CAPÍTULO 11

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Sus brazos largos llegan hasta mi cadera, acaricia mi piel con lentitud. Todavía desnuda y acurrucada en su cuerpo desnudo.

—Por cierto, increíble la lencería —comenta alargando el otro brazo y alzando una de las prendas.

—Sí —suelto una carcajada—. Ni siquiera lo has mirado, Erik.

—Claro que sí, jamás pierdo detalle de ti.

Ni yo. El pelo de su pecho rubio a comenzado a aclararse, pero es mas sexy aún. Bueno ¿Es que hay algo que le pueda sentar mal a Erik?

Me incorporo un poco, apoyando los codos para inclinarme.

—Yo tampoco —extiende su mano y me acaricia.

Me acerco a él poniendo medio cuerpo encima de él, pero a Erik eso de medio cuerpo no le gusta. Con un movimiento ágil me pone encima de él por completo.

Le beso dejando que vuelva a consumirnos ese deseo tan nuestro y a medida que lo beso, sé que ese deseo jamás podrá extinguirse. Me noto mojada contra su erección, piel con piel. Sus manos se aferran a mis caderas y gimo ante el dolor de la presión.

—Ve arriba —murmura contra mis labios—. Como sumisa.

—Iré —le aseguro—, pero yo también tengo un castigo para ti —le robo un beso y me encargo de acomodarme sobre su erección, levanta su cadera como respuesta—. Quiero castigarte.

—¿Qué propones?

Me muevo hacia adelante y atrás, masajeando su polla contra mi. Mojándole, dejándole deseoso de mas.

—Quiero que vuelvas a ponerme la lencería y que vayas tu arriba y me esperes. Como sumiso.

Su mirada no tiene precio, pero su cuerpo a reaccionado con una chispa de deseo. Su erección debajo de mi, parece estar pidiendo calma. Una calma que tardará en llegar.

—Ahora.

Salgo de encima y me quedo de pie junto a la cama. Sé que nos retamos con la mirada, yo le digo que no pienso aceptar un no como respuesta, y él me dice que me lo hará pagar.

—Vale.

Se levanta de la cama. A propósito, se pone delante de mi, la punta de su pene me roza un momento, el estómago me da una sacudida y mis piernas vuelven a temblar un poco. Pero mantengo el control, el deseo incontrolable por este hombre.

La tarea de volverme a poner la lencería creo que es igual de difícil para los dos. Su erección se ve tan apetitosa como sus manos por todo mi cuerpo y las mías sobre el suyo.

Por último, me pone el sujetador. A propósito, sus dedos rozan mis pechos y mis pezones se endurecen como respuesta.

—Ve —digo con la boca seca.

Y así mismo, desnudo, sale de la habitación dejando la puerta abierta.

Cojo aire un momento, con casi dificultad. Erik me deja sin respiración, no soy dueña de mi.

Me sé el camino. Subo las escaleras vacilante, dándome tiempo a controlarme y guardar todo lo que no tiene que estar bajo llave dentro de mi.

Al abrir la puerta, está esperando, de rodillas delante de la cama.

El cuarto ha cambiado por completo, no lo recuerdo así.

—¿Estás listo? —me acerco a él.

—Sí.

No le digo nada, no alza la vista mientras me alejo a una de las cómodas de color negro. Abro el cajón y encuentro una gama preciosa de esposas. En el siguiente una fila de plugs y vibradores. El otro cajón, las varas y las fustas. En la otra cómoda, encuentro cuerdas.

ESTE ES MI JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora