Capítulo 3

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Capítulo 3

Allison se encerró en su oficina, para trabajar con los documentos que le había dicho el señor Angus. En realidad quería que le sacara un presupuesto para la venta de unas nuevas piezas que llegarían esa semana. Se dedicaban a la fabricación y venta de coches e igualmente también facilitaban a sus clientes las piezas que necesitaban si sus coches se estropeaban.

Habiendo estudiado contabilidad, hacer ese tipo de presupuesto no implicaba ninguna dificultad para ella. Cuando se instaló en la ciudad, le costó mucho poder estudiar en la universidad, pero era algo que su hermano siempre había querido y Allison quería que él se sintiera orgulloso de ella.

Tardó varios años, hasta que logró tener una estabilidad económica que le permitiera empezar la universidad. Nada más terminar su carrera, aplicó para el empleo de secretaria, por suerte fue una de las más preparadas y consiguió el puesto.

Durante los siguientes días, apenas tuvo que tratar con Noah, a pesar de ser su jefe, prácticamente seguía trabajando para el señor Angus, su hijo se creía que de verdad era irresistible y Allison podía notar como la miraba, queriendo seducirla con aquello ojos grises, pero era algo que la traía sin cuidado. Las aventuras amorosas, amor, pareja, no formaban parte de la vida de Allison. Al menos hasta que su hermano estuviera de nuevo a su lado, era una promesa.

―Señorita Mattson, necesito que me acompañe al puerto ―cuando llamó a la oficina de Allison.

Eran alrededor de las once de la mañana, a primera hora, ella llegó a la empresa y se puso a disposición del señor Angus, ignorando por completo a Noah, aun sabiendo que de ahora en adelante era su secretaria y no la de su padre. Aquello había enfurecido a Noah, que llevaba ya una semana allí y esa mujer no había volteado a verlo ni siquiera para escupirlo.

―Si yo nunca voy al puerto. Siempre trabajo desde aquí.

―Pero hoy si.

En realidad la presencia de Allison no hacía ninguna falta, era Noah quien debía vigilar que todo saliera bien y firmar los papeles del pedido que él mismo había realizado, pero pensó que ya iba siendo hora de enseñarle a la señorita Mattson, de verdad quien era su jefe.

―Vale ―cerró su portátil y tomó su bolso.

Ese día Allison llevaba una falda gris y una blusa roja, que hacía resaltar su hermosa melena color miel, que a diferencia del primer día que Noah la vio en la oficina de su padre, que estaba enmarañada, ahora la llevaba del todo lisa. Pensó en tomar su chaqueta, pero sabiendo al lugar a donde se dirigían, era mejor ir ligera.

Con el sol tan fuerte que pegaba en el puerto, le hubiera venido bien una sombrilla. Dejó la chaqueta colgada de su silla y siguió a su nuevo y arrogante jefe. Noah había logrado lo que quería, hacerla ir con él hasta el puerto y poder compartir coche con ella.

El coche de Noah era un descapotable y como hacía tan buen tiempo decidió disfrutar del clima. Allison no dijo nada, pero al igual que él, estaba disfrutando del viento que le golpeaba la cara y de cierta manera la hacía sentirse un poco libre, una sensación que no experimentaba hace muchos años. Cerró los ojos y se dejó llevar. Noah giró la cabeza para mirarla y al verla sonrió con simpatía, sintiendo un fuerte impulso de tocar sus mejillas, que en ese momento estaban sonrojadas por el cálido viento.

Pero no lo hizo, prefirió seguir observarla y disfrutar de la imagen. Pudo deleitarse mirándola de los pies a la cabeza. Era tan hermosa como difícil, solo de imaginarse lo que sería tenerla entre sus brazos o besar esos lindos labios, sintió una leve corriente en su entrepierna.

Llegaron más rápido de lo que Allison pensaba, al sentir que el coche se detenía, abrió los ojos, bajó del coche y sacó el móvil que le había asignado la empresa, por si tenía que escribir algo o si Noah llegaba a necesitar verificar algún documento.

Allison no llevaba ni cinco minutos allí, cuando su pelo ya se había encrespado del todo. Noah se dirigió a donde le dijeron que debía llegar su contenedor y ella lo siguió. Sacó unos papeles de su portafolio y se los entregó a uno de los vigilantes, para que lo dejara pasar.

―Vamos ―y se dio la vuelta para que ella lo siguiera, pero se detuvo un momento, un tanto sorprendido. ―¿Qué le ha pasado a tu pelo? ―le preguntó sin contarse. Ella se llevó la mano a la cabeza y maldijo en voz baja. Buscó una goma en su bolso e intentó recogérselo, sintiéndose un poco ridícula delante de su estúpido jefe, que tan mal le caía.

―No, no te lo recojas ―acercándose a ella y quitándole la goma de la mano―. Te queda muy bien así ―y le retiró el pelo de la frente.

―Gracias ―dijo ella y se alejó un poco de él.

De alguna manera, eso la hizo sentirse extraña, haciendo que en su pecho se colara una sensación que hacía muchos años no se permitía sentir. Respiró hondo y volvió a centrarse en la realidad, ese hombre solo intentaba parecer encantador para llevársela a la cama y no pensaba formar parte de esa larga lista.

Justo como ella había sospechado, su presencia allí no sirvió de nada. Solo estaba siguiendo a su jefe por todo el puerto, sin que él reparara en ella para nada. Las piezas serian llevadas a la fábrica que tenían a las afuera de la ciudad, para su distribución.

―¿No hacía falta que viniera hasta aquí, verdad? ―preguntó Allison cuando se dirigían al coche.

―No, pero soy tu jefe y debes hacer lo que te diga ―se detuvo y le brindó una mirada llena de odio. Al menos ya lo miraba y eso era algo, del odio al amor hay un solo paso ―pensó Noah. Ella se subió al coche y tiró la puerta con toda su fuerza.

―Será mejor que aprendas a comportarte o me veré en la obligación de echarte de mi empresa. –Allison intentó reclamar, pero prefirió callar.

No entraría en su juego, solo quería chantajearla para tenerla en su cama. Pero no se saldría con la suya, a ella la había contratado Angus y solo él tenía derecho a despedirla.

Con lo reconfortante que había sido el trayecto hasta el puerto, el de vuelta a la empresa estaba resultando ser del todo tedioso. No veía la hora de llegar y alejarse de ese hombre tan insoportable. En cuanto entraron al parking, Allison bajó enseguida del coche y se fue al ascensor, dejando a su jefe detrás.

―Necesito que luego vayas mi oficina ―le gritó él para que ella pudiera escuchar y rio por lo bajo, disfrutando del momento.

De no ser porque dedonde ella estaba, él la podía ver perfectamente. Hubiera hecho una pataletaallí mismo. Solo quería imponer su autoridad sobre ella y eso la enfadabamucho. Hubiera preferido que él se quedara en Alemania. Estúpido engreído.

La última conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora