Preámbulo

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   Sus manos estaban frías. Bailábamos en un incesante forcejeo por hacernos con el destino. Ella... Nunca sé lo que quiere ella. Tan sólo recuerdo sus manos. Sus manos y una bruma de luz blanca que nos envolvía por completo... Hasta ahora.
    Ahora todo es de un amarillo cálido.
- ¡Adora! -repite, una y otra vez.
   Mi mirada se posa en su agonizante figura. Observo cómo se deshace ante el pánico. Sus ojos no pierden los míos, reflejando puro miedo. Sus manos se apresuran a alcanzar su cabeza, buscando con desesperación sus orejas. Algo en mí despierta, precipitándome sobre ella para calmarla. Envuelvo su rostro con mis manos. Hace tanto tiempo que no estábamos así, tan cerca... sin enfrentarnos. Bajo la mirada en busca de su cola, para descubrir que también ha desaparecido. Sus ojos... sus ojos también son diferentes. Uno de ellos es verde, de un intenso verde oliva, mientras que el otro adquiere una tonalidad que se acerca al color de la miel. Enmudezco. Siguen siendo preciosos.
    Todo esto... Siento que estoy en un sueño que está a punto de terminar. ¿Qué es lo que hicimos? Recuerdo que peleábamos por algo... Algo importante. ¿Qué era, Adora?
     El rostro de Catra se pierde en algún lugar entre mi clavícula y mi cuello. Está llorando. No recuerdo la última vez que la vi llorar entre mis brazos. Puedo sentir cómo sus garras se suavizan hasta transformarse en manos humanas. Aún están frías. Me aferro a ella con fuerza, cerrándome solo a un sentimiento que se apodera hasta del último rincón de mi cuerpo. Un sentimiento que me dice que voy a perderla. Así que no la suelto. Me niego. Ahora son mis uñas las que parecen garras, adhiriéndose a su espalda como si ésta fuera a desvanecerse. Mas no lo son. Y, por alguna razón que desconozco, mientras mis recuerdos se alejan, ese sentimiento crece. Su rostro se eleva, para dejar caer su frente sobre la mía. Cierro los ojos, respirando su propia respiración. Quiero sentirla cerca, pero hay algo... Algo que aún duele.
     Entonces mis labios pronuncian unas palabras que ni si quiera mi mente ha terminado de procesar:
- ¿Por qué has hecho esto?
     Retrocede. Deshace ese abrazo. Nuestro abrazo. La mirada de Catra torna en una mirada destrozada, dolida. Y me atraviesa sin piedad. Da otro paso atrás, mas yo salvo esa distancia dando uno hacia delante. Sostengo su mano con delicadeza, pero su mirada no parece reaccionar. Está furiosa. Observo mi brazalete dorado. ¿Ahora soy She-ra? Frunzo el ceño. Hasta ahora no lo era, yo... ¿o sí?
     Ella suelta mi mano. Me apresuro a recuperarla, mas cuando da la vuelta y corre, alejándose de mi figura, mi corazón se tiñe de azul. Por eso, a pesar de que mi garganta se desgarre gritando su nombre, la dejo ir. Me rindo.
     Es entonces, cuando todo se vuelve blanco.

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