XX. EL PRECIO DE LA TRAICIÓN.

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    LAS blancas baldosas resonaban bajo los pies de Thomas Batres, a su paso por el pasillo vacío.
    Afuera, la blanca almohadilla había cubierto todo el horizonte, escondiéndolo en la penumbra; sólo podían verse los copos cercanos, cayendo con violencia sobre los cristales. El frio viento se escuchaba aullar, y los vidrios se empañan por el choque de temperaturas.
    Incluso el frío no evitaba que Thomas sudara, su angustia y nerviosismo hacían latir su corazón, al punto de explotarle en el pecho. A donde quiera que volteara, se sentía vigilado por sus compañeros, por los ingenieros y por cada una de las cámaras que colgaban del techo. Todo desde aquella última llamada.
    En eso, su bolsillo trasero vibró; alterándolo. Durante los últimos dos días su teléfono celular había estado en silencio, mas sabía de antemano que ella tendría que llamar tarde o temprano.
    —Rhyno 1, solicito permiso para ir al baño. Cambio —preguntó por el radio a su superior.
    —Permiso concedido, Rhyno 3; que sea rápido. Cambio —autotizó Vallejo, su jefe directo.
    Thomas apagó su radio y salió corriendo al baño más cercano. Su teléfono seguía vibrando, emitiendo un leve zumbido que parecía oírse igual que un taladro en el silencio del corredor. Giró a la derecha y resbaló sobre las pulidas baldosas.
    —Mierda —masculló, antes de ponerse de pie y continuar su paso.
    Ahí estaba la puerta azul marino, con la palabra "HOMBRES", en letras plateadas. La abrió y la cerró por dentro; parcialmente revisó el lugar y estaba vacío. Thomas respiró profundo y respondió.
    —¡¿Qué rayos quieres? Sabes que no puedo hablar! —reclamó en voz baja.
    —Quiero saber que pasa allá, hace días que no me llamas —respondió la voz al otro lado de la bocina.
    —¡No puedes llamarme cada que se te de la chingada gana! ¡Aquí todo está mal y es por tu culpa! —escupió el hombre, limpiándose el sudor de la frente.
    »¡¿Tenías que abrir la boca antes de tiempo?!
    —No hice nada que no supieras, o ¿para qué creías que te pedí la información secreta de E.L.I.T.E?
    »Si conseguiste esa información fue porqué estabas de acuerdo con derrocar a Sloan de una vez por todas.
    —Sí, claro que quiero que ese cabrón pague por todo lo que ha hecho, pero ¡¿porqué sacaste esa información durante la reunión de directivos?!
    »Dijiste que podía confiar en tí, Manbdi —contesó Thomas.
    —Claro que puedes, mas ¿cómo iba a saber que Lawson rechazaría mi propuesta? —se justificó Brooke, presidenta comercial de GEEVIN, UK.
    —¡Eso es lo que menos me interesa, debiste esperar! Lo único que hiciste fue alertar a Sloan.
    »¡Ese infeliz es muy suspicaz!
    —¿Crees que sospecha de tí? —preguntó Manbdi.
    —¿De mí? no sé, no obstante sabe que le traicionaron; no a dicho nada, pero intenta averiguar quién es el traidor. Lo leo en sus ojos —dijo Thomas, agitándose.
    —Y si no ha dicho nada ¿qué te preocupa? Quizás ni siquiera se imagina que hay un complot en su contra; es un hombre bastante estúpido —respondió la mujer, tranquila.
    —Créeme, si William Sloan llegó a dónde está no fue por estúpido; el infeliz es bastante inteligente, ¿o acaso crees que eres la única que ha intentado ponerle un cuatro?
    »Si piensas eso, la estúpida eres tú. ¡Él ya sabe que alguien lo vendió! —alegó Thomas.
    —¿Y a qué esperas? Lárgate de ahí entonces —. Brooke no le creía ni una palabra, a sus ojos Sloan era un imbécil y Thomas un cobarde; no obstante lo necesitaba para hundir a su rival.
    —No puedo, la tormenta cerró los caminos; estoy atrapado en Whitehead. ¡Te juro que tengo un mal presentimiento! —declaró, a punto de llorar.
    No era para menos, pues sabía de primera mano todo lo que Sloan era capaz de hacer; hasta el diablo se escondía cuando Sloan entraba. Ese hombre te podía tender una mano si le eres leal, pero si osabas traicionarlo, o hasta contradecirlo, usaba esa misma mano para aplastarte igual que a un insecto; no sin antes hacerte arrepentir hasta de haber nacido.
    —Mantén la calma, veré si puedo enviar un equipo de apoyo; diré a Lawson que dadas las condiciones climáticas pueden necesitar ayuda.
    »Descuida, serán de mi entera confianza y te protegerán. Hasta entonces, mantén la calma y actúa normal —aconsejó Manbdi.
    —Eso haré —respondió Thomas, más tranquilo de saber que no estaba solo.
    »Pero no tardes.
    Manbdi colgó al otro lado del teléfono, terminando la llamada.
Thomas respiró tranquilo y corrió al lavamanos para vomitar.
    «¿Porqué me dejé involucrar en ésto?», pensó. Entonces el recuerdo de ella vino a su mente y no pudo evitar llorar.
    El arrepentimiento es un sentimiento que arrebata el sueño, quita el hambre, ahuyenta a la dicha y mata el alma, y el corazón lenta y dolorosamente. Y Thomas no podía evitar sentirlo cada que pensaba en su vida; su pasado y su porvenir estaban marcados por la culpa.
    A cada segundo se arrepentía de traicionar a Sloan, sin embargo esa traición fue a causa de otra más vieja; cuando prefirió elegirlo a él, en vez de ellos. Aunque el tiempo pasó, aún no podía olvidar que le dió la espalda a su mejor amigo y al amor de su vida, con tal de ganarse puntos con el presidente de E.L.I.T.E.
    Aquella palma en la espalda de un hombre canoso y perverso, que aseguraba haber hecho lo correcto, le perseguía sin descanso; causándole mucho dolor.
    —Perdóname Luz, perdóname Michael —lloró, en la soledad del baño.
    Michael, hacia unos días había recibido una llamada de él; coincidiendo con la junta de ejecutivos de GEEVIN. Nunca pensó en volver a escuchar su voz, pero al hacerlo no pudo negarse a darle la información que solicitó; al final se lo debía, y con ello abría una puerta para el perdón, que tal vez algún día llegaría.
    Era triste ver en lo que había terminado, un miserable traidor solitario, incapaz de la lealtad. Quizás sí se merecía lo que le ocurría.
    Maldijo que hubiera tantos mutantes y ninguno tuviera el poder de volver el tiempo hacía atrás.
    De pronto escuchó un par de pasos en medio de su llanto. Como pudo, se controló y guardó silencio.
    Los pasos se oyeron más cerca. Con la cabeza dentro del lavamanos, miró a la puerta, esperando ver sobras de movimiento al fondo, mas nada pasó.
    Los pasos continuaron oyéndose, ecosos, estridentes, tan claros, igual que si... que si estuvieran adentro del baño.
    No estaba solo como creía.
    Los pasos se acercaron lentamente hasta oírse a la perfección.
    Thomas levantó el rostro y miró en el espejo frente a él, a Sloan reflejado. Sintió pánico de ésos ojos amarillos, penetrantes y fijos, y sintió una punzada en la nuca que le causó dolor.
    El guardia cayó al suelo, se tocó tras el cuello; estaba sangrando. Iba a tomar su arma y dispararle, pero su cuerpo no le obedecía. Con la poca fuerza que le quedaba, preso del pánico, se arrastró por las limpias baldosas intentando escapar, dejando huellas de sangre a su paso. Hasta que no pudo más y perdió el conocimiento.
    Al otro lado del mundo, Brook Manbdi miró su celular y lo dejó sobre el escritorio; seguramente Thomas exageraba. No llamaría a nadie hasta la siguiente reunión de directivos, donde se decidiría el futuro de Sloan.
    Al final, ya tenía lo que necesitaba; Thomas podía irse al diablo, no lo ocuparía más.
    —¡Qué tengas suerte Thommy! —rió, mirando el Big Ben a lo lejos, sobre el cielo nocturno de londres, a través de su ventana.

RIÑA CALLEJERA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora