Capítulo 3: Adora

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   Soy incapaz de reprimir mis instintos de aferrarme a ella. Siento cómo se queda inmóvil ante mi primer movimiento, mas no puedo evitar seguir abrazándola. Transcurridos unos segundos, Catra termina por corresponderme el abrazo. No obstante, aprecio cómo deja escapar una leve queja de sus labios.
- ¡Lo siento! -exclamo, apartándome de ella- ¿Te duele mucho? Yo...
    La chica niega con la cabeza. La observo. Mi mirada se pierde en la heterocromía de sus ojos. Nunca había visto nada igual. Es increíble. Quiero continuar hablando, mas las palabras no salen de mi garganta, a la par que mi labio inferior se limita a temblar incontroladamente. Mis ojos se posan en sus labios. Yo... siento como si...
- Tu fianza está pagada -anuncia Bow a mis espaldas.
   Sacudo la cabeza, obligándome a aterrizar sobre la realidad. La expresión de Catra es difícil de leer. Su mirada rígida muestra cierta debilidad, sin ser capaz de apartarse de mi figura. Puedo apreciar ciertas lágrimas tras esa externa fachada de chica dura.
- Adora -dice, sin más.
    Siento como si me atravesaran el alma y me partieran el corazón en dos. ¿Por qué siento esto? La estudio. No tengo fuerzas para dejar de contemplarla.
- Catra -murmuro, sintiendo una extraña dulzura amarga al pronunciar su nombre.
    La chica que la acompaña parece decir algo. Escucho la voz de Bow en un segundo plano respondiéndole, mas algo en mi interior sigue rompiéndose a pedazos y ni si quiera mi sentido del oído parece funcionar correctamente ahora mismo. ¿Por qué soy su contacto de emergencia? ¿Y por qué tengo estas ganas de...? Mi mirada vuelve a posarse sobre sus labios.
- Hey -saluda, en un leve susurro.
- Hey -respondo, copiando su tono de voz.
    Bow sostiene mi mano, alejándome de ese extraño trance en el que la mera presencia de Catra consigue encerrarme. Le observo.
- Llévatela a la residencia -me ordena.
- A Glimmer no le gustará, es su habitación también -razono.
- Déjame a Glimmer a mí, tú llévatela allí. No puedo permitir que haya alguien durmiendo en la calle cuando yo puedo hacer algo -confiesa.
    Los ojos castaños de Bow consiguen enternecerme. Le doy un abrazo, estrechándole contra mi pecho. No existe mejor persona que él en este mundo.
     Los calabozos son menos terroríficos de lo que imaginaba. Quizá ayude el hecho de que son las 12 de la mañana, mas resulta un lugar amplio y luminoso. Dedico un gesto a Catra para indicarle que nos vamos. Ésta asiente, obediente.
- Tú también eres libre -afirma Bow, dirigiéndose a la chica robusta de pelo blanco y espalda tatuada.
    Ésta sonríe. Pronuncia las palabras "muchas gracias" tantas veces que consigue dibujarnos una sonrisa. La chica se presenta, aclarándole a Bow que tiene a dónde ir. Que tiene un hogar. Observo cómo Catra se estremece ante esta última palabra.
     Nos despedimos de Scorpia, la cual le brinda su número de teléfono a Catra. Tuerzo el gesto levemente, sintiendo una sensación extraña aflorar de mi estómago.
- Pst -me llama Bow-. ¿Estás celosa? -se burla.
    Le dedico un leve empujón al chico, quien ríe sin cesar ante mis mejillas encendidas.
    Una vez en el coche, opto por romper el silencio. Me dirijo a Catra, preguntando por sus lesiones e interesándome por qué ocurrió exactamente. Admite que siente un fuerte dolor en uno de sus brazos, mas asegura que ya ha sido tratada por un médico.
     Los sentimientos se mezclan en mi interior. Por una razón que no alcanzo a comprender, tan solo quiero tenerla cerca. Desbloqueo la pantalla de mi móvil, observando su fotografía. Sonrío. Tengo que hablar con ella. Tengo que confesarle que no recuerdo nada, que hay memorias que se me escapan, que... que no la recuerdo. Aunque mis sentimientos sí. Mis sentimientos sí que la recuerdan.
     Cuando llegamos a mi habitación, tras despedirnos de Bow y agradecerle su ayuda, me dispongo a confesarle todo lo que me está ocurriendo. Sin embargo, al observar sus ojos inundados en lágrimas, me detengo.
- Catra... -murmuro, apresurándome con suavidad a alcanzarla.
- Prométeme que te quedarás aquí, Adora.
    Ladeo la cabeza. ¿Que me quedaré? No recuerdo prácticamente nada sobre ella, mas algo me dice que no es de las personas que lloran con facilidad. Y lo está haciendo. Está... llorando. Y esas lágrimas despiertan mis ganas de llorar también.
- Cuando te he visto... -susurra, posando su mirada en la mía- Creo que ya me acuerdo -asiente.
    La sigo observando, en silencio. Mi cabeza me da vueltas. No sé qué debo hacer. No sé a qué se refiere, no sé qué quiere ella que haga. "Prométeme que te quedarás aquí". ¿A dónde iba a ir sino?
- Catra, yo...
- Yo no me acordaba -admite, a la par que una lágrima le recorre la mejilla-. Pero ya sí. Sólo que los recuerdos se me mezclan en la cabeza y... Yo...
    Me aproximo a ella para calmarla, mas ésta da un paso atrás. Al fin soy capaz de leer su rostro. Su mirada refleja un profundo e inmenso dolor. Está... en ruinas.
- Necesito que te quedes aquí -me suplica-. Pase lo que pase, quédate aquí.
     Y asiento. ¿Cómo es posible que sea capaz de entregarlo absolutamente todo por alguien a quien ni si quiera recuerdo con claridad? Pero es así. Me arrancaría el alma si fuera necesario con tal de verla sonreír. Y ni siquiera recuerdo su número favorito.
- ¿Me lo prometes?
    Y me vuelvo a romper. Esas tres palabras se hacinan en mi estómago, quemándome como si de ácido se tratasen. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué mi cabeza no es capaz de recordar lo que mi corazón no olvida? Tengo la sensación de que voy estallar en cualquier momento. Y para cuando quiero darme cuenta, estoy llorando.
- Te lo prometo -respondo.
     Y me besa. Y sus labios son cálidos, mas sus manos, posadas sobre mis mejillas, son frías como el hielo. Me aproximo aún más a ella, necesitándola más cerca. "Quédate" repite, una y otra vez, volviéndome a besar cada vez que sus labios se separaban de los míos para pronunciar esa simple palabra. Mi cuerpo no responde. No obstante, cuando lo hace no es capaz de pensar con claridad. Cierro mis puños sobre su camiseta, acercándola a mí todo lo imposible. Y besándola. Besándola con todas mis fuerzas. Como si mis labios pudieran alejarla de todo mal y protegerla durante el resto de su vida. Ella vuelve a suplicarme que me quede, y, a pesar de no responderle, mi mente no cesa de preguntarse cómo iba a abandonarla. Cómo si quiera podía plantearse eso. Cómo podía pensar que la dejaría después de hacerme sentir esto. Miles... no, millones de mariposas revolotean en mi estómago en este preciso instante. Mis labios sólo buscan los suyos, y mis manos se cierran sobre su cuerpo.
     A pesar de ese repentino sentimiento de desgarro que me recorre al sentir sus lágrimas empapando mis mejillas, continúo besándola. "Bésame toda la vida" pienso.
     Retrocedo unos pasos, chocando levemente contra la pared. Un par de libros de la estantería de Glimmer se precipitan sobre el suelo. O quizá no tan levemente como creía.
- ¿Estás bien? - me pregunta, separándose apenas unos milímetros.
    Asiento, observándola en silencio. Su mirada parece haberse suavizado. Contemplo su rostro. "Te quiero besar otra vez" pienso, mas no lo digo. Continúo sin decir nada, hasta que la chica se alza de puntillas para colocarse a mi altura y posar sus labios en los míos. "Las personas también podemos derretirnos" reflexiono, totalmente rendida ante ella. Y continúo en silencio, hasta que, simplemente, suelto, sin pensarlo demasiado:
- Te amo
    Y ella sonríe. Y me dice que es lo que siempre ha querido oír. Y llora. Y sonríe una vez más. Y yo la observo, sintiendo que algo se me escapa, que mi cabeza sigue sin recordarla, a pesar de que mi corazón no puede dejar de amarla. Y, así, entre innumerables besos y caricias, terminamos por perdernos entre mis sábanas.

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