32

102 10 0
                                    

Y mientras en la cabaña del lago bird Hiram Lodge luchaba por su vida, el cuerpo de sheriffs de Riverdale se preparaba para buscar en cada rincón al gran hombre de traje negro. Muchos de ellos, incluida la fiscal, dudaban de la confección de FP, y aunque parte de lo que dijo era cierto, estaban seguros que al cuento le faltaba un pedazo.

Dentro de la cabaña Verónica y Hermione gastaban todos los recursos que tenían disponibles, mientras que afuera una fuerte tormenta comenzaba a descender, mojando la dura y y pastosa tierra.

— Ronnie, pásame más gasas. — Pidió Hermione — en un intento por buscar la ayuda de Verónica, mas ésta no le respondió. El sólo hecho de pensar en su padre muerto, la paralizaba.

— Ronnie, pásame más gasas. Ronnie. — Se giró sobre su eje — para verla tendida sobre el suelo con las rodillas recogidas hasta su pecho. Estaba en shock.

— ¡VERÓNICA.
Solo aquel grito logró sacarla de su ensimismamiento

— ¡Sé que esto es complicado, pero no puedo hacerlo yo sola, ¿ok? Necesito de tu ayuda. Así que, párate de allí y ayúdame con las gasa!

— De acuerdo. Por favor, no dejes que se muera.

— Tu padre no se va a morir. Es un hombre fuerte y creo que te lo ha demostrado en varias ocasiones. Todo va a estar bien, lo prometo.
Posó su mano ensangrentada sobre la de Verónica y habló con más calma. En estos momento era donde Verónica necesitaba saber que su madre siempre estaría fuerte para ella, aunque le doliera mucho más.

Y aunque el ángel de la muerte estaba dispuesto a llevarse a Hiram Lodge, el destino eligió que no era su momento, que todo aquello sólo era parte de un proceso.

Al cabo de algunas horas, Hiram Lodge logró mantenerse estable y la herida ya no se veía tan grave, junto a él dormía Verónica, quien no se despegó ni un segundo de él, ni siquiera dormida, porque aun así, tomaba su mano.

Por otro lado, Hermione se hallaba en una esquina de la habitación observando cómo las dos personas más importantes en su vida lograron descansar. Era una bella fotografía, pero no tan bella como la satisfacción de saber que tenían una oportunidad más.

DÍAS DESPUÉS. . .

El sol de la mañana se alzaba orgulloso sobre las montañas que rodeaban la cabaña, la brisa nunca antes se había sentido tan cálida desde que llegaron y por primera vez en muchos días, todos habían logrado descansar lo suficiente. Incluso el mismo Hiram.

— Hola, mamá.

— Hola, princesa. Ven, siéntate aquí a mi lado.

— ¿De dónde salió esta silla? Antes no estaba aquí.

— Al parecer André la encontró en el sótano. Estaba allí junto a otras cosas.

— Es bonita, me gusta.

— Lo es. ¿No te parece que ya se respira mejor?

— Sí. Y creo que papá ya se está recuperando. Eso es bueno.

— Lo es. Cuando Hiram se recupere del todo, empezaremos a armar un plan para hallar al idiota de George.

— Hablando de él, ¿cómo no te diste cuenta que no era papi? Digo, ustedes estaban juntos por más tiempo.

— Bueno, quizá porque ambos estábamos en nuestras cosas y no me daba el tiempo para detallar las irregularidades, que aunque tu padre también tiene muchas, las de George eran distintas.

En ese mismo instante la figura masculina de Hiram se hizo presente en la estancia, y se quedó detrás de ellas sólo escuchando lo que hablaban, hasta que decidió tener la palabra.
— Sería raro que no hablaras mal de mí, mi amor.
Ambas se giraron sorprendidas, pues no esperaban verlo de pie, al menos no todavía.

— ¡Papi!

