CAPÍTULO 15

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—Gracias por venir, Mia —Fred me estrecha fuerte nada más abrirme la puerta.

Busco con la mirada a Erik, pero encuentro antes a Nika. Me acerco a ella atravesando el salón que tantas veces he recorrido y que pensaba, después de Gemma, que no volvería a pisar.

—Hola cielo... —abrazo a Nika y ella me responde débil y con un sollozo.

—No puedo creer que esto esté pasando otra vez...

—Tranquila —la separo de mi y le seco las lágrimas.

Niega con la cabeza respondiendo a algo que solo ha sonado en su mente.

—Erik está en su habitación. No sale des de hace unas horas.

Supongo que me pide que vaya.

—Claro.

Con paso decidido voy hacia su habitación, teniendo claro que voy como una amiga de la familia.

Fred me pidió por favor que fuera, que enterrar a su padre sería duro para todos y no solo Nika o él me necesitaría, también Erik.

Golpeo la puerta con los nudillos y no obtengo respuesta. Abro la puerta sin esperar más.

Lo veo sentado en su sillón de piel negro que ahora mira hacia el ventanal y la ciudad entera, en su mano tiene un vaso de whisky con un poco de ese líquido dorado.

—Hola —murmuro cerrando la puerta pero sin dar un paso mas.

Se lleva el vaso a los labios sin articular palabra.

Hace tan solo dos días que no lo veo y parece haber pasado esos cuatro años abismales.

Me acerco a él. El ruido de mis tacones parece ensordecedor.

—Erik... —me pongo de cuclillas junto al sillón.

Va a coger la botella que está a mi lado, en la mesilla de cristal. Le cojo de la muñeca impidiéndole llegar, clava su mirada en mí. Fría, distante, hostil...

Me deja sin aliento durante un segundo. Le suelto y acaba de coger la botella para servirse otra copa.

Lleva una camisa negra mal abrochada y sus bóxers. Nada más.

—Sé que mi hermano te ha pedido que vengas. No estás aquí porque quieres —deja la botella en el suelo y vuelve a clavar la vista en los edificios después de darle un largo trago.

—Sí, me ha pedido que venga y sabes que podría haber dicho que no.

—¿Y porque no lo has hecho? —me espeta.

—Porque no me da la gana —le respondo de la misma manera—. Ahora cámbiate.

—No voy a ir.

—Erik... —intento buscar las palabras, pero es que no hay ningunas que sean lo suficiente adecuadas para momentos así.

—¿Tu madre va a estar?

Sabe la respuesta.

Mi madre se ha negado rotundamente a ir al entierro de Angus. Los especialistas dicen que sigue en estado de shock y es mejor no presionarla, otros en cambio, dicen que tiene que despedirse. Pero no la podemos obligar, cuando intentamos hablar con ella, grita sin parar, intenta defenderse a golpes, como si le estuviéramos agrediendo de verdad.

—No.

—Bien. Pues si la mujer a la que quería mi padre no va a ir ¿Para qué va a ir el hijo al que odiaba?

—No te odiaba.

—Amelia —me mira a los ojos de nuevo, esta vez aguanto con un gran esfuerzo. Solo hay odio en sus ojos, le conozco lo suficiente como para saberlo—. Me odiaba, ese cabrón me odiaba más de lo que te puedes imaginar, maté a su mujer.

ESTE ES MI JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora