Epílogo

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3 años después.

Pongo un pie sobre el muelle y siento el viento revolviendo mi cabello negro, el cual, ahora es más largo. El sol ya está lo suficientemente elevado para que sus rayos me iluminen directamente, así que decido ponerme la capucha sobre la cabeza y colocarme los lentes negros.

Dejo salir un suspiro y observo los grandes edificios incomparables que caracterizan a Nueva York. Y aún no puedo creer que esté aquí. Y mucho menos puedo asimilar la razón por la que he tenido que venir:

La muerte de mamá.

Aún resuenan en mi mente las palabras de Kade cuando anunció la noticia dos noches atrás. De nuevo, las lágrimas me abandonan sin previo aviso y mi pecho duele tanto que siento como si estuvieran estrujando mi corazón y, a la vez, clavándome un puñal repetidas veces. 

Sabíamos que pronto sucedería, porque el cáncer había vuelto en estos últimos meses y en las videollamadas que teníamos con ella, podíamos ver su mirada cansada y que ya no podía más. Sabíamos que mamá no estaría para siempre con nosotros, pero no esperaba que se fuera tan pronto. Hace unos días, habíamos hablado y le había prometido que iría a verla pronto, costara lo que costara. Por supuesto, ella no entendió y mucho menos me reconoció, pero la promesa estaba sobre la mesa. Estaba, porque eso ya no sería posible.

A pesar de que sabíamos que existía el riesgo de perderla, uno jamás está preparado para la muerte de un ser querido. Y duele. Duele demasiado. Se siente como un vacío en el pecho que absorbe todo: los recuerdos, su sonrisa, su voz, sus bromas, sus consejos y su presencia.

Siento que he perdido una parte de mí. La mujer con la que compartí toda mi vida. La mujer por la que hice tantas cosas solo para que estuviera bien. La mujer que siempre intentó darnos lo mejor, incluso si eso implicaba ponerse en segundo lugar.

Se había ido.

Los llantos de Kade todavía están presentes en mi mente. Sé que a él le afecta más el hecho de no haberla podido ver ni una sola vez desde que tuvo que huir por culpa de Michael y por eso, sin importar el riesgo que significaba para ambos, decidimos venir a su funeral. Danielle nos dijo que trataría de atrasarlo lo más que pudiera, pero que no nos prometía nada. Así que, desde que supimos la noticia, Kade comenzó a moverse como loco, hablando con contactos, buscando gente que le debiera favores a Michael y lo conseguimos. Después de un largo viaje, llegamos a Nueva York.

—¡WOW! —Ivy exclama, tan sorprendida como maravillada.

Su felicidad me hace sonreír, pero no puedo evitar sentir el nudo que ha comenzado a formarse en mi estómago. Las ansias llenan mi sistema y tengo tanto miedo de poner un pie en las calles que no soy capaz de moverme por varios segundos.

Kade se coloca sus lentes negros, iguales a los míos y carga a Ivy en sus brazos, mientras sostiene a Thays con su mano libre. Compartimos miradas de apoyo mutuo, antes de caminar por el muelle hacia la calle. La pequeña Ivy continúa mirando todo su alrededor con ilusión y Kade le responde las preguntas que hace. Sin embargo, puedo notar que él también está levemente emocionado por estar aquí.

La gente camina de un lado a otro, todos metidos en su propio mundo —cosa bastante normal en Nueva York—. Nadie parece darse cuenta de nuestra presencia y trato de relajarme.

—¿Tomaremos un taxi? —cuestiono, inquieta.

—En realidad, no.

Continuamos caminando hasta que vemos un coche estacionado a la lejanía; un hombre mayor está recargado en la puerta, mirando a su alrededor. Sus ojos se detienen en nosotros y nos hace una señal, emocionado. Kade nos indica que sigamos y mientras más nos acercamos, puedo reconocer el rostro del hombre.

Atrápame si puedes (Completa✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora