Despedida

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Tus ojos se fugaron tras mi sombra a pesar de que mi silueta ya se empezaba a disipar en el atardecer del horizonte. Pero no apartaste la vista de mi espalda que se alejaba lentamente, cabizbaja, en el requiem de una silenciosa despedida. Ni siquiera cuando el sol descendió sobre la tierra y quemó tus pupilas, no te diste por vencido hasta que mi sombra se fundió en la noche y desapareció de tu vista. Fue entonces cuando suspiraste y tu suspiro sonó como una despedida.

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