Adicción

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Siempre estuvo en contra del tabaco. Y tontamente empezó a fumar porque se volvió adicto al sabor a cigarrillo mentolado de sus labios.

Lo más tonto de todo, es que a ella tampoco le gustaba el regusto del humo en su boca, pero tenía diecisiete y pipar era la norma social de los jueves, viernes y sábado noche. Antes de darse cuenta el cenicero era parte de su vida.

Y así calada a calada ambos se fueron consumiendo, el uno al otro, matándose lentamente, tan dependientes del otro como del pitillo. Incapaces de quererse e incapaces de dejarse ir.

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