Il Canto

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En las siguientes semanas, Alonzo y yo salimos varias veces después de clases, me agradaba la amistad que estábamos formando, a parte, conocí a su amiga Thea. Ella estaba involucrada en varias actividades escolares, entre ellas, el ballet universitario, así que se solo platicábamos en la universidad, aun así, nos llevábamos bastante bien. En mis otras dos clases, me sentaba con una chica llamada Kiara, teníamos varias cosas en común, como bailar, hacer manualidades, cocinar, caminar y coincidimos en algunas series y películas. Cuando estaba en México pensaba que no tendría amigos y que estaría sola en la universidad, me agradaba que las cosas estuvieran resultando mejor. Realmente me gustaban mis clases, las tareas no estaban tan laboriosas, aunque, a finales de septiembre tendríamos los primeros parciales.

También, cumplidas las tres semanas con mi férula en el brazo, Sara me llevo al médico para saber si ya me la podían quitar. Esperaba que sí, ya no quería estar tomando medicamentos y hacer mis actividades (sobre todo bañarme y dormir) se había vuelto un total fastidio, aunque con el tiempo, el dolor en el brazo había disminuido. Afortunadamente, mi brazo ya estaba bien, aun así, tenía que hacer ejercicios para recuperar la movilidad de mi brazo y esperar un par de semanas para hacer mis actividades con normalidad. Piero se había puesto muy feliz de saber que ya estaba mejor.

Por otro lado, Sara y Víctor me trataban muy bien, aunque solamente los veía un par de horas al día ya sea porque yo tenía tarea o ellos otras ocupaciones. También ya tenía más confianza en la casa, de usar lo que ellos tenían, de estar en el patio, estar en la sala, etc. Aunque llevaba casi 4 semanas en Bolonia, extrañaba mi ciudad, a mi familia y amigos. A mis padres les llamaba 2 o 3 veces a la semana, pero casi diario me mandaban mensajes por WhatsApp. Con mis amigos era más por mensajes, solo con Francia e Ian hacia llamadas o videollamadas.

Poco a poco fui armando mi rutina de la semana, aunque no era la persona más organizada, trataba de llevar un orden en mi desorden. Ejercicio, clases, tareas, ayudar en casa, leer o ver series/películas, ir a la iglesia los domingos (justo tenía una parroquia a unos 10 minutos de la casa), salir con Alonzo y pasar por un gelato al local donde trabajaba Lucio (siempre platicábamos). Esas eran algunas de mis actividades de la semana.

Luego estaba Piero. Desde que me dijo que solo quería que fuéramos amigos, tuve que cambiar el chip en mi mente. Claro que Piero me gustaba, pero solo conocía lo que había leído de él, lo que escuchaba en las entrevistas y lo que percibía a través de sus posts en redes sociales. Ser amigos seria olvidarme de todo lo que creía saber y empezar de cero, eso era algo justo para los dos. Hablábamos casi todos los días, no todo el tiempo, pero al menos un par de mensajes. Hasta ese momento nuestras charlas habían sido muy normales, con preguntas para conocernos, sobre nuestra familia, infancia, escuela, amigos, amores, etc. En una que otra ocasión, abrimos nuestro corazón para hablar de temas un poco más delicados, siendo vulnerables el uno con el otro. Pero también teníamos momentos en los que nos moríamos de risa contando alguna anécdota. Teníamos la costumbre de llamarnos para contar algo interesante que nos pasara o si nos acordábamos del otro. Por ejemplo, le conté a Piero que le tenía pavor a las gallinas (aun sigo averiguando porque) y el, me llamo para decirme que acababa de pasar por una casa donde tenía muchas, incluso me mando una foto. O la vez que yo le llame porque encontré unos lentes muy bonitos que juraba que le gustaría (tuve toda la razón). Era lindo tenerlo como amigo.
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El sábado, Alonzo y yo saldríamos a un bar, Thea nos alcanzaría en el lugar. Ya eran inicios de septiembre y aunque aún hacia calor, por la noche se sentía algo fresco, aun así, optamos por quedarnos en la terraza.

-¡Hola, chicos!- Saludo Thea

-Hola, Thea

-Hola, ¿Qué tal te fue? - pregunte

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