Cap editado— 420 palabras.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora