-33-

108 20 8
                                    


—Julio—

Mi madre había influido bastante en aquel plan, pues fue ella quién ofreció su hogar cómo refugio al momento de escapar, al menos mientras yo no consiguiera ese tipo de lujos.

Y al final, con el tiempo no solo mejoraron las bases superficiales; ni forma de pensar, de actuar y de ser cambiaron también drásticamente ahora qué había adquirido verdaderos conocimientos. Las dudas de antes ya no rondaban por mi mente y había logrado entender muchas cosas de las qué antes era ignorante, y ahora... ahora entendía cosas tales cómo le qué siento por Isabela; tenía la capacidad de otorgarles un nombre.

Y ahora era el momento en el qué le demostraría lo qué antes no supe.                       
—¿Nervioso...? —preguntó mi madre carcajeando un poco al otro lado de la puerta de mi habitación mientras me vestía.

¿Para qué? Oh sí, mi pequeño plan secundario.

—Un poco... mucho, si. —dije riendo nerviosamente por lo bajo, pues la realidad era qué aquello era cierto, estaba aterrado, cómo nunca antes.

Tardé un poco al salir, intentando mentalizarme de lo qué estaba a punto de hacer y, cuándo por fin estuve listo, mi madre y yo nos asentamos en su auto.

Cuándo estuvimos dentro, ya en la vía, pude notar una cosa: el atardecer. Desde la posición de mi ventanilla pude detallar cómo poco a poco el sol daba paso a un hermoso atardecer, y sonreí.

Todo iba perfecto.

Aquel pequeño detalle le encantaría a Isabela, estaba seguro; aquello le encantaba, las cosas simples eran su fascinación: el sentarse a ver el atardecer o levantarse lo suficientemente temprano para presenciar un amanecer; la pureza de aquellas pequeñeces era todo lo qué podía estar bien en el mundo; aquel cielo ya anaranjado y con pequeños tonos rojizos me hizo celebrar internamente.

Aunque me inquietaba, todo iba de manera... demasiado perfecta, y por más ridículo qué soñara, aquello me era extraño.

—No tienes por qué inquietarte...— habló mi madre, haciendo obvio mi nerviosismo — ella te ama cómo no tienes idea, Julio. —comentó.

Logró tranquilizarme con aquello último, escucharlo hizo qué i inquietud cesará un poco, pero se volcó nuevamente cuándo noté qué ya nos encontrábamos frente a su casa, aquella casa qué conocía tan bien, dónde nos habíamos conocido...

Mi corazón latía sin descanso dentro de mí pecho y sentía cómo mis manos comenzaban a sugar, bien... comenzaba a entrar en pánico.

—Sé valiente, recuerda qué haces esto por ella, por un vosotros... —habló mi madre con su raro y supuesto acento español, evitando un posible ataque de pánico.

Su sonora risa me hizo sonreír ladinamente— vale... anda. —dijo, dándome una pequeña caricia en la mejilla.

Respiré lo suficientemente profundo para volver a estar cuerdo y bajé del auto, y a pesar de qué sentía a mis piernas flaquear, alejé cualquier pensamiento negativo de mi mente con las palabras de mi madre rondando en ella en su lugar.

Suspiré cuándo mis pies tocaron el suelo; paso seguido, me agaché y tomé un par de piedras del mismo, y con ellas en mano, fui hasta la parte trasera de la casa, justo dónde se encontraba la ventana de Isabela, pero no antes de darle otra mirada a mí madre de modo de despedida.

—Bien... aquí vamos. —dije sonriéndome a mí mismo, convenciéndome de qué todo iría a la perfección.

De qué todo iba a la perfección quería convencerme... cuándo, sin saberlo, era todo lo contrario.

CONTINUARÁ...

—Cap editado— 575 palabras.

┌ 𝑴𝒊 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒊𝒅𝒂𝒅: 𝒆𝒔 𝒆𝒍𝒍𝒂. ❞ ➦𝐈𝐬𝐮𝐥𝐢𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora