Capítulo 15: Adora

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    Me cuesta creerlo. Me cuesta creer que, cuando Mara y yo rompimos aquel primer portal que se abrió en La Horda, todo volviera a la normalidad. Me cuesta creer que nada de esto pasó, pero a la vez sí, y somos la prueba de ello. Me cuesta creer que existe otra versión de mí, otra Adora salvando Etheria, siendo She-Ra y enfrentando a Catra cada semana. Pero así es. Y para ellas, nada de esto habrá pasado. No recordarán las risas, los besos, ni las lágrimas derramadas en este planeta llamado Tierra. No recordarán ni si quiera su existencia.
    Me cuesta creer que todo está bien, que Etheria está a salvo, allá donde esté, protegida por una She-Ra con mi mismo nombre y mi exacta mirada. Pero entonces, sueño. Sueño con sus ojos celestes, con su risa inmortal y su voz grave y cálida. Y me dice que todo está bien. Y la creo. Porque sé que es real. Porque sé que, cuando She-Ra se estaba yendo, cuando esa magia estaba siendo arrancada desde lo más profundo de mi corazón, ella me salvó. Sus brazos me rodearon, su pecho chocó contra el mío, y su mera presencia se interpuso entre esa sombra dorada que se desvanecía, llevándose conmigo todo mi poder. Ella guardó un poco de esa magia y me la regaló. Y por eso aún la veo. Aún sueño con ella y sé que jamás dejaré de hacerlo. Mi ángel de la guarda tiene nombre, y ese nombre es Mara.
     Y no sólo la veo en sueños. La veo cuando Scorpia me rodea los hombros con su brazo; la veo cuando Glimmer se ríe a carcajadas; cuando Bow frunce el ceño para comprender algo del temario que se le escapa; o cuando Mermista entrena conmigo al baloncesto cada mañana. Pero sobretodo, la veo cuando la mirada de Catra se suaviza, y encuentro esa eterna felicidad que ha poseído su alma.

    Para ser feliz hay veces que hemos de renunciar algo. Por eso, mis recuerdos de Etheria van desapareciendo poco a poco...

    Y ya tan sólo recuerdo con nitidez aquellas manos frías.

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