—«¿ASÍ qué E.L.I.T.E. te robó cuando eras más pequeño?» —preguntó Zorn, moviendo sus manos con rapidez.
—Sí, no recuerdo mucho de eso; sólo que me subieron en una camioneta y chocamos, salí corriendo y desde ahí vivo solo.
»Hasta que Amper me llevó con él; es el primer amigo que tengo —declaró el pequeño.
»¿Y tú cuando dejaste de hablar?
—«Aunque no lo creas yo era flaco igual que un alfiler, pero una mañana desperté y tenía músculos» —respondió Zorn.
»«Al principio me pareció estupendo, tenía cuerpo de atlas sin levantar una sola pesa; pero mis músculos siguieron creciendo hasta que un día dejé de hablar».
»«Los doctores dicen que tanto músculo obstruye mi laringe y mis cuerdas vocales; desde entonces me comunico así».
—¿Y no has pensado en cirugía? —inquirió el pequeño.
—«No existe nada que se pueda hacer. Mas estoy bien, y acostumbrado a usar las manos» —contestó Zorn.
—¿Y porqué siempre traes la cara cubierta? —inquirió Jeux, alzando su rostro, parándose de puntitas, para poder verlo.
—«Pues no me gusta que vean mi cara; ¿sabías que hay por lo menos 27 músculos en el rostro? En mi caso, son tan fuertes que generan una parálisis facial».
»«Me hubiera gustado tener un gesto más agradable al momento en que dejé de mover mi rostro; si sabes a lo que me refiero».
Varios gestos desagradables pasaron por la mente de Jeux, mas no logró imaginar cuál de ellos se encontraba bajo la máscara.
—¿Y porqué elegiste ser luchador? —cuestionó el niño.
—«¡¿Enserio?! Con la cara cubierta, éste cuerpo y mi fuerza ¿qué otra cosa pudiera ser?».
Jeux se encogió de hombros y miró su "súper reloj"; faltaban unos minutos para las 11:00.
—Llegó la hora de actuar, vamos —anunció el niño.
Zorn lo detuvo, tomándolo de la nuca del traje; donde los perros y gatos tienen lo que coloquialmente llaman "pellejo". Jeux cayó en la nieve a causa de la fuerza y lo miró desde el suelo.
—«Tenemos que esperar hasta las once» —le recordó.
—Entendiste mal, hay que entrar antes; estás igual que Charo, terco con que le tocaba la cajita de Oreos —contestó en niño, poniéndose de pie; sacudiendo la nieve.
—«¡Qué no, tú estás mal!» —gritó Zorn, emitiendo un gruñido mientras hacía más énfasis en sus movimientos de manos.
—¡No tú estás mal, eres un inmaduro y ya no quiero hablar contigo! —exclamó Jeux, corriendo en dirección a Whitehead.
Inútilmente Zorn intentó gritar, llamar al niño y obligarlo a seguir el plan, no era un juego, podrían perder hasta la vida en caso de fallar; mas su anatomía lo hizo imposible.
Sin otra opción, salió en persecución del pequeño; no obstante su gran tamaño y musculatura lo vivían más lento que Jeux, cuya corta edad y complexión delgada lo hacían rápido y ágil.
Por su parte, Jeux avanzaba hasta el muro que tenía enfrente; que se acrecentaba conforme se aproximaba.
Según él, tenían que entrar a Whitehead antes de las 11:00 y acorde a su reloj, faltaban sólo 5 minutos.
Extendiendo sus manos hacia enfrente, usó su telequinesis y apartó la nieve, abriendo un camino de roca y tierra por el que sería más fácil correr. «Sin duda esto ayudará», pensó.
Moviendo sus piernas lo más rápido que podía, Jeux llegó ante el muro; miró las torres de vigilancia vacías a los costados y se sintió libre para continuar.
Cerró sus ojos y colocó ambas manos sobre la enorme pared. Así, comenzó a sentir de poco en poco cada varilla, castillo y hasta el concreto al interior de la resistente barda perimetral; aunque es muy difícil de explicar, era parecido a sentir una moneda dentro del bolsillo de un pantalón, no se podía ver ni tomar, mas podía sentirse con toda claridad.
Más o menos es lo que Jeux hacía en ese instante.
Una vez que estuvo seguro de qué había dentro, empezó a descomponer el muro desde el interior, separando el cemento y las varillas de la estructura original. El concreto se quebró, desintegrándose, cual si fuera una galleta, en pequeños fragmentos que flotaban con gracia en el aire.
No tardó ni un minuto para liberar el paso rumbo a Whitehead.
—¡Vamos Zorn, qué se nos hace tarde! —gritó el niño, corriendo hacia la enorme cortina metálica que, seguramente, era la entrada al almacén.
Unos metros más atrás, Zorn aceleró el paso, tenía que alcanzar a Jeux; habían de permanecer juntos para garantizar la supervivencia de los dos. Sin mencionar que él era el adulto, y era su responsabilidad asegurar la integridad y bienestar del niño.
Varias veces dijo que no quería de compañero al pequeño retozón, pero nadie lo escuchó; era la principal desventaja de ser mudo.
Ahora no le quedaba más remedio que aceptar la responsabilidad.
Llegó a la barda perimetral, o lo que quedó de ella; entonces tomó una roca de tamaño considerable y la arrojó hacia Whitehead.
Ésta voló por encima de la cabeza de Jeux y fue a dar contra la cortina de acero; resquebrajándola con un horrible chirrido.
El pequeño se detuvo en seco y volvió el rostro.
—«¡Te digo que te esperes!» —gritó Zorn, en tanto se acercaba.
—¡No me grites con esas manos, que no estoy sordo! Además no te escuché —reclamó Jeux, frunciendo el ceño.
El hombre se agachó y tomó tanta nieve como pudo, hizo una bola del tamaño de un melón y se la lanzó a Jeux con rabia.
El proyectil impactó sobre la nuca castaña del niño, y lo empujó hacia el frente; haciéndolo caer de cara sobre la blanca almohadilla.
Jeux se incorporó casi de inmediato y empezó a reír.
—¿Quieres lanzar bolas de nieve? —inquirió.
Acto seguido, la nieve se elevó y en el aire formó una gran bola, del tamaño de un vehículo compacto.
—«No, sólo era para hacer que pusieras atención; no quiero jugar, me rindo» —declaró Zorn, inmutado ante la ofensiva de Jeux.
»«Hay que entrar a la bodega antes de las once ¿recuerdas?».
—Tienes razón, cuando terminemos te daré tu merecido; ahora tenemos una misión —respondió Jeux, dejando caer la enorme bola de nieve.
Con un profundo alivio, Zorn avanzó hacia la entrada de la bodega.
Ésta era una larga cortina metálica, con una hendidura al centro; producto de la previa colisión con la roca. Dos abrazaderas automáticas, de casi 20 cm de ancho, la mantenían cerrada; en una especie de sistema de seguridad automatizado. Imposibles de abrir para un humano normal, pero no para alguien como Zorn.
El musculoso hombre metió sus manos debajo de la cortina y tiró con fuerza de ella para abrirla; las abrazaderas cedieron, rompiéndose en dos partes.
»Yo pude hacer eso también si hubiera querido —señaló Jeux, molesto mientras, Zorn levantaba la cortina.
—«No lo dudo, pero no lo hiciste; ahora entremos» —comentó éste, introduciéndose en el oscuro y misterioso lugar.
El niño lo siguió.
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RIÑA CALLEJERA.
Hành độngUna centésima parte de la población mundial ha desarrollado súper poderes por motivos desconocidos. En todas las ciudades se puede ver gente surcar los cielos, encender su cuerpo en llamas, leer las mentes y otras más habilidades sorprendentes. ...