El castañeo de mis dientes me arranca de mis sueño. Froto mis manos sobre mis brazos, con el objetivo de entrar en calor. Las madrugadas siempre son frías y oscuras. Tiemblo. La humedad me cala los huesos. Me pongo en pie y camino, sin apenas fuerzas, hasta llegar al local abierto más cercano: una gasolinera. Empujo la puerta con mi hombro, reuniendo todas mis energías en abrirla.
Una vez dentro, me recorre una sensación cálida. Vuelvo a frotarme las manos, esta vez obteniendo un buen resultado.
- ¡Eh! -exclama alguien a mis espaldas- ¡Eh, tú! ¿Vas a comprar algo o qué?
Apenas soy capaz de moverme cuando el dueño de esa arrogante voz ya me había dado la vuelta para mirarle. Se trata de un chico alto y robusto, con el uniforme de trabajo de la gasolinera. En su ridículo sombrero podía leerse la marca comercial de la gasolina que allí proporcionaban.
- Si no vas a comprar nada, más vale que te vayas -me amenaza.
Aparto su mano de mi hombro, con desdén. Abro la boca para responder, mas alguien abre la puerta distrayendo mis ideas.
- ¡Ah, estás ahí! -sonríe la recién llegada.
Se trata de una chica grande, de amplia sonrisa y mirada tierna. Su pelo blanco se halla rapado por los lados, lo cual le da un aire punk que no concuerda con semejante dulzura. Se dirige hacia mí amistosamente.
- ¿Has encontrado ya lo que querías? No te preocupes, yo te invito -continúa- ¿Quieres algo de chocolate o prefieres otra cosa?
Asiento lentamente, sin saber si quiera si realmente se está dirigiendo a mí. Creo estar en una de esas situaciones en las que crees que alguien te habla a ti pero en verdad se dirige a otra persona que está justo detrás. No obstante, nadie descansa a mis espaldas.
- ¿No estás muy habladora, eh, gatita?
Algo falla. Mi mente parece desconfigurarse unos instantes. ¿Gatita? ¿Por qué me ha llamado así? Me resulta familiar esa referencia, pero...
- Es... por la camiseta -aclara, pareciendo leer mis pensamientos-. Ya sabes, pone "Wild Cat".
Bajo la mirada para comprobar lo que ya sé. Así que era eso.
- Ah -me atrevo a decir, al fin-. Puedes coger el que prefieras, no tengo mucha hambre -disimulo.
La chica se da la vuelta para hacerse con las chocolatinas. No obstante, antes de hacerlo, se coloca frente al dependiente, tornando su expresión a una que no denota querer hacer muchos amigos. "¿Hay algún problema?" ladra. El muchacho niega lentamente con la cabeza, dirigiéndose seguidamente hacia el mostrador.
Mi mente le adjunta el nombre de "la chica escorpión", debido al tatuaje que luce en el homóplato derecho. Viste una enorme camiseta blanca tirantes con espalda de nadador, adornada con el dibujo de una carabela; unos pantalones negros rotos, de los cuales cuelgan cadenas; y unas botas de cuero negro, a juego con la chaqueta que sostiene en su mano izquierda.
Una vez paga lo seleccionado, me abre la puerta dándome paso. Señala un coche a pocos metros de distancia.
- Ese es el mío, vamos.
No la conozco de nada. Sin embargo, obedezco. "Vives en la calle y ni si quiera recuerdas qué has hecho durante el día" me digo. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Morirme de frío? No sé a dónde ir. Si tengo casa o una familia no lo recuerdo, mas dudo que esa sea la realidad. Tan sólo tengo tres contactos en el móvil, mas por alguna razón me da pánico llamar a alguno de ellos. Así que entro en el coche, intentando no resultar desesperaba por un pequeño bocado de comida.
- Conozco esa mirada -me delata, tras colocarse en el asiento del conductor-. ¿Tienes hambre, eh?
La chica escorpión me ofrece un buen montón de chocolatinas, las cuales devoro en apenas un par de minutos.
- ¿Has pensado que podría haberlas envenenado? -bromea.
- ¿Las has envenenado? -pregunto.
- No.
- Genial -decreto.
Su sonrisa se ensancha hasta dejar escapar una sonora carcajada. Sonrío levemente.
- Bueno, cuéntame, ¿qué hacías por ahí? -se interesa.
- Morirme de frío -ladro-. No sé ni tu nombre no esperes que sea sincera -me encojo de hombros-. Aunque... gracias por la comida -murmuro.
La chica asiente, dedicándome un cariñoso "de nada". Me dejo caer sobre el cabecero del sillón. Podría acostumbrarme a esto. Nunca creí que un coche me resultara tan cómodo.
- Debes llevar mucho tiempo ahí fuera -señala la calle con la cabeza-. Mírate, estás congelada, y yo aquí, sin mangas -se señala la camiseta.
Se produce un pequeño silencio. Ella me ofrece su chaqueta, mas la rechazo. Es cierto que aquí dentro la temperatura es bastante más alta que fuera.
- Puedes llamarme Scorpia -prosigue-. Todo el mundo me llama así.
La miro de reojo. ¿Se habrá tatuado eso por su nombre o es que su nombre deriva de ese tatuaje?
- Soy Catra -contesto.
De nuevo, silencio. Scorpia se frota las manos antes de colocarlas sobre el volante y arrancar.
- ¡Oye, oye! ¡¿Qué haces?! -exclamo.
- ¡No te preocupes, gatita! He conducido más veces.
- Pero, ¡¿a dónde vamos?! ¡No te conozco!
- Tranquila -insiste-. Te gustará. Quiero presentarte a unos amigos. Yo tampoco tenía a dónde ir, ¿sabes?
Mi expresión se suaviza. Observo la seguridad en su rostro, con la vista al frente y reflejando unas cicatrices que aún no han terminado de sanar. Ha debido sufrir bastante, se aprecia con tan solo mirarla.
- Ellos me ayudaron -se explica-. Ahora tengo un hogar. Una familia.
- No quiero una familia
- ¡Oh, vamos! -ríe- Todo el mundo quiere tener a alguien en quien confiar. Eso es una familia.
No respondo. Quizá sí. Desbloqueo el móvil, con el mero objetivo de sumirme en la fotografía del fondo de pantalla. Ni si quiera salgo yo. Es una chica. Una chica rubia de ojos profundamente azules. Está sonriendo. Sonrío. No recuerdo su nombre, pero esta sensación... Esto ya lo he sentido antes.
- Oh, oh -murmura Scorpia.
Aparto la vista del teléfono, para mirar hacia delante. El reflejo de las luces azules y rojas en el espejo retrovisor me ciega unos instantes. El sonido de la sirena del coche de policía me crispa los nervios. Instintivamente, me pongo el cinturón de seguridad en un solo movimiento, a la par que exclamo:
- ¡¿Qué pasa?!
- ¡Oh, verdad! ¡El cinturón! -se golpea levemente la frente con la palma de la mano- Que tonta.
- ¡Scorpia!
Casi puedo sentir cómo pisa a fondo el pedal del acelerador cuando una repentina sensación de velocidad me golpea. Vuelvo a exclamar su nombre, exigiendo una explicación, mas la chica se haya más concentrada en sortear los obstáculos que se cruzan en su despreocupado camino que en mi reacción.
- Perdón, ¿decías? -pregunta, por fin.
- ¿Por qué huimos de la policía?
- Ah, sí -asiente-. No tengo carnet. Parece que tienen mi matrícula controlada, ¿eh? -ríe.
Dejo escapar un sonoro "¡¿Qué?!". ¿Por qué siento tanto pánico? Mi respiración comienza a agitarse. "No me pueden coger. No quiero volver ahí. Otra vez no". ¿A qué me refiero? ¿Qué es este pensamiento? Yo...
- ¡Vaya! Calle sin salida -se encoge de hombros-. Lo siento, wildcat, pasaremos una noche en los calabozos.
- ¡¿Qué?! ¡Yo no he hecho nada!
- Hemos huido, eso suele...
Mis manos caen sobre el volante. Lo giro, en un estúpido y desesperado intento por dar la vuelta. Scorpia grita, intenta decirme algo, más mi sentido del oído ha parecido esfumarse durante unos instantes. Entonces, cuando ella se resiste y comienza un forcejeo por el manejo del volante, mi realidad se deshace. Todo a mi alrededor cambia. Me encuentro sobre una plataforma, luchando por el control del vehículo. Un enorme bosque se extiende frente a mí. Frente a nosotras. Es ella. La chica de mi fondo de pantalla. También me advierte, grita mi nombre. ¿Quién es ella? ¿Qué está pasando? Un intenso dolor en el brazo derecho me aleja de aquella extraña ilusión.
Es entonces cuando todo se vuelve negro.
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Déjà vu
FanfictionTras cruzar el portal en la Cámara del Granate Oscuro, todos los habitantes de Etheria son arrastrados a otra realidad. Catra y Adora deben enfrentarse a nuevos recuerdos, nuevas ideas... Una nueva vida. Pero, ¿es esto real o una mera ilusión?