IX. TRES MÁS UNA, SON CUATRO.

4 1 1
                                    

    ZAEM se levantó temprano para llamar a Juan Carlos, su compañero de trabajo. Con mucha pena le informó que no podría ir a trabajar.
    —Así qué tus problemas familiares se extendieron ¿Es algo grave? —preguntó, con genuina preocupación.
    —Pues depende de lo que grave signifique para tí. Resulta que me salió un hermanito y lo tendré que cuidar de ahora en adelante —dijo Zaem.
   Su vida ya había cambiado irremediablemente, Jeux se unió a ella y no podía abandonarlo como si nada; el pequeño se había encariñado con él, y quizás él también. Desde que lo sacó del parque ya no había vuelta atrás.
    —¿Un hermanito? ¡Vaya que está grueso tu problema! Si necesitas algo, nada más me dices.
    »Pierde cuidado, yo te cubro por hoy; pero la próxima vez dime con antelación, no todos los días el señor Álvarez está de humor y hay que trabajarlo para que no chingue —rió Juan Carlos.
    —¡Muchas gracias! Si no fuera necesario, juro que no te lo pediría.
    —Ya Zaem, no seas cursi; tú me has apoyado siempre que lo necesito; sólo correspondo. Qué todo se solucione —se despidió el joven, colgando el celular.
    —¿Así que te salió un hermanito? ¿porqué no lo conozco? —bromeó Jeux, sentado frente a él; devorando sus huevos fritos con tocino.
    —Perdona que no te preguntara antes, sin embargo no esperarás que te devuelva a la Feria del Bosque. Ya eres mi responsabilidad y me tendrás que obedecer —declaró Zaem, dando el primer bocado a los chilaquiles de su plato.
    Estaban muy buenos.
    Ambos habían pasado la noche en la casa de Charo, un espacio lujoso, que conectaba a la Parka Cantante. Zaem no necesitó dormir, salió a la calle y tomó energía del alumbrado público; lo que le permitió estar despierto toda la noche.
    En esos momentos Charo dormía; después de años de cantar por las madrugadas su reloj biológico se había alterado. Dormía de día y despertaba en la noche. Pero antes, ordenó a su servidumbre que atendieran todas las peticiones de los jóvenes. El greñudo y el buki eran invitados de honor.
    Era un hombre muy desprendido, hasta iba a renunciar a su show de hoy por acompañarlos en busca de Venin, al declinar el sol.
    —Bueno, tengo dos candidatos más que pueden unirse a nosotros —declaró Jeux, con la boca llena.
    »El primero es un chico que, aunque vive en el norte, es capaz de hacer magia, se hace llamar Kiro... Kirk... Kike... algo así...
    —No tenemos tiempo para viajar hasta allá, ni el dinero; además ¿un mago? Es bastante descabellado, incluso para un p.demos; sin mencionar que tenemos ya a un cantante.
    »Buscamos formar un grupo de ataque, no un conjunto de variedades.
    »¿No tienes otra opción?, más cercana y sin... Dicho de otra forma, ¿una chica?
    —¡Una chica! ¡Éste es un club de hombres y no se aceptan niñas! —respondió Jeux, molesto.
    —Eso dices ahora, pero cuando crezcas cambiarás de idea; no dejarás de perseguirlas. Te lo aseguro —rió Zaem.
    El niño hizo un gesto de repulsión antes de taparse los oídos. Algo muy tonto pues escuchaba los pensamientos de las personas, y no había forma de acallar eso.
    —¡Deja de pensar en niñas, es asqueroso! —gritó Jeux—. De acuerdo, te diré donde hay chicas, pero deja de pensar.
    Con satisfacción, Zaem dejó de recordar sus idilios inocentes de antaño, cuando paseaba con sus pequeñas novias tomado de la mano.
    Sólo eso bastaba para mortificar la mente del niño.
    »Hay una con el poder de estirar sus extremidades, vive en Lindavista ¿Te parece bien?
    —Supongo que podría ser interesante —comentó el cabello negro, imaginado una serie de cosas...
    —¡Pervertido! —exclamó Jeux, ocultando su rostro entre sus brazos.
    —¡Perdóname, olvidé que lees mi mente! ¡Juro que lo olvidé! —se disculpó Zaem, sonrojándose. «Así debe sentirse cuando te descubren masturbándote», pensó.
    »¡Ay, ya lo hice otra vez! ¡Perdón, Jeux! Pensaré en gatitos, perritos y dinosaurios rosas —dijo, abrazando al pequeño.
    Poco a poco el niño se tranquilizó. Si para él un beso en la mejilla era perturbador, pensar en escenas más candentes podían traumatizarlo.
    El incidente perdió importancia cuando Charo despertó a causa de los gritos. Con los ojos entrecerrados y de forma amable, pidió explicaciones.
    —Pensé cosas que no debía y Jeux las oyó —dijo Zaem, apenado por turbar el sueño del generoso anfitrión.
    —¿Así que ese es tu poder, buki? Muy útil, aunque molesto; oír las cosas que no se atreven a decir... Ya que estoy despierto, ¿cómo vamos a proceder? —preguntó Charo, sentándose a la mesa; aún somnoliento.
    —Jeux cree que necesitamos otros dos miembros, pero no cuento con tiempo para salir a buscar.
    »Tengo un horrible empleo que debo mantener; soy dependiente de una tienda de autoservicio —presumió Zaem, terminando de comer.
    —Pues mi querido greñudo, yo pienso que ningún empleo es indigno; siempre que sea honrado. No obstante si tanta necesidad tienes, te ofrezco un empleo, ¿qué sabes hacer?
    Zaem prefirió no responder, le daba vergüenza admitir que no tenía ninguna habilidad; no podía cantar, bailar, tocar un instrumento o cocinar, tampoco sabía de mecánica, jardinería, plomería ni electricidad. Ser cajero era lo único que sabía hacer, al menos que contara electrocutar personas.
    —No es tan malo, me queda cerca de mi casa —agregó, evadiendo la pregunta.
    »En fin, puedes volver a dormir; Jeux y yo iremos a buscar a una chica elástica.
    —No soy quién pa' juzgar los poderes de los demás; pero ¿creés qué será útil una mujer que se estira? Preferiría una que se prendiera en llamas, o con super fuerza, o una con belleza infinita —agregó Charo.
    —Yo quería a un mago y a un hombre con alas, pero él insistió en una niña; le dije que era un club de hombres y no quiso escuchar.
    —Parece ser que conoces mucho de los p.demos, buki; ¿existe una con las características que te digo? —inquirió Charo.
    —No lo sé, señor Charo, el "gen mutante" se manifiesta más en niños que en niñas; sólo una cuarta parte de los p.demos son mujeres —explicó Jeux.
    Seguramente esa información fue extraída de la memoria de algún agente de E.L.I.T.E.
    —Es una lástima, las mujeres normales no saldrían con alguien como nosotros. ¡Pues qué remedio!
    »Pero greñudo, ¿estás seguro de que ella nos puede ayudar, o buscas algo más personal? —preguntó Charo, suspicaz.
    —Pienso que sí, después de todo yo tengo poderes eléctricos, Jeux, mentales; y tú eres rápido.
    »No sabemos las habilidades de Venin, en cuanto más variedad haya en nuestro grupo es mejor —respondió Zaem.
    La realidad era que no estaba interesado en una cita, a menos que fuera con Shine miss. El problema radicaba en que tenía el tiempo encima, no podía darse el lujo de buscar, y convencer, a más aliados; el temor de que Sloan hiciera algo en contra de sus padres crecía a cada minuto.
    —Me gustaría acompañarlos, mas no puedo salir; mi aspecto llamaría la atención.
    »Yo era una persona normal, sin embargo de la nada mi piel se hizo blanca, bajé de peso, crecí a lo bestia y perdí el cabello. Ignoro el porqué, mas eso me hizo ganar dinero a raudales; aunque luego de ocho años, extraño salir.
    —Puedo ayudarlo con eso, señor Charo —dijo Jeux, contento de ser útil—. Sólo manténgase cerca de mí y alejado de las cámaras.
    —No sé que puedas hacer por mí, igualmente gracias, buki —respondió Charo, levantándose para ir a la vitrina de licores.
    Ésta, como cualquier bar, tenía un espejo al fondo; al verse reflejado, el esqueleto gritó; cayendo de espaldas sobre el suelo.
    »¡¿Qué me hiciste, buki?! —reaccionó el hombre felíz, tocándose el rostro y el cabello—. ¡Soy normal otra vez!
    —Me temo decirle que no debería de estar feliz, es sólo normal en apariencia —comentó Jeux.
    —No importa buki, ésto es maravilloso; hace años no veía mi verdadero rostro.
    »Greñudo, ¿estás viendo mi cara? —preguntó Charo, alegre.
    —Sí, es uno de los poderes de Jeux: "Ilusión". Ya lo había visto, es muy eficaz siempre que te alejes de las cámaras, pues revelarán tu verdadero aspecto —explicó Zaem.
    —¡Ajuaaa! Entonces vamos a buscar a esa chica elástica, estoy ansioso por ver cómo ha cambiado en la ciudad —respondió Charo, o ahora Camilo, saltando igual que un niño.
    De un momento a otro, Camilo ya estaba cambiado; quería usar el primer traje de charro, que su padre le regaló antes de morir, no obstante llamaría mucho la atención. De modo que se limitó a una camisa, botas y pantalón.
    Ansioso, el nuevo hombre pelirrojo los guió a empujones al garaje; los jóvenes ni siquiera terminaron de desayunar.
    »¡Órale pues, todos a la camioneta!
    —¿Porqué tienes un automóvil, si no puedes salir? —inquirió Zaem, tomando el lugar del copiloto.
    —Por qué la compré en una subasta, quesque pa' ayudar a los pobres. Me la dieron igual de cara y los índices de pobreza no bajaron, pero ¡qué diablos! Está fregona.
    »¿O tú que piensas buki?
    —A mí me gusta mucho — dijo el niño; tomando asiento atrás y abrochádose el cinturón.
    Se trataba de una Hummer blindada, negra; Zaem ignoraba el año, poco sabía de los vehículos de lujo. Al parecer Camilo era narcisista por naturaleza; aunque intentara ser discreto, sencillamente no podía.
    —¿Quién tiene la dirección exacta? —preguntó Camilo.
    —¡Yo la sé! —levantó la mano Jeux, repitiendo la ubicación como si la tuviera memorizada.
    —Bien, pues vámonos; quememos el asfalto. ¡Ajuaaa! —exclamó el enjundioso conductor.
    El motor rugió, los neumáticos rodaron, la radio se encendió y la voz de Valentín Elizalde cantó en los altavoces. Tantas noches de fiesta mexicana le habían lavado el cerebro, o dicho de otra forma: le comió el coco.
    El viaje iba a ser largo, y no por la distancia.

RIÑA CALLEJERA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora