Para siempre

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Le hice un anillo con una margarita y se la deslicé en el dedo con promesas pueriles de vestidos blancos de princesa y coronas de flores para su cabello, como las que ella tejía con dedos expertos cada primavera.

Me sonrió, con la boca al completo, incluyendo el hueco del diente que se le había caído aquella madrugada y había escondido en una botella para que no se lo llevara el ratoncito Pérez. Toda la felicidad del mundo cabía en aquella sonrisa y cristalizaba para siempre en mi memoria bajo aquel cielo azul intenso que solo puede existir en la infancia.

Nos lo prometimos todo con una sola margarita cuando aún creíamos ingenuamente en "para siempre".

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