1. Pecado.

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Cuentan las viejas leyendas sobre dioses y mortales, que unos y otros son seres completamente opuestos. El mortal debe alabar e inclinarse ante las deidades y éstas a cambio les favorecerán con buena fortuna o abundancia en sus vidas.

La línea que separa a unos de otros puede ser abismal, o puede ser muy fina.

Algunas veces los dioses descienden y se dice que muy pocos mortales han tenido la fortuna de ser bendecidos al encontrarse con ellos.

Aún más extraño es el hecho de que dioses y mortales interactúen y puedan mantener algún tipo de cercanía.

Existe un Dios, protector de la vida, un dios benévolo que en retribución a los sacrificios ofrecidos envía lluvias a los pueblos.

Existe también una Diosa, protectora del amor y la fertilidad, una diosa benévola quien en retribución a los sacrificios ofrecidos volvía fértiles las semillas que se sembraban en la tierra.

Los rituales de los humanos que ofrecían sacrificios a ambos dioses, con la esperanza de obtener una buena cosecha, se llevaban a cabo en diferentes épocas del año, por tanto su descenso no era al mismo tiempo.

Entre los seres mortales existe el odio, el rencor, la envidia y las disputas son muy frecuentes. Entre dioses también.

Por ello una de aquellas deidades maldijo a la diosa del amor y la fertilidad, quien cierto día, al descender al mundo terrenal, se enamoró al instante de un ser mortal. 

Ese fue su pecado, su maldición, su condena.

El mundo de los dioses debe siempre, permanecer apartado del mundo de los mortales.

Dioses y mortales no deben mezclarse bajo ningún motivo.

Pero siendo presa de una maldición, la diosa del amor y la fertilidad se acercó a aquél hombre, quien con devoción ofrecía un sacrificio a la diosa que haría abundantes sus cosechas.

¿Cómo negarse al deseo de una diosa?

¿Cómo evitar ser presa de una hermosa mujer que seduce con insistencia?

¿Cómo podría borrar el pecado cometido?

¿Cómo rechazar la pasión celestial que sólo ella podía brindar?

Fue un error de ambas partes. Un grave error.

¿Cómo romper la maldición a la cual fue condenada?

¿Cómo escapar del pecado ante el cual cedía una y otra vez?

La pasión desmedida derivó en lo inminente: la procreación de un nuevo ser vivo.

Una vergüenza, una deshonra, un pecado, una condena.

Ella, cegada por una maldición creía amar al mortal... El mortal, presa de los sentimientos humanos se enamoró perdidamente de una deidad.

Fruto de sus encuentros pasionales, al cabo de unos meses nació una niña.

El fin de la maldición.

En aquél momento la deidad femenina abrió sus ojos a la verdad... Se dio cuenta del crimen cometido, del pecado que junto al hombre mortal cometió... Y la consecuencia de tan nefasto error lloraba entre sus brazos.

¿Qué hacer?

¿Cómo enfrentar a su esposo?

¿Cómo volver a verle a la cara?

¿Cómo ocultar la deshonra cometida?

Un agravio que sin duda, debía pagar con su vida.

Y el mortal que aún la veía con ojos de amor, intentó evitar lo que ella planeaba hacer. Pero fue inútil.

Esta traición era imperdonable.

A pocas horas de dar a luz, a punto de anochecer, mientras el mortal está ausente, la deidad se aleja, internándose en lo profundo del desierto, abandonando allí, a la bebé que representa su adulterio.

Sin duda ella no sobreviviría.

Presa de la furia y el dolor al no encontrar a la mujer que ama y al primogénito que ha dado a luz, el hombre mortal hierve de rabia, angustia y dolor.

Ella vuelve, completamente sola, sin atisbos de arrepentimiento.

¿Dónde está el bebé?

No tarda en enterarse que no es un varón, sino una hembra.

Un desprestigio sin duda, sin embargo no le importa... Le amará y la protegerá.

Pero sus argumentos no parecen convencer a la deidad, que no tarda en agredirlo.

La maldición impuesta sobre ella se ha roto. Ella no le ama más.

Lo ataca, lo insulta, lo culpa y lo condena por tan terrible desgracia.

No cesa hasta acabar con su vida.

Ella sabe bien cuál es el castigo por cometer adulterio, así que no le resta más que buscar la manera de darse muerte.

Se arroja al mar con la intención de morir... Pero la infidelidad hacia un dios es una falta grave.

Los dioses se reúnen en torno al lugar e impiden su muerte, condenándola a convertirse en una roca a la orilla de la playa, condenada a ser golpeada, eternamente por las olas del mar.

Sacrificando el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora