Capítulo 4

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Capítulo 4

―Recuerda que este sábado es el cumpleaños de Serena. ―le dijo Angus a Allison.

―Lo sé, justo después de salir del trabajo, iré a comprar su regalo.

―No hace falta, ella estará encantada solo con tu presencia. ―dejó la oficina de Angus y se dirigió a la suya.

De camino hacia allí, en el pasillo se cruzó con su nuevo jefe, al que ni siquiera le devolvió la mirada. Últimamente con tan solo verlo se irritaba, los días anteriores había llevado un juego que a Allison para nada le agradaba, insinuándose con miradas lascivas, que le ponían la piel de gallina y no en modo de desagrado, sino todo lo contrario.

―Buenos días, señorita Mattson. ―dijo Noah guiñándole unojo y se metió a su oficina, que curiosamente estaba al lado de la de Allison.

Noah ya llevaba casi dos semanas en la empresa y su plan de conquista no estaba teniendo ningún éxito, era como si esa mujer fuera inmune ante sus encantos.

Esa tarde fue al centro comercial, para comprar un regalo para Serena. Sabía de su afición por los broches y si eran antiguos mejor, pero allí no encontró nada. Anduvo por los diferentes comercios de la ciudad, hasta que se descubrió con un mercadillo, se recorrió todos los puestos y cada uno era mejor que el anterior. Pero por fin vio lo que estaba buscando, era un broche de plata con una piedra de esmeralda incrustada en medio.

Para ella se compró un hermoso pasador de bronce, con el cual podría hacerse un semi recogido. Le envolvieron el regalo en un lindo papel color plata y se fue a donde había dejado su coche para irse a su piso.

Serena se había convertido en alguien muy importante para Allison, en algunas ocasiones ella iba a la empresa a visitar a Angus y ahí fue donde se conocieron. Allison nunca tuvo muy buena relación con su madre, no era una mujer muy cariñosa, sino más bien vanidosa y no se preocupaba por nadie que no fuera ella misma. Y en Serena había encontrado eso, una especie de madre afectuosa.

Cuando tenía trece años y su padre murió, supo que su vida sería un infierno al lado de su madre. Porque ya no tendría el amor, compresión y protección de él, sus padres estaban casados, pero saltaba a la vista que entre ellos ya no existía nada de amor. Algo que su madre dejó bastante claro, cuando a los pocos meses de su padre morir, se casó con un hombre despreciable, que le hizo la vida imposible a ella y a su hermano.

―Me está resultando muy difícil conquistarla y es tan endemoniadamente bella. ―le comentaba Noah a su mejor amigo, mientras estaban sentados en la barra de un bar.

Conocía a Ian desde que iban al jardín de infancia, era difícil creer que esa amistad hubiera perdurado tanto tiempo, sobre todo teniendo en cuenta lo diferente que eran. Ian siempre había sido muy centrado y en cuanto a líos de faldas, nunca había tenido de esos. El año pasado se casó con la mujer que había sido su novia desde hace diez años, vivían muy felices en una hermosa casa a diez minutos de la ciudad.

Noah estaba muy feliz por él, era lo que Ian siempre había querido. Sabía que Valerie era una buena mujer, se habían conocido en la universidad, era muy hermosa. En un principio, él estuvo interesado en ella, pero al ver que Valerie solo tenía ojos para su amigo, decidió hacerse a un lado, al fin y al cabo él solo quería pasar una noche con ella. Mientras que Ian si la quería de verdad, él fue su padrino de bodas y aquel día se sintió igual o más feliz que ellos.

―Puede que vaya siendo hora de que sientes cabeza.

―No me veo con un hogar, tú estás hecho para eso.

―Es lo mejor que he hecho en mi vida. Hace diez años que estoy con Valerie y cada día estoy más enamorado.

―A mi no me van esas cosas, no puedo con tanta cursilería. Las cartas de mis novias las escribías tú.

―Sí, eres un cínico. ―y rio con ganas.

―Mañana te espero.

―Por supuesto, hace mucho que no veo a tu madre. Siempre recuerdo esas galletas tan deliciosas que hacía.

―Sí. –ambos se quedaron unos segundos recordando su niñez―. Ya me marcho. ―le dio un abrazo a su amigo.

Ian se había hecho abogado unos años atrás y era uno de los mejores de la ciudad, en algunas ocasiones había ayudado a Angus con alguna demanda que le habían hecho y había salido victorioso. Realmente le gustaba lo que hacía, Noah lo admiraba mucho y le gustaba verlo defender sus casos con tanto esmero y entrega.

El cumpleaños de Serena tendría lugar en el jardín trasero de la casa, que era bastante amplio. Lo habían decorado con luces envueltas en los tres árboles y guirnaldas luminosas. Había dispuesta una mesa rectangular con comida y una especie de bar provisional, en donde podías pedir lo que quisieras, se trataba de una barra en donde había un camarero que te servía las bebidas.

Allison llegó a las siete y media de la noche, al bajar del coche se recogió la falda con la mano, para poder andar con más facilidad. Eligió algo sencillo, un vestido de color rosa palo, con estampado floral y cuello halter, le llegaba hasta los tobillos y tenía una abertura más arriba de la rodilla. Un bolso de sobre a juego con el vestido y unas sandalias plateadas de tacón grueso. Se había sujetado el pelo en una media melena, con su nuevo pasador.

Llamó al timbre y esperó unos segundos para que le abrieran, pensó que todos estarían en el jardín y por eso tardaban. Noah salía de la cocina y se dirigió a la puerta para abrir. Se quedó unos segundos observando a Allison y por primera vez en toda su vida, su corazón empezó a latir demasiado de prisa y se quedó sin palabras. No tenía ni idea de que su madre la había invitado, se suponía que solo acudiría la familia.

―¿Puedo pasar?

Escuchar a Allison hablar, lo sacó de su asombro y se hizo a un lado para que pudiera entrar. Intentó que los latidos de su corazón fueran más lentos, pero fue del todo imposible. El deseo de estar con esa mujer lo estaba volviendo loco y haciéndolo sentir cosas muy extrañas, que para nada estaba en sus planes. Ella entró y como ya había ido con anterioridad a la casa, siguió hasta el jardín, sin necesidad de que él la guiara. Noah se quedó parado en la puerta, como si sus pies no fueran capaces de responder, cerró los puños con fuerza y regresó al jardín.

―Lisy, que bueno que hayas venido. ―dijo Serena con mucha alegría y afecto.

Se puso de pie y le dio un fuerte abrazo, Allison le entregó su regalo y a pesar de que en un principio decía no querer nada, al ver lo que había dentro, se llevó la mano a la boca por la sorpresa, demostrando lo feliz que la hacía su nuevo regalo.

―Oh dios mío, es precioso. Ahora mismo me lo pondré. ―y se lo colocó en el vestido color salmón que llevaba puesto.

Serena era una mujer de algunos cincuenta años, con el pelo castaño como el de su hijo y con algunas canas dispersas. Llevaba un vestido de mangas francesa y cuello de barco, entallado a su delgado cuerpo.

―Me alegro mucho que te haya gustado.

Se quedó un rato conversando con Serena, hacía algunas semanas que no se veían y se estaban poniendo al día de todo. Noah permanecía recostado de un árbol de donde tenía una vista estupenda de la escena. Al ver a su madre tan feliz en compañía de Allison, entendió porque la había invitado. De repente estaba descubriendo, que le gustaban muchas más cosas de esa mujer y que quería más que un simple revolcón. Ya llevaba casi dos semanas en la empresa y había podido observarla muy de cerca y trabajar junto a ella. La mayoría de veces se sorprendía inventando cosas que hacer, para buscar una excusa y hacerla ir a su oficina, solo para verla.

La veía sonreír sin ninguna preocupación y sin embargo cuando estaba junto a él, se podía notar las ganas que tenía de huir de allí, como si su sola presencia le molestara, no entendía que estaba haciendo mal, que en vez de ganarse su cariño, recibiera su indiferencia. Y aquel día estaba tan hermosa, que Noah no se veía capaz de dejarla de mirar.

Ella se levantó y saludó al padre de Noah y a su hermana pequeña, que saltó de su silla para abrazar. Sherlyn tenía quince años y lo de gritar como posesa formaba parte de su vida

―Lisy, que bueno que estés aquí. Ven, tengo muchas cosas que contarte. ―y arrastró a Allison lejos de su padre.

Era increíble que sellevara tan bien con toda su familia y que a él ni lo mirara, como si noexistiera. 

La última conquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora