II. MUERTE ROJA.

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   CUATRO días habían pasado y Zaem no se atrevía a hablar con nadie sobre sus poderes. Ni siquiera tocó el tema con sus amigos, quienes eran más felices en el colegio desde que el pupitre de Hector Rocha estaba vacío. No había vuelto al parque a practicar lo que él llamaba: "orbe eléctrico", por temor a toparse con Sloan; aunque seguía conectándose a la corriente por las noches. No necesitaba dormir desde entonces.
    Trataba de continuar con su vida normal, estudiando día con día, preparándose para el futuro. No obstante le inundaba una depresión, de la que no podía salir aunque lo intentara; era horrible para él saberse con poderes y aún así no llegar a ser el héroe que ambicionaba. Sin importar nada, era un sueño; solamente un sueño infantil.
    De regreso a su casa, Zaem se encaminó directo a su computadora y continuó con su investigación. Últimamente le daba por buscar información sobre los súper humanos, y también algo respecto a Sloan; quién era director de un consorcio empresarial muy importante en América del Norte, Asía y Europa.
    Extrañaba practicar con sus poderes, aunque sólo fue una vez; pero el temor de ser descubierto era más fuerte. Por eso tenía que conformarse observando vídeos de personas haciendo explotar latas de refresco con potentes descargas eléctricas.
    Cada minuto se arrepentía de no aceptar la propuesta de Sloan. Quería ser un héroe, ser conocido y respetado por todos. Por una vez dejar de ser invisible.
    Su teléfono sonó, sacándolo de su fantasía, era David. Ambos se habían vuelto más cercanos a raíz del accidente del autobús; Zaem lo defendió primero, y él lo hizo después. Resulta que compartían mucho más de lo que pensaba.
    Quería pedirle las operaciones, como todos los días. Su pequeño grupo de amigos se repartían los problemas de la tarea de matemáticas, los dividían entre los cinco; así les tocaban menos y completaban los ejercicios más rápido.
    La ventaja de las matemáticas es que eran iguales para todos.
    —... Ese fue el último.
    —Gracias Zaem, enserio. La tarea estaba difícil, ahora sí se pasó el profesor —respondió David.
    —No, a mí me pareció sencilla. Será que tenía apremio por terminar, estoy ocupado —respondió Zaem, aprendiendo de energía estática.
    —¿Con qué? Si puede saberse.
    Zaem dudó un momento, quería decirlo; compartir su secreto para recibir ayuda y ánimo de alguien. Aunque por segunda vez, la conciencia que tanto odiaba ganó la pelea.
    —Con nada importante, un pasatiempo.
    —De acuerdo, te llamó en la tarde para pasarte los míos. Hasta entonces.
    Luego de colgar, revisó todas y cada una de las sugerencias del buscador de vídeo hasta toparse con un comentario que llamó su atención. Era un tal Rottot, quien escribía:

    «Los súper humanos somos parte de la evolución, tenemos que estar orgullosos y unidos. 5586...»

    El número telefónico adjunto era muy sospechoso; como una invitación, un llamado para otros súper humanos quienes se sintieran igual que él. Una forma de poder desahogarse con la seguridad de ser entendidos y ayudados; de conocer gente como ellos.
    Con la desesperación, mezclada con la inocencia que se tiene a los diez años, Zaem no dudó en marcar el número. Nunca pasó por su tierna mente que podía tratarse de una estafa, una mentira o una trampa. Con la electricidad recorriendo su cuerpo, se sentía invencible, capaz de vencer a cualquiera que se le impusiera.
    Marcó el número y, ansioso, escuchó el tono de marcar; hasta que una voz rasposa y grave habló al otro lado de la línea.
    —Bueno.
    El valor que Zaem sentía se vió doblegado ante tan intimidante sonido.
    —Rottot... —consiguió mascullar, apenas audible.
    —Supongo que leíste mi mensaje.
    »Bien, antes de añadirte al grupo, con otros súper humanos, tengo que hacerte unas preguntas.
    »¿Porqué quieres conocer a otros súper humanos?
    »¿Cuál es tu habilidad?
    El niño se sorprendió al ver que no estaban interesados en saber sus datos personales, nombre, edad, dirección; sólo pedían datos triviales que podía inventarse fácilmente aún sin contar con los poderes.
    Esto lo impulso a seguir con la llamada.
    Explicó la necesidad que tenía de hablar con alguien y sentirse seguro a la vez; del constante miedo de ser descubierto y juzgado. También de la urgencia de tener un mejor control sobre sus habilidades eléctricas.
    —Te entiendo, no es fácil de asimilar.
    »Ahora se habla de lo genial que sería poseer cualquier súper poder, por insignificante que sea, sin embargo es una responsabilidad enorme...
    »Bueno, ¿quién entiende de responsabilidad en éste tiempo?
    ...
    »Te enviaré un link a éste número, te redireccionará a una red social llamada "White The Free"; no es muy conocida, pero permite expresar todo tipo de opinión sin bloqueos ni candados.
    »Deberás mantener tu identidad en secreto, no compartas datos importantes como dirección o nombre. Si es posible conéctate desde una red pública.
    »Te veo en línea, y bienvenido, hermano.
    La despedida causó incertidumbre en Zaem; ¿hermanos, de dónde? Ni siquiera sabía el nombre real de Rottot; nadie en su sano juicio se llamaría así. ¡Vaya si sería un nombre extraño!
    Según lo acordado el mensaje llegó de inmediato. Zaem pulsó la pantalla de su celular y fue enviado a la red social, más específico a un grupo llamado "Riña callejera".
    Era un nombre peculiar, hasta extraño; sin embargo tenía curiosidad de saber más, conocer otra gente con poderes, y quién sabe hasta a otro eléctrico.
    Siguiendo el consejo de Rottot, cambio la red wifi de su casa, a la del parque; era más lenta, no obstante le brindaba más confianza.
    Inició el registro con un nombre falso, Zaem Rupeli no era común aunque sí real; rastrearlo sería como buscar un conejo entre un grupo de ratones. Decidió usar cualquier nombre y un apodo que fuera su identidad, el nombre que adoptaría cuando fuera un héroe, si es que algún día llegaba a hacerlo: Amper.
    Apenas accedió, miró que no era el único; la mayoría de los miembros ocupaban alías que detonaban un matiz heróico.  Eran treinta y seis nombres capaces de ser incluidos en alguna historieta, o protagonistas de una serie.
    Durante horas, Zaem conversó con otros súper humanos, y aunque parecía ser el único del tipo electrónico, ninguno tenía nada que envidiarle; cada uno de ellos comenzaban a descubrir sus habilidades, que prometían ser geniales con el tiempo.
    También se enteró de muchos lugares poco concurridos para poder practicar; unos muy cerca de su casa. A partir de mañana empezaría a visitarlos después del colegio, mientras su hermano mayor regresaba; contaba con una hora para entrenar.
    El timbre de notificación sonó, era una solicitud para una conversión privada con uno de los chicos del grupo, uno muy agradable que se hacía llamar Honakai.
    Zaem aceptó.
    Honakai: ¿Y qué se siente meter un tenedor a la toma de la luz?
    Amper: No me atrevo a hacerlo, mas sé que yo estaría bien. Lo que sí, es que se siente un cosquilleo agradable cuando me conecto a la luz; además ya no necesito dormir.
    »Y ¿cuál es tu poder en concreto? Ya dijiste que es la manipulación de energía, pero es igual a la electricidad o...
    Honakai: Pues cuando me concentro puedo mover objetos pequeños, y hacer orbes de una materia nebulosa roja.
    »Supongo que es energía, aunque no eléctrica.
    En eso, Honakai envío una foto del techo de una habitación normal, con una nube extraña, entre rojo, malva y rosa; parecido a la nebulosa espacial.
    Amper: ¿Enserio puedes hacer eso? ¡Es asombroso! Yo no puedo proyectar electricidad sin que está salga disparada como loca.
    »Lo hice una vez y enegrecí una portería de fútbol; tal vez sea porque tengo que estar enojado.
    Honakai: Dudo que la ira sirva de algo. El verdadero progreso se aprende con la fuerza de la mente, o eso es lo que me sirve.
    »Llevo dos días practicando y siento haber avanzado muy rápido.
    Amper: Lo intentaré, aunque pienso que la ira es lo que activa mi chispa interna.
    Durante horas siguió hablando con su nuevo amigo sobre técnicas para controlar de mejor manera sus habilidades. Muchos de los consejos parecían buenos, aunque encontrar el equilibrio entre mente y cuerpo era más fácil para un estudiante de artes marciales que para un niño normal, sin embargo no estaría mal intentarlo. Buscar otras alternativas para activar otros poderes; no podía esperar para poder hacer campos electromagnéticos.

RIÑA CALLEJERA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora