Capítulo 4.2

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    - ¡Xífos flógas Edém! -gritó la chica, apuntando a Ishiki con su mano derecha, extendida-. ¡Kápste apó ta endýmatá sas!

    Ishiki cerró sus ojos con fuerza. Moriría. Esta chica utilizaría su poder, su autoproclamada "magia" para acabarlo. Oyó un sonido similar a un chasquido que reverberó en la vacía estancia.

    Y, sin embargo, no se sintió diferente.

    ¿Ya había muerto? ¿Fue tan rápido e indoloro, acaso? Ishiki tenía miedo de abrir sus ojos y encontrarse observando lo que llamaban "el más allá". Si el supuesto Paraíso existía, y si éste estaba incendiado en aquel fuego rugiente, avivado por un cántico desconocido, casi prefería el Infierno.

    - ¡Tú! ¡No te muevas! -oyó que gritaba la autoproclamada bruja-. Conozco a esta persona.

    Extrañado de aquella conversación tan fuera de lugar, finalmente abrió los ojos. Lo primero que vio fue a otra chica frente a él, colocada de espaldas y encarando a su agresora, alguien que no estaba hacía unos segundos.

    Solo podía atisbar el cabello de la chica, del mismo color rubio pálido que el de la bruja e igual de rizado, aunque mucho más largo, hasta la altura de las caderas, aunque estaba parcialmente cubierto por una larga prenda negra. No obstante, el resto de su indumentaria sin duda era distinta al traje de maid de la otra chica. Llevaba lo que parecía un vestido largo, hasta los tobillos, liso y de color negro. Las mangas y el cuello de la prenda estaban decoradas con un bordado blanco. Ishiki estaba casi seguro de que se trataba del hábito de una monja.

    Al mirar hacia un lado, vio a Kuromori, de pie y observando a ambas chicas. Parecía haberse levantado con prisa, listo para atacar a la desconocida. Entonces Ishiki cayó en la cuenta de a quién iba dirigido aquel "no te muevas".

    - ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? -dijo la monja, observando a Charlotte-. ¡¿Te das cuenta del lío en que acabas de meterte?!

    - ¿De qué hablas? -respondió Charlotte-. Logré lo que ningún mago de nuestro Concilio había podido: invoqué un arcángel a esta realidad, y--

    - ¡Y lo hiciste rompiendo nuestro Código! -la interrumpió la monja-. ¿Tienes idea de qué pudo haber pasado si no hubieras podido controlarlo? ¡Toda esta ciudad pagana nos habría descubierto y declarado la guerra!

     - Pero...

    - ¡Nada de peros!

    - ... ¿Sabes...? De todos los miembros del Concilio, esperaba que al menos tú estuvieras orgullosa... Demostré que no soy más una aprendiz, que puedo ser ascendida... Que puedo recuperar el orgullo que perdimos después de ese incidente.

    La monja suspiró profundamente antes de continuar.

    - Escucha, Charlotte. Como tu hermana mayor, por supuesto que estoy orgullosa. ¡Invocaste un arcángel, por Dios! -inmediatamente la chica se persignó-. Pero, como miembro del Concilio, y como la Profeta de Gabriel, debo ceñirme al Código.

    - Muy bien, muy bien... ¿Así que nuestro plan fracasó? -dijo Kuromori, caminando hacia las hermanas-. Empiezo a creer que no debí confiar en lo que llamabas "magia", Charlie.

    - Ya te dije que no me llames así -respondió la chica, fulminándolo con la mirada.

    - No tienes derecho a darme órdenes. Aunque -dijo el chico, levantando su mano derecha, y con ella moviendo una enorme masa de agua en el aire-, debo agradecerte por este poder... Ahora yo mismo podré ser el líder de Skill-Out, y hacer caer a Ciudad Academia con mis propias manos.

    Era la primera vez que Ishiki lo notaba, pero en el momento en que Kuromori comenzó a usar su poder, el pendiente en su lóbulo izquierdo se iluminó. ¿Será que...?

    "¿Es de ahí de donde proviene el poder?".

    - ... Charlotte, ¿puedes explicarme por qué ese sujeto lleva puesto un pendiente de Yesod? -inquirió la monja, mirando a su hermana. Aunque su tono era calmado, su mirada estaba impregnada de furia. Una vena latía en su sien, a punto de estallar por la súbita subida de presión.

    - ... Necesitaba convencer a alguien para que me ayudara con el ritual. No podía darme el lujo de manchar mis manos con sangre, no habría funcionado -respondió Charlotte.

    Ishiki utilizó todas sus fuerzas para ponerse en pie. Sujetándose el abdomen, que probablemente estaba sangrando internamente debido a los golpes anteriores, miró a las tres personas frente a él.

    - No entiendo nada... ¿En serio? ¿"Arcángeles"? ¿"Magia"? ¿"Un concilio"? Todo eso no parece más que supersticiones...

    - Para los corazones sin fe, definitivamente es difícil aceptarlo -respondió la monja-. Deberías irte de aquí, tratar tus heridas, y olvidar lo que ocurrió aquí.

    - ¡¿Emily?! ¿En serio lo dejarás irse? ¡Presenció todo! -exclamó Charlotte. En su mano derecha comenzaba a formarse una espada de fuego nuevamente.

    - Charlotte, recuerda que no solo eres aprendiz de maga. Eres una novicia, y como tal deberías saber bien que matar a alguien que ni siquiera puede defenderse va contra nuestro Código.

    Ishiki no pudo evitar sentir cierta gratitud hacia aquella hermana... ¿Emily, la había llamado Charlotte? Estaba a punto de agradecerle cuando nuevamente fue lanzado hacia atrás por un golpe en el abdomen. Al golpear la pared con su espalda, tosió una cantidad considerable de sangre. Con la vista borrosa, aún pudo distinguir la silueta de Kuromori acercándose a él.

    - Sabes mi identidad, y lo que planeo hacerle a esta maldita ciudad -dijo Kuromori, golpeándolo nuevamente con la masa de agua y lanzando a su oponente hacia el otro lado de la habitación.

    Otro golpe se hizo oír en aquel lugar, seguido de otro, y otro, y otro más. Ishiki sentía cómo su rostro y torso eran desfigurados por los constantes golpes. Ya ni siquiera podía sentir realmente, y su consciencia comenzaba a desvanecerse.

    "Realmente moriré aquí...", pensó. "Jamás volveré a ver a mis amigos... ni a mi familia...".

    Un sonido similar a una rasgadura se hizo oír, seguido de otro similar. Era como si acuchillaran un enorme trozo de tela. Tenía los ojos tan hinchados que no podía ver de dónde provenía el sonido. Ishiki no podía percatarse de que venía de aquel que lo estaba moliendo a golpes. Por cada golpe que daba usando aquella masa de agua, dos cortes más se hacían en sus brazos, piernas y torso. Kuromori tosió sangre, más de la que brotaba de sus propias heridas. Estaba en un estado de éxtasis, consumido por el poder que le habían conferido, como un berserk que no notaba sus propios cortes al estar centrado únicamente en destruir a su enemigo.

    Sus golpes se hacían cada vez más lentos y débiles hasta que, con un sonido como una explosión, un agujero se abrió en su frente. La masa de agua cayó, deshaciéndose en el suelo. Kuromori se balanceó ligeramente, cayendo hacia atrás. Era ya demasiado tarde para darse cuenta de sus propias heridas.

    Estaba muerto.

Toaru Kagaku no Magician; Volumen 01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora