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Chocaste tus labios contra los de Mark, rindiéndote en esa estúpida espera de quién caía primero. No podías soportar un segundo más sin besarlo.
El toque de sus labios fue tan necesitado, tan desesperado, cómo ambos se encontraban ahora mismo. Querías echarle la culpa al alcohol pero esto no eran efectos del alcohol, eran efectos de Mark Lee.
Sus labios eran suaves y exquisitos, una combinación perfecta qué te llevaba al cielo. Gruñidos de parte de Mark comenzaron a sonar cuándo ambos comenzaban a llegar al orgasmo. Y eso qué solo estaban restregandose.
Tú centro ardía cómo el mismo fuego, pidiendo atención. Atención que Mark estaba dispuesto a darte.
Enseguida quitaste tu camiseta sobre tu cabeza, quedando en brasier, haciendo lo mismo con Mark. Acariciaste los pectorales, sensualmente, bajando hasta su abdomen, dónde acariciaste con tus dedos.
Mark sintió un escalofrío cuándo lo tocaste, qué fue directo a su polla. Un gemido salió de sus labios.
—Quiero hacerte sentir realmente bien, princesa, pero no puedo aguantar ni un segundo más—confesó ronco.
Entendiste su punto y te bajaste de su regazo. Al hacerlo, Mark rápidamente desprendió su pantalon y lo bajó junto a su bóxer. Su polla erguida saltó. Te mordiste el labio mirándolo sin pena. Estaba mejor equipado de lo qué pensabas.
—Vamos, nena, estamos esperando—habló tirándose otra vez al sillón.
Sonríeste al verlo. Bajaste tu jean, sintiendo un gran dolor en tu entrepierna, haciéndote jadear, estabas realmente necesitada. Cuándo lo quitaste completamente, quedando solo en ropa interior, te volviste a subir contra él.
—¿Crees qué recordarás esto?—cuestionó timido. Mark comenzaba a pensar en qué esto podría ser algo que no debería pasar. Estabas borracha y él también.
—Mark, no estoy borracha, no lo tan suficiente cómo para olvidarlo—dijiste acariciando su rostro. —Quiero esto, más qué nunca, realmente.
—Yo también, nena—sonrió.
Volvió a unir sus labios desesperadamente, buscando tu lengua para acariciarla contra la suya.
Una de sus manos, se acercó al broche del brasier, y lo soltó, tirándolo a algún lado de la habitación.
No dudo un segundo en llevar su boca contra tu pezón izquierdo, dónde comenzo a chupar y morder. Con su otra mano, tiraba del otro, haciéndote chillar.
