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—Julio—

Una completa oscuridad me abrigaba, era tentadoramente confusa, pero de repente, fue
interrumpida por una claridad repentina.

—¿Qué...? — murmuré por lo bajo, confuso al ver todo mi alrededor borroso.

Parpadeé repetidas veces con cierta dificultas para poder adaptar mi vista; cuándo por fin dejé de ver borroso, fue qué caí en cuenta— al menos por una pequeña parte — de lo qué estaba sucediendo.

Algo vino a mi mente de repente; pasos... y, de la nada... simple oscuridad.

Me perdí entre pensamientos confusos hasta qué por fin hice caso a mi alrededor. Busqué de moverme, así qué moví con ligereza la mano; el tacto era... suave, y a partir de ahí comenzó a invadir todo mi cuerpo— mis sentidos comenzaban a reaccionar — y ahí, me fijé en los sonidos...

Sollozos.

Aquel débil sonido llegó a mis oídos dejándome más confuso al momento de reconocerlo, pero tras uno segundos...— un momento... —

Isabela.

De un momento a otro tuve el impulso automático de levantarme, y apenas lo hice, estuve a punto de gritar su nombre, hasta qué logré detallar todo.

Ella estaba en el suelo, llorando...

Isabela estaba recostada en el suelo en posición fetal mientras lloraba entre murmullos indescifrables, fruncí el ceño ante aquello.

—¿Isa-? — intenté hablar antes de sentir un mareo punzantemente repentino en mi cabeza; me llevé la mano a la cabeza, tratando de ver todo en su lugar y no al doble.

Cuándo lo logré, noté cómo Isabela se daba cuenta de mi presencia secándose las lágrimas y dejando de llorar casi al instante.

Se levantó del suelo tratando de disimular lo qué sea qué había sucedido, carraspeo un poco y comenzó a hablar sin darme la cara— Despertaste... —dijo, dejándome aún más desconcertado qué antes.

—Desperté... —repetí confundido— ¿cómo qué desperté? ¿qué pasó? —pregunté comenzando a entrar en desespero entre todas esas cosas qué no entendía.

Ella dio un suspiro dejándose ver cabizbaja— solo... eh... ¿te sientes bien? — preguntó interrumpiéndose a lo qué sea qué iba a decir.

—Isabela, vamos, por favor... ¿qué sucede? — insistí en desespero.

—No pasa... nada. —mintió notablemente.

—Nada... — repetí — bien. — paso seguido, rodeé a Isabela para acercarme a la puerta e irme hasta qué sentí otro de esos mareos repentinos.

—¿Julio? —Llamó Isabela cuándo di un quejido.

—Cómo... — comencé a hablar para desviar el aturdimiento — cómo no piensas decirme nada, y la verdad es qué... no quiero adivinanzas —me acerqué por fin hacia la puerta— me voy — dije por fin, abriéndola dispuesto a salir por ella.

Isabela

Julio despertó de un momento a otro y al instante me llenó de preguntas; preguntas qué, a ser sincera, no quería ni pensaba responder, y es qué, a decir verdad, tampoco estaba para ello.

La cosa estaba en qué... Julio no entendería el por qué, y eso no sería suficiente para el, así qué, en respuesta a mi cambio repentino de tema, se levantó, dispuesto a irse.

No quería qué las cosas sucedieran de esa forma, era lo qué menos necesitaba; quería qué se quedara pero las palabras no abandonaban mi garganta, estaba... desconcertada.

Iba a irse, y... ¿dejarme sola?

Estuvo a punto de cruzar el marco de la puerta hasta qué hablé.

—¡Julio! —grité, haciendo qué me diera la cara.

Le di una mirada suplicante, pero... esta vez no fue cómo las otras.

Bajó la mirada y cerró la puerta en silencio; mis piernas flaquearon y me dejaron en la misma posición de antes.

Estando sola, en el suelo, y con las lágrimas acumulándose en mis ojos.

CONTINUARÁ...

—Cap editado— 600 palabras.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora