Capítulo 5: El Niño

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Con la bestia derrotada, sentí una paz interior. No me duró mucho porque en unos instantes toda la adrenalina que liberé se había ido dejando que un fuerte dolor recorra mi cuerpo. Mi corazón latía como locomotora en marcha casi saliéndose de mi pecho. Pero ese no era el dolor que me preocupaba.
- ¡AHHHHHH, carajo! -grité de dolor al intentar mover mi brazo lastimado, así que solo la sostenía levemente apenas tocándola

El dolor no cesaba y en medio de todo eso, recordé a mi malherido amigo que probablemente estaba peor que yo ahora. Sin pensarlo dos veces, avancé hacia donde estaba él.
Una parte de mí se moría de dolor y la otra estaba decidida completamente a ir a por mi compañero.
El camino estaba desolado y aún ardiendo por todo los ataques que el Verdugo había realizado; grandes huecos y tierra arrasada eran lo único que me esperaba en esa dirección.

Para coger más terreno empecé a avanzar a pasos más grandes. Solo empeoraba todo, mi cuerpo no resistía el sobreesfuerzo que estaba haciendo: sentí una punzada en mi pecho lo que hizo que me detuviera y me arrodillara al instante.
Me quité la armadura y el yelmo para poder evitar experimentar ese horrendo dolor. Toqué mi pecho apretando fuerte el lugar donde estaba mi corazón, latía a mil pero poco a poco disminuía su ritmo.
Aun así no podía simplemente pararme y avanzar hasta allá, tenía miedo a desplomarme y... no poder continuar mi viaje.

Dentro de todo ese caos de pensamientos que tenía, sentí como una pequeña mano sostenía la mía. La calidez de su piel contrastaba con la frialdad de mi cuerpo. Al alzar la vista vi una persona de estatura baja como la de mi hijo.
Me levanté sorprendido y sin palabras, porque el chico aparentaba tener la misma edad que mi Donoval.
Empezó a llevarme de la mano hacia algún lugar que desconocía, pero al cabo de unos segundos podía identificar que me acercaba a la zona donde estaba mi amigo.
- Vamos... Ya estamos cerca... No te rindas... -el niño parecía estar hablándome pero podía oir ciertas palabras mientras mi cabeza aún daba vueltas

Cuando vi la caseta todavía humeando, supe que ya había llegado. Con mi brazo sano empecé a romper la barrera de humo que había y lo encontré.
- Graci.... -quise voltear a agradecerle al misterioso niño por traerme, sin embargo no podía divisar a nadie a mi alrededor

No le tomé mucha importancia a ello y solo dirigí mi atención hacia mi compañero.
- Lo logramos. -le comenté con una sonrisa algo adolorida mientras me ponía de cuclillas a su lado; él parecía estar dormido ya que no me respondía- Ya acabó el descanso. -me acerqué a su pecho, y como me temía... este ya no latía- Vamos, amigo, no me hagas esto. -empecé a presionar su pecho para ver si él respondía, sin embargo no parecía haber respuesta- ¡¡¡¡Maldita sea, responde!!!! -deje de hacerlo luego de varios intentos- No. -mi respiración se volvía más agitada aun procesando lo inevitable de la situación

Su casi rostizado cuerpo y una leve sonrisa dibujada en su rostro fueron lo que más me dolió.
- Lo siento... yo... no te salvé. -di un fuerte golpe con mi mano al piso repetidas veces hasta que me cansé

Luego me paré y empecé a cavar con la ayuda de un escudo que había por la zona.
- Mereces un justo entierro. -dije entre lágrimas; al pasar de los minutos logré cavar una fosa lo suficientemente profunda para dejarlo ahí

Luego de colocar su cuerpo con cuidado, lo cubrí con la tierra que había sacado antes.
- Te prometo que tu sacrificio no será en vano, amigo. -dejé plantado el escudo a su lado- Valdrá la pena para llegar hasta mi familia. -cerré los ojos con cierta paz y luego suspiré

Me senté un momento al lado de la tumba.
- No tienes porque sentirte mal. -sentí la pequeña mano de antes en mi hombro- No estás solo. -simplemente no volteé y me quedé sintiendo la calidez de su mano

Yo sabia que si volteaba, éste desapareceria como la otra vez que lo había intentado. No quería pensar que... que era una clase de jugada que mi mente me hacía, pero si fuera así, si mi mente creaba este "Donoval" para no sentirme tan abrumado por este caos... no me molestaba.
Podía sentir la calidez imaginaria de su mano y era... simplemente lo más reconfortante que había sentido hasta ahora.
No quería soltar su delicada mano.
- Mi Donoval. -susurré en voz baja- Te extrañaba tanto, mi hijo. -dije mientras se me rompía la voz con un par de lágrimas en los ojos

El Árbol de la Vida: Comienzo de una LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora