Capítulo 11: Adora

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    Algo estalla dentro de mí cuando sostengo por primera vez la espada. O, al menos, por primera vez en esta realidad. Sin embargo, a pesar de no hacer frío, siento que me congelo por dentro. Siento su figura detrás de la mía. Me obligo a mí misma a no mirarle, deseando con todas mis fuerzas poder arrancarme este dolor del pecho. Pero no es posible, porque precisamente eso es lo peor de los sentimientos: que son intangibles. Incontrolables, imborrables. A veces siento que soy la persona más sensible de Etheria, de la Tierra y de cualquier otro universo que pueda llegar a existir... pero no es cierto. Simplemente soy humana. A veces gustaría ser de metal, una chica de hojalata incapaz de sentir ni padecer. Suspiro. Sé que ella piensa que yo estaría mejor sin ella, pero lo cierto es que ella estaría mejor sin mí. Así que lo digo. Pronuncio esas cinco palabras que se aferran a mi destino con una fuerza inmensa.
- For the honor of Grayskull
    Siempre lo he dicho con firmeza, deseando transformarme más que nada en mi vida. No obstante, esta vez mi mente no es capaz de dejar de pensar de que sí hay algo que quiero más. Alguien. Alguien a quien quiero mucho más de lo que quiero a She-Ra. Alguien a quien quiero más que a mí misma.
- Pero no te puedo elegir -susurro.
    Y, por primera vez, lo primero que luzco al transformarme en She-Ra no es una sonrisa, lo primero que siento no es una infinita fuerza... por primera vez, toda la magia que She-Ra representa, se reduce a una amarga y efímera lágrima.
    Creo decir "lo siento". Para ser sincera, no puedo distinguir qué es real y qué no en este instante. Mi mano parece aferrarse a la espada automáticamente, al igual que mis pies caminan hacia el portal sin recibir orden alguna de mi conciencia. Pero lo hago. Como siempre hago todo.
     
      Y mis pies frenan en seco.

      Cierro los ojos, llenando mis pulmones de aire hasta casi el límite, para después dejarlo ir lentamente. Siento la calidez de su mano sobre la mía. Es inconfundible. Desde el primer momento en el que su mano tocó la mía supe que era ella. Desvío mi mirada, hasta posarla en la suya. Tan sólo con mirarla ya me siento mejor. Sus ojos celestes envuelven los míos, es ese sentimiento el que me asegura sentir su leve sonrisa sin tan siquiera mirarla.
- Siempre supe que serías más poderosa de lo que yo jamás fui -comienza a decir-, pero nadie me dijo que fueras a ser tan cabezota -ensancha su sonrisa.
    Copio su gesto, con la excepción de que mi mirada aún sigue inundada en lágrimas.
- Me... me gusta la Tierra -me encojo de hombros-. Puedo ser yo. Puedo ser Adora.
- Siempre puedes ser Adora
- No -la interrumpo-. Allí no puedo serlo. Tengo que ser She-Ra.
- No sacrifiqué mi vida para que tú también lo hicieras -confiesa, negando suavemente con la cabeza-. No sólo lo hice por Etheria, Adora. Lo hice por ti. Yo di mi vida para que tú no tuvieras que entregar la tuya.
- ¡No sé cómo se hace, Mara! Yo... Llevo toda mi vida aprendiendo a cómo luchar, ganar y obedecer, ¿entiendes? Nadie me enseñó a sentir -una vez más, me encojo de hombros-. Tanto en La Horda como en Bright Moon soy una guerrera que pelea por proteger a mi pueblo.
     La expresión de Mara se suaviza y endurece a la vez. Mi visión se nubla debido a las lágrimas, las cuales intento secar bruscamente con mi mano izquierda. Tomo aire y suspiro. Solo quiero desaparecer. Pero entonces me abraza. El sonido de la hoja de la espada estrellándose contra el suelo anula mi alrededor. De repente, solo siento sus brazos rodeándome. Y lloro. Y sollozo. Y mi respiración se agita a la par que le devuelvo ese dulce abrazo. Dejo caer mi rostro sobre su hombro, justo cuando ella me abraza con más fuerza.
- Todo va a estar bien -asegura.
    Tras unos minutos, nos separamos. Sus manos sostienen mi rostro, limpiando con gentileza mis lágrimas con su dedo pulgar.
- She-Ra no eres tú, tú eres She-Ra. Es tuya, Adora.
    Mara recupera el arma del suelo, ofreciéndome su empuñadura sin soltarla.
- Puede que nadie te enseñara a sentir... a ella tampoco.
    Y la señala. No quiero mirarla, pero lo hago. No quiero mirarla porque sé que si lo hago no podré irme. Sé que si la miro, me derrumbo. A pesar de ello, lo hago. Mis ojos azules vuelan hasta la heterocromía de los suyos. Ella no se mueve. Se limita a observarme. Y eso me duele aún más. Quiero que me diga que me quede. Quiero que insista. Quiero que me repita una y otra vez que esté con ella. Quiero eso porque, al no hacerlo, tan sólo me demuestra que me ama tantísimo que me dejaría ir si eso me hiciera feliz. Que sacrificaría su bienestar por el mío. Y es que no lo sabe. Sigue creyendo que yo no la escogería, cuando lo cierto es que hasta el último rincón de mi alma está gritando por ella.
- Quizá podáis aprender juntas -sonríe.
    Sostengo la espada, para aferrarme de nuevo a ella. Mara corresponde mi abrazo, frotando mi espalda con la palma de su mano.
- Nunca te he dicho que te quiero -puntúo.
    Ríe. Su risa me demuestra que saber cómo su vida se escapó hace años es una herida que jamás podrá curar.
- Yo también te quiero, angelito.
     Nuestro abrazo se deshace, cuando señala a Catra con la cabeza, guiñándome un ojo y diciendo:
- Ya sabes lo que tienes que hacer.
     Asiento. Vuelvo a mirar a Catra una vez más, antes de ofrecerle la espada a Mara.

    Y la alzamos juntas.

    Y así fue cómo, por primera vez en toda la eternidad, dos She-Ras vencieron juntas y salvaron la magia de Etheria.
    

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