Capítulo 17: Interiores de La Capital

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- ¿Estás nerviosa? -le pregunté mientras seguíamos esperando

- Eso no debería preguntarte yo a ti. -se rió ligeramente- Sí lo estoy, no he salido de las puertas de Edenis desde que fui una niña pequeña. A su vez, no sé que tan grave estará la situación del racismo con los elisianos en La Capital.

- Tampoco es que yo haya ido muy frecuentemente a La Capital, pero sea como sea no estarás sola. -al decir eso la note más calmada

- Espero tengas razón. 

Las raíces que antes veíamos empezaron a movilizarse mientras el cristal que habían colocado volvió al bolsillo de Emerald. Prácticamente salido de la nada apareció una puerta de madera blanca relativamente desgastada con símbolos inentendibles pero que generaban aún más intriga que el propio viaje engendraba. 
- Pasando por esta puerta llegaremos a nuestro único contacto con La Capital, el Monasterio de la Media Luna. Lo más probable es que no tengamos un buen recibimiento por la situación de guerra en la que estamos. 

- Entremos y averigüémoslo. -respiré fuerte y decidido atravesé el pórtico unos instantes antes de que ella lo hiciera 

Del cálido sol que nos bañaba pasó a una zona muy fría y con luces tenues: un contraste bastante fuerte a decir verdad, o al menos hasta que vimos todo el área en sí. La puerta nos condujo, como había dicho Emerald, a una especie de catedral; sin embargo distaba mucho de la belleza y elegancias que están muestran.
- De todo lo que podía esperarme. -dije mientras mi mirada se posaba sobre cada mínimo detalle; desde las telas marrones que colgaban deshechas del techo hasta los asientos llenos de astillas y polvo

- ¡¿Qué le ha hecho la guerra a este lugar santo?! -disgustada habló Emerald al ver tal lugar tan poco cuidado

- No creo que haya sido la guerra. -me agaché y arrastré mi dedo por el suelo- A juzgar por las cantidades de polvo y tierra que se asientan sobre el piso, paredes y asientos, esta parte de la catedral llevaba muchos años cerrada. 

- Ni siquiera han guardado el mínimo respeto de nuestra presencia. Sabía que entre nosotros y ellos habían diferencias pero... esto es perder todo el honor de nuestros antiguos acuerdos. -en lugar de su clásica sonrisa había una expresión melancólica

- Dijiste que hubo roces entre Edenis y La Capital, era de esperarse que prácticamente se olvidarán de sus alianzas y abandonaran este lugar. Son...

- Humanos después de todo. Nunca cambian. -suspiró al final pero al verme volvió a hablar- Yo... no sé que estoy diciendo. Disculpa, Francisco. Tenemos personas en la aldea que son muy buenas y aún así estoy aquí insultándolos solo por lo errores de otros. 

- Tienes razón de alguna forma, casi siempre los humanos terminamos abandonado lo que no nos sirve y salvaguardamos lo que sí. Es nuestra naturaleza. 

- No la tuya, Loren. Es de admirar, pero debemos seguir antes que sea más tarde. 

El andar era muy dificultoso debido a la cantidad de objetos que yacían en el piso desde libros, artefactos religiosos, collares, entre otros; asimismo se levantaba el polvo con cada paso y mirar hacia arriba no ayudaba porque el movimiento de unas palomas que fabricaban sus nidos y revoloteaban en la parte más alta dejaban caer más polvo. Observar tal paraje tan frío y poco cuidado me hacía sentir melancolía por alguna razón hasta que luego de diez minutos logramos llegar a la puerta principal de la catedral: un par de puertas de tamaño colosal adornadas con varios símbolos y pintura ya descolorida por el paso del tiempo; con un poco de fuerza de ambos las movimos simultáneamente y llegamos al exterior.
Al menos en la zona donde nos encontrábamos no había ni una sola figura humana a la redonda, solo gritos tanto de humanos como de los demonios y sonidos de bala impactando a unos kilómetros hacia el norte, las casas de este lado de la ciudad estaban casi sin ningún rastro de ataque. 
- Parece que los demonios ya han llegado a La Capital. -dije mientras oíamos alaridos a la distancia

El Árbol de la Vida: Comienzo de una LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora