Capítulo 2.3

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    La fábrica que ahora le funcionaba de refugio era un sitio amplio, aunque el interior no parecía en absoluto un sitio de manufacturación. No había máquinas, ni siquiera mesas donde pudieran estar los trabajadores. Solo había dos enormes cilindros de vidrio en las paredes, como gigantescos tubos de ensayo dentro de los cuales podría haber cabido una persona adulta sin problemas. Por el estado del lugar, Ishiki dedujo que había sido abandonado hacía pocos días. Los tubos de ensayo gigantes estaban rotos, y unos pequeños charcos de líquido de color ambarino aún impregnaban el lugar.

    "¿Esto es... Un laboratorio?", pensó.

    Observando con más detenimiento, detectó una serie de cables que iban desde los cilindros de vidrio hasta una enorme computadora. La pantalla estaba rota, y los monitores más pequeños apenas eran reconocibles.

    Era como si alguien--o algo--hubiera escapado de aquel lugar.

    "¿Los investigadores estarán bien?", pensó Ishiki. "Supongo que sí... No recuerdo que anunciaran sobre muertes de científicos en los días recientes".

    - Aunque... Tampoco recuerdo que las noticias hablaran sobre un laboratorio oculto que sufriera tales daños... -murmuró para sí.

    Ishiki dio un paso adelante. Pese a que aquella enorme computadora estaba indudablemente rota, su apariencia era imponente, especialmente para aquellos que habían crecido en Ciudad Academia, la cuna de la tecnología y la investigación.

    Antes de que pudiera acercarse, un sonido suave detrás de él lo hizo voltearse rápidamente. No obstante, no había nadie allí.

    Volvió a acercarse a la computadora, esta vez logrando examinarla a detalle. Ishiki notó que el dispositivo no se hallaba golpeado, como creía, sino que estaba deformado por lo que parecía haber sido una onda calórica.

    - ¿Qué tan caliente debe estar algo como para derretir incluso las partes metálicas...? -se preguntó en voz baja.

    - El fuego causa efectos interesantes cuando logras variar el nivel de calor -respondió una voz detrás de él.

    Con un sobresalto, Ishiki se giró rápidamente, saltando hacia atrás para alejarse del inesperado intruso. Era una chica de baja estatura, quizás un metro y cuarenta centímetros. Tenía el cabello rubio, casi blanco, ondulado y corto. Sus ojos eran de color azul grisáceo, y tenía la mirada fija en la suya.

    Lo primero que pensó Ishiki era que se trataba de una estudiante de la Academia Femenina de Ciencias Domésticas Ryōran. No obstante, el color de su uniforme de maid era bastante diferente al que solían llevar las alumnas. La blusa, en lugar de tener un color azul o negro, era de color almendra, muy poco común incluso para los estándares de aquella institución.

    Además, no lucía japonesa. Su piel pálida, como de porcelana, y aquellos ojos grandes y de mirada penetrante la delataban como una extranjera. ¿Era americana, europea?

    Ishiki se mantuvo alerta. En el breve rato que tardó en cambiarse, logró avistar su propio rostro en las pantallas de toda Ciudad Academia. ¿Acaso esa chica venía a apresarlo?

    - Le aconsejo retirarse, caballero -dijo la chica, hablando en un japonés perfectamente fluido-. Este sitio es mi refugio, y no recuerdo tener visitas citadas para hoy.

    - ¿Refugio? -Ishiki volvió a mirar a los alrededores-. Suenas como si intentaras escapar de la ley. ¿También eres una criminal, señorita?

    - Me temo que no caería en algo tan burdo como eso, Ishiki-san -respondió la chica, observándolo impasible.

    Ishiki retrocedió otro paso, asustado al oír su propio nombre salir de los labios de una desconocida. La única forma en que podría saberlo era por aquellas advertencias de Judgment y Anti-Skill.

Toaru Kagaku no Magician; Volumen 01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora