XXII. FUEGO EN LA COCINA.

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    LA nieve era muy bonita, o eso sentía Charo quién nunca la había visto en persona. Desde que su piel se tornó lechosa, sus pupilas se oscurecieron y perdió su cabello, se había aislado del mundo lo más que pudo; hasta el punto de limitar su vida a las cuatro paredes que confirmaban La Parka Cantante. Sin embargo ya que estaba afuera, en la suave almohadilla, en compañía de una linda chica, en el que podría ser su último día; su vida le parecía un rotundo desperdicio.
    A pesar de contar con mucho dinero, se dió cuenta que eso de nada le servía realmente. La compañía humana no se comparaba con nada material; los amigos eran mucho mejores, aunque no tuvieran la cara de un presidente o un independentista.
    —¿En que piensas? —preguntó Girlnastic, notando muy serio a su compañero.
    —En la vida —respondió Charo, apagando su transmisor—. Amper ha dicho muchas veces que no hizo nada de su vida, lo que me hace pensar ¿qué he hecho yo con la mía?
    »Tengo una pequeña fortuna, sin embargo ¿de qué sirve si estoy solo?
    Charo se dejó caer sobre la nieve, un tanto deprimido.
    »Nunca me importó la soledad, hasta que Amper y Jeux irrumpieron en mi oficina; desde entonces no he dejado de conocer gente nueva, me doy cuenta de lo vacío de mi existencia.
    —Sé a que te refieres, mi vida no es tan diferente a la tuya —respondió Girlnastic, tomando asiento junto al pálido alto; apagando su transmisor también.
    »Aunque puedo salir a la calle, mi carrera me mantiene muy ocupada para tener toda clase de vida social. De hecho ustedes son los primeros amigos que tengo —declaró la castaña, sonriendo.
    —Me alegra saber que me consideras un amigo —. Sonrió Charo, mostrando un visaje siniestro; aunque era involuntario. Así lucía su rostro y no podía evitarlo.
    —Eso y algo más... —declaró Girlnastic, tomando la mano de Charo.
    Ésta era larga y huesuda. Se veía muy extraña junto a la suya, sin embargo la sensación era cálida; el típico tacto normal entre dos personas que comparten un sentimiento mutuo.
    »Me gustas, Charo —confesó la chica.
    Éste se sonrojó de inmediato, siendo tan blanco como la nieve misma, el rubor en su nariz y mejillas eran más notorios que en una persona normal.
    —¿Pero cómo? Soy horrible —declaró Charo, por primera vez sintiéndose mal de su aspecto.
    —No lo eres, eres único; además que pienso que es adorable la forma en la que vistes con tu traje rojo.
    »Sin mencionar lo gracioso, caballeroso y generoso que eres; sabes. Además no hay nada más cautivador en un hombre de aspecto fuerte, que la sensibilidad. Te lo aseguro —dijo ella, confiada en que no sería rechazada por el hombre que le gustaba.
    —No estoy seguro, pero la verdad es que tú también me gustas; me gustaste desde la primera vez que te vi —. Charo se sentó sobre la nieve y se acercó más a la joven.
    »Al menos ese día te pude causar una buena impresión.
    —No tanta, siendo sincera, de humano tenías cara arrogante y tu cabello de zanahoria estaba en punta; parecidas un erizo de mar —rió ella.
    —De dónde vengo les dicen: cabeza de chayote —agregó Charo, feliz de escuchar la risa de la joven.
    —No obstante así me gustas más. Tus ojos negros parecen estar hecho de botón; sin mencionar esa sonrisa sincera que esbozas cuando estás contento.
    »Me gustas Charo, enserio —repitió Girlnastic, convencida de sus sentimientos.
    Aunque para nadie fuera normal, incluyendo a Charo, la chica sentía una atracción genuina hacia aquel charro alto. No sabía si era su físico, su forma de ser o la picardía para responder. Mas fuera lo que fuera, ese algo era lo suficientemente fuerte para hacerla querer estar a su lado por siempre.
    Nunca antes se había enamorado, pero sentía que ese era el nombre que recibía aquella magnífica sensación de bienestar y tranquilidad que la colmaba cuando sabía que Charo estaba cerca.
    —¿Eso significa que ya somos... Novio y novia? —preguntó él, llevándose la mano detrás de la nuca.
    No quería adelantar conclusiones, así que vio prudente preguntar primero.
    —No sé, quizás si me lo pidieras... —. Coqueteó Girlnastic.
    —Bien, ¿Elizabeth te gustaría ser mi novia? —preguntó Charo, poniendo una rodilla sobre la nieve.
    —Sí —respondió ella, abrazándose a él.
    Durante un momento se quedaron así, juntos, abrazados; en medio del silencioso y blanco páramo.

RIÑA CALLEJERA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora