Capítulo 3

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Keira.

El resto de la semana transcurrió tranquilamente. A pesar de esto, Luna aún me expresaba su preocupación de vez en cuando y aunque me ponía de mal humor, la comprendía y lo apreciaba.

Luna había sido mi amiga desde que había llegado a esta ciudad hace unos cuantos años y realmente había estado para mí en las buenas y en las malas, así como yo para ella.

Yo podía confiar ciegamente en ella y ella en mí. Era el tipo de amiga que te ayudaría a esconder un cadáver, literalmente. Jamás juzgó ninguna de mis decisiones, pero también sabía cuándo ser dura conmigo.

Era mi alma gemela.

—¿Me estás escuchando? —chasqueó los dedos frente a mí.

Parpadeé saliendo de mis pensamientos y enarqué una ceja.

—¿Estabas hablando?

Gruñó molesta y me dio un golpe en el brazo.

Esbocé una sonrisa divertida mientras me sobaba donde me había pegado.

—No a la violencia —advirtió el señor Gray pasando por nuestro lado— al menos no en mi local, mátense afuera.

Luna y yo lo miramos ofendidas hasta que se metió en su oficina.

La campana de la entrada sonó y tomé una profunda respiración hasta dirigirme a la mesa recién ocupada.

Oh, vaya... ¿Qué tenemos aquí?

Un par de chicos de mi edad estaban sentados platicando animadamente.

Ambos estaban jodidamente guapos.

Por el rabillo del ojo miré a Luna al instante y ella me miró con una sonrisa cómplice.

Amaba nuestra conexión.

—Buen día, ¿qué les puedo ofrecer? —sonreí amablemente. 

Al oír mi voz, ambos alzaron la mirada y, el chico de cabello castaño, me sonrió abiertamente.

—Hola, ¿podrías traerme un café americano? Por favor —dijo el otro mirando con diversión a su amigo.

Lo anoté en la pequeña libreta y asentí.

—¿Y tú? —le sonreí.

Mantuvo sus ojos verdes fijos en los míos y esbozó una sonrisa ladina antes de hablar.

—Bueno... —miró el menú sobre la mesa— un capuchino y tu número estaría bien —asintió.

Inevitablemente, solté una carcajada que reprimí al instante.

Él me miró ofendido, pero la sonrisa permanecía en su rostro.

—Lo siento, lo siento —aclaré mi garganta— fue un buen chiste.

Recargó la cabeza sobre su puño observándome atento.

—No era un chiste.

—Bueno, lo siento, eso no está en el menú —me encogí de hombros.

—¿Y qué tengo que hacer para aparezca en él? —hizo una pequeña pausa— o en mi celular —sonrió coqueto.

Enarqué una ceja divertida.

—¿En serio lo quieres?

—En serio.

—De acuerdo —suspiré— si consumes más de 30 dólares, quizás te lo dé —propuse sonriente.

Atrápame si puedes (Completa✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora