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Luego de clases, suelo acompañar a mis amigas ver a los chicos en la practica. Desde entonces, conocí a un chico, uno que llamó mi atención.
Su nombre es Hendery y vino de intercambio hace un año. Se volvió extremadamente popular al llegar, cuándo comenzó a juntarse con Mark y Lucas.
Mis amigas dicen que estoy obsesionada con él, pero yo no lo veo así. Me gusta admirar su tan singular belleza.
Hendery es por lo alto, mi tipo ideal.
Tan perfecto, cómo sacado de un libro. Tan atento, cómo el tipico chico cliché de una pelicula romántica. De esas que tanto me gusta leer.
—¡Miwoo!—chilla mi amiga llamándome. —¡Estamos hablándote!
La miro enseguida sonriendole inocente.
—Perdón, estaba distraída.
—Distraída mirando a Hendery, nada nuevo—se queja mi otra amiga.
Mis mejillas se tiñen de un rojizo suave.
Ojala fuera tan fácil, ojala fuera lo suficiente linda como para gustarle.
—¿Vendras a la fiesta?—pregunta curiosa la morocha.
Levanto mis hombros. —Mama insiste que vaya, pero no tengo ganas.
—¡Por dios, Miwoo, hasta tu madre quiere que salgas de la casa!
Ambas se ríen. Y aunque es cierto, no tengo planeado ir. Prefiero quedarme a leer o quizás a ver algun drama, si es que haya alguno que no vi todavía.
—¡Iremos, pasaré por ti!—indica Sunhee cuándo suena el timbre y nos paramos para volver a clases.
Quisiera negarme, pero se que será en vano. Así que acepto, seguramente en la noche invente algo para no ir.
Al terminar las clases, vuelvo a casa y mi madre me obliga a ayudar a limpiar. Cuando por fin terminamos, corro hasta mi habitación para ducharme.
En quince minutos paso por ti. xoxo
Decía el mensaje de Sunhee cuándo agarre el móvil, lo tiré a un lado de la cama sin darle importancia y me acosté. Le di play a mi drama favorito, que había visto cómo cinco veces y contando.
—¡Dios, Miwoo!—grito Sunhee entrando en mi habitación.
La hice callar con un grito porque la mejor parte venía, los protagonistas se darían el primer beso. Sunhee quería salir de mis brazos, empujándose, ya que la tenía agarrada y con una mano en su boca. Cuándo logró escaparse, comenzó a largar chillidos quejandose.
—¡Ah, levantate de una vez!—golpeó la cama con sus manos.