— Hola, mija.
Sin esperar más, Verónica se lanzó contra la anatomía ajena fundiéndose en un abrazo, uno que le causó molestias al masculino, y no porque no lo quisiera, sino porque todavía no sanaba del todo la herida.

— ¡Auch! — Se quejó —

— Lo. . . Lo siento. ¿Estás bien?

— Sí. A la próxima no aprietes tan fuerte.
La siguiente en saludar fue Hermione, y aunque Hiram se esperaba un abrazo y un beso de su parte, solo consiguió un pequeño roce entre sus cuerpos.
— Se veía más emocionada Verónica que tú. — Musitó con el ceño fruncido —

— Lo siento. Me alegra saber que ya estás mejor y que puedes caminar un poco.

— Bueno, eso gracias a los cuidados de mi familia. Nada mejor que eso. — Sonrió envolviendo entre sus brazos la anatomía de su hija —

— Estoy muy feliz de que estés mejor. No sabes la angustia que pasamos mamá y yo. Creíamos que te ibas. . .

— No, eso no. Soy duro de matar. Deberías ya saberlo.

— Te lo dije, Ronnie. Tu padre es un hombre fuerte.

— Lo soy porque ustedes están conmigo. Oigan, creí haber visto el rostro de André antes de llegar aquí.

— ¿Te acuerdas de cómo llegamos aquí, Hiram?

— No mucho. Recuerdo a Archie, recuerdo haberte pedido agua y también recuerdo haber convulsionado.

— Pacticamente recuerdas todo. Cuando André te vea se va a sentir muy feliz. Pregunta por tu salud todos los días. Él se ha encargado de ir a traer las cosas que nos suplen, al igual que tu medicina. De hecho, debe estar comprándola ahora.

— Pues cuando llegue le daremos la noticia.

HILL'S TOWN.

— Buenos días, señor. ¿En qué le puedo colaborar?

— Estoy buscando medicamentos para la infección y el dolor, también gasas estériles, alcohol, guantes y un esparadrapo.

— Con gusto. ¿Tiene algún herido en casa? — Preguntó el farmacéutico con curiosidad —

— Mi hija se ha caído del columpio y mi esposa me mandó por esta cosas.

— Pero si es un niño no puede suministrarle medicamentos tan fuertes y menos en cápsulas.
André movía la pierna nervioso y sus ojos le bailaban de un lado al otro atento a lo que pasaba a su alrededor.

— Los medicamentos son para mí. Hace poco me hicieron una cirugía.

— ¿Y su doctor no le recetó una fórmula?

— La dejé en casa.
Las gotas de sudor comenzaba a empaparle la frente y el nerviosismo se venía con más claridad. Aquel hombre estaba haciendo muchas preguntas y de seguro sabía algo.

Mientras él farmacéutico buscaba entre los estantes las cosas médicas, André comenzó a ojear unos volantes y revistas que descansaban sobre el cristal.

Resvista de vestidos de novias, de farándula, de cocina y hasta volantes sobre rifas y reparaciones de autos, pero el volante que más le llamó la atención fue aquel donde se plasmaban las caras de: Hiram, Hermione, Verónica y hasta de él mismo, en la parte superior un letrero con letras negras que decía: se buscan.

En ese momento André palideció, tomó el volante  y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. Ya la noticia había llegado hasta ese pueblo y si era así, muy pronto tendrían al FBI tocando la puerta de la cabaña.

— Señor, aquí están sus medicamentos.
Él solo se giró, sacó varios billetes y los dejó allí. Agarró como pudo la bolsa y salió del lugar.

— Quédese con el cambio. — Le dijo —
Y en realidad era mucho dinero para lo que realmente costaba lo poco que llevaba.

Al salir se puso sobre la cabeza la capucha de la sudadera y caminó mirando hacia todos los lado. Siempre con la cabeza agachada. Se subió al auto y arrancó como alma que lleva el diablo. La mala noticia pronto llegaría a la cabaña

The Lodge familyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora