—¡POR los dioses, me estoy muriendo de frío! —exclamó Chanehque, abrazándose a sí mismo; buscando darse calor.
Ni la serpiente de fuego que giraba a su alrededor era suficiente para vencer el gélido tiempo. Podía hacerla más grande, pero eso delataría su posición; ya estaba arriesgándose mucho de por sí.
—Tranquilo, pronto tendremos que actuar y se te olvidará el frío —declaró Eva.
—Ojalá, no estoy acostumbrado a éste clima; de dónde vengo, siempre hace calor —dijo el joven de cabello blanco.
—Si no soportas el frío ¿porqué aceptaste venir con Honakai a Alaska? —preguntó la mujer; quizás la conversación mantendría su mente ocupada y le ayudaría a ahuyentar las bajas temperaturas.
—Porqué le debo mucho; me enseñó a usar mis poderes, salvo la vida de mi hermanito y casi consigue que mi lado oscuro se mantenga controlado —reveló Chanehque, sin darle importancia.
—¿Qué lado oscuro puedes tener tú? Siendo franca, eres de los hombres más decentes de éste grupo.
»Ese Amper y Charo son bastantes egocéntricos, y el pequeño misógino va por el mismo rumbo —declaró Eva.
—Pues de hecho sí lo tengo. Cuando sufro cualquier alteración, como ira o miedo, estoy propenso a invocar ese poder que soy incapaz de controlar; lo llamó "Tleyotl", que es un demonio en mi cultura —advirtió el joven, un poco temeroso de que le viniera durante la misión.
—No temas, todavía no ha nacido el hombre al que no pueda someter.
»Evitaré que las cosas se salgan de control —dijo Eva, dándole un puñetazo en el hombro; en señal de amistad.
Chanehque sonrió, pero no estaba convencido de que Eva pudiera hacer algo en contra de "Tleyotl"; aún no había tenido oportunidad de ver sus poderes en acción, sin embargo no podían ser más fuertes que los de Él.
Nadie era más fuerte que Él.
—¿Y tú que haces aquí? ¿También le debes a Honakai tu entrenamiento? —preguntó Chanehque.
—En parte. A él lo conocí cuando trabajaba en la policía.
»Se había cometido un robo cerca del Palacio Chino, Michael y yo acudimos y golpeamos al ladrón; entonces él salió en su defensa, lo que derivó en una discusión —rió Eva, al recordar.
»Su forma de pensar me pareció bastante interesante, es como un sobreviviente de la guerra de las flores. Descubrí que también era un p.demos y fue que comencé a entrenar con él —resumió la mujer, a quien no le parecía una historia tan interesante de contar.
—Pero no eso explica porqué aceptaste unirte a su grupo de guerra.
—Creo que él prefiere llamarlo cuerpo de paz —corrigió ella.
»Y no es por nada especial, sólo quiero un pretexto para usar mis poderes y destruir propiedad ajena.
Aunque no era una respuesta satisfactoria, la conversación cumplió su objetivo. Chanehque sentía menos frío que antes de empezar a hablar.
Entonces Whitehead se encendió, terminando con el silencio y la calma local; las alarmas sonaron, los faros se movieron y el ataque comenzó.
»¡Hora de actuar! —anunció Eva, corriendo hacia el muro.
Chanehque la siguió con dificultad. Él estaba acostumbrado a correr descalzo por la selva, pero la nieve era una superficie más inestable; sentía su peso hundirse a cada paso, impidiéndole moverse con la misma rapidez a la que acostumbraba.
Sin mencionar el pequeño detalle de los zapatos; no entendía porqué a los citadinos les gustaba usar algo tan incómodo como eso; aunque cambió de parecer al imaginarse corriendo descalzo por encima de la nieve.
Eso sí sería una tortura.
El grisáceo muro al frente de ellos se hizo más grande conforme se acercaban, todo iba de acuerdo al plan; hasta que un faro los iluminó.
Ambos p.demos se detuvieron en seco, cegados por el enorme foco; precedente de una de las torres de vigilancia.
—¡No se acerquen, coloquen sus manos sobre la cabeza y no pongan resistencia o abriremos fuego! —amenazó una voz desde una de las torres.
Era un hombre robusto y calvo, lo que le faltaba de cabello, le sobraba de barba; asimismo lo que le faltaba de inteligencia, le sobraba en temperamento. Su nombre era Greg Hanson y había trabajado en todos los organismos de seguridad imaginables, desde guardia de seguridad en una plaza comercial, hasta un puesto en el FBI; mismo que perdió por actos de corrupción y abuso de autoridad hacía 6 años.
Pero cuando supo de las prestaciones que E.L.I.T.E. ofrecía, solicitó un cargo en la nueva súper prisión; recibiría alojamiento, comida, 4 meses de vacaciones y salario de 6 dígitos. ¿Quién no quiere algo así?
Sin embargo, la mejor parte era que podía tratar a esos fenómenos como le viniera en gana: patearlos, cortarlos, incluso quemarlos y no había nadie con quien fueran a llorar. Carecían de esos asquerosos derechos, creados sólo para proteger delincuentes y desafiar a la autoridad; tardarían algunos años más en conseguirlos, así que mejor era aprovechar hasta entonces.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Chanehque, tenso.
—Seguir con el plan y atacar —declaró Eva, juntando sus manos.
»"¡Fenice!" —exclamó ella, lanzando un orbe azul contra una de las torres.
Las balas no se hicieron esperar. Ráfagas provenientes de torretas cayeron en picada; desde una de las torres, la que seguía en pie, los guardias disparaban a los mutantes, buscando detener su avance.
Los dos p.demos se dispersaron por el páramo, pero no había ningún lugar donde esconderse; los árboles estaban apartados del perímetro de Whitehead. Nada había más había nieve, suave, blanda, que no protegía nada.
Estaban expuestos.
Chanehque empezó a preocuparse, la cobertura blanca alentaba su paso, las balas se acercaban a su espalda y su cuerpo era tan humano como el de cualquier otro; así que pensó en lo primero que pudo.
—¡"Tlecoatl"! —gritó, al tiempo que invocada uno de sus poderes más fuertes.
De la nada, un dragón de fuego se alzó en medio de la noche y se abalanzó contra los guardias, soltando un rugido que hizo cimbrar la tierra misma; desatando un infierno en lo alto de la torre.
»¡Eva, destroza el muro! —gritó, por encima de los alaridos de los guardias.
La mujer obedeció. Por primera vez en su vida no le importó recibir órdenes de un hombre, sabía perfectamente que entrar a Whitehead era la única oportunidad que tenían para sobrevivir.
Juntando sus manos, usó de nuevo su poder "Fenice" para perforar el muro.
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RIÑA CALLEJERA.
AksiUna centésima parte de la población mundial ha desarrollado súper poderes por motivos desconocidos. En todas las ciudades se puede ver gente surcar los cielos, encender su cuerpo en llamas, leer las mentes y otras más habilidades sorprendentes. ...