Keira.
Me estremecí en la comodidad de mi cama y abracé la almohada que tenía al lado. Solté un suspiro y decidí volver a dormir otro rato más, pues, sabía que en el momento que abriera los ojos, el dolor de cabeza empezaría. Bien lo había dicho Miles: tendría una resaca monumental.
Miles.
¿Él me había traído a casa?
Supongo que sí.
Espera.
Ni siquiera recuerdo haber llegado a casa.
Abrí mis ojos de golpe y me encontré de frente con Miles; dormía plácidamente con su mejilla sobre la almohada. El cabello le caía sobre la frente y su boca estaba ligeramente entreabierta.
¡Qué maldito! Hasta dormido se veía guapo.
Observé a mi alrededor, dándome cuenta de que era su habitación, no la mía.
Una punzada en la cabeza me hizo cerrar un ojo y hacer una mueca por el dolor.
Oh, no.
Las cortinas estaban abajo, por lo que no podía ver la claridad del día para deducir la hora exacta y mi celular ni siquiera estaba cerca de la cama. Pero una cosa era segura: necesitaba dormir más, no estaba dispuesta a enfrentar la resaca todavía.
Me acomodé sobre la almohada, le di una última mirada a Miles, asegurándome de que no hubiese despertado y cerré los ojos, obligándome a dormir otra vez.
No sé cuánto tiempo pasó, pero lo sentí como si hubiesen sido cinco minutos cuando alguien me sacudió el hombro suavemente. Mi instinto despertó primero que yo, haciéndome tomar la muñeca del sujeto en cuestión y girarla hacia la izquierda sin compasión.
—¡Ah! ¡Ya, ya! ¡Suelta!
La voz de Miles me hizo abrir los ojos y soltarlo al instante. Lo encontré observándome, resentido, y sobándose la muñeca.
—Sabía que no te gustaba que te despertaran, pero no pensé que te pusieras tan agresiva —musitó.
—¡Perdón, perdón! —me senté en la cama y lo miré, apenada.
Hizo un gesto quitándole importancia.
Me llevé una mano a la cabeza al sentir el dolor haciéndose presente.
—Ah, joder.
—La resaca dice «Buenos días» —bromeó.
Lo miré mal.
Se aclaró la garganta.
—Solo venía a decirte que ya casi está el desayuno... —hizo una pausa— ... ¿O almuerzo? No sé, como quieras llamarlo.
—¿Qué hora es? —pregunté, haciendo una mueca.
—Las 12:30.
Me dejé caer en la cama de nuevo y me tapé la cara con la almohada.
—Despiértame en un año —murmuré.
Lo oí reír.
—Puedes darte una ducha, te hará sentir mejor.
—No traje más ropa —bufé.
¿Por qué no se me ocurrió?
¡Ah, sí! Porque no estaba en mis planes dormir aquí.
—Yo te conseguí.
Me quité la almohada, me senté de golpe y lo miré, confundida.
—¿Qué?
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Atrápame si puedes (Completa✔️)
AçãoDos mentes brillantes. Ella para el crimen. Él para la justicia. Esto se convertirá en una guerra de inteligencia y estrategias. Solo habrá un ganador. ¡Bienvenido al juego!